Canarias: la geografía y el imaginario colonial
El colonialismo español no puede admitir que Canarias está en África. Por tanto, desde la metrópoli y también desde las propias Islas, se estimula un imaginario que sitúa al Archipiélago -por arte de magia- en el “Sur de Europa” o, incluso, en medio del Atlántico.
Recientemente estalló una nueva polémica sobre este tema cuando el cantante tinerfeño Nicky Triphook señaló, sin aludir cuestiones de tipo político, la ubicación real del Archipiélago. La evidencia geográfica desató una oleada de críticas que solo se pueden entender si advertimos el fondo político que subyace a la negación de la africanidad de las Islas.
Esa extraña “disfunción” que nubla la compresión de algo que es evidente, y sobre lo que poco o nada se puede discutir, solo se puede entender como un ejercicio premeditado de mistificación de la realidad geográfica de las Islas. Asunto este que conecta directamente con la cuestión colonial canaria. Si esa cuestión -el problema colonial canario- no fuera algo real a día de hoy, nadie se preocuparía del asunto ni se montarían escándalos mediáticos como el que ha sufrido el mencionado cantante.
Por lo pronto, solo nos queda recordar el fragmento de un texto de Antonio Pérez Voituriez (1929-2000) que publicamos en febrero del pasado año, fragmento sobre el que sería interesante que se reflexionara un poco: Las Islas Canarias y la cuestión geográfica, y del que entresacamos el siguiente párrafo:
Hay una corriente de opinión que niega la “africanidad geográfica” del Archipiélago canario. Parece como si fuera una reminiscencia de “mediterraneizar” Canarias, a semejanza de los geógrafos del Régimen de Franco que trasladaban, en un cuadro, nuestras islas al Sur de las Baleares. Llegan a más, a buscar argumentos tales como la existencia de profundidades abisales que constituyen un muro de separación del continente, o la de que siendo las islas de origen volcánico y de surgimiento posterior en siglos al continente, nada tienen que ver geológicamente con África” (A. Pérez Voituriez, 1982).