«El círculo vicioso» y «No es por casualidad»: dos poemas de Manuel Pérez Marrero
El círculo vicioso
En esta ciudad
El hollín se mezcla
Con el polen de las flores
Y escasea el aire respirable…
Aquí nadie conoce la paz,
Están en guerra consigo mismo
En la la soledad de la prisa,
En los miedos inculcados,
En este caos tan absurdo.
Aquí todos corren
Con la necesidad a cuestas,
Siguiendo la línea establecida,
La de este círculo vicioso
Que les lleva a la locura…
Sin mirar más allá,
Sin ver ni escuchar,
Sin cuestionarse nada…
Aquí nadie es capaz de pensar.
En esta ciudad
Huele a fracaso,
Olvido y desesperación
En todos los rincones…
Se aprecia el hastío
En sus paredes envejecidas,
La agonía en la mirada de la gente,
El hambre, el frío y la soledad
En todos sus cajeros.
Pero aquí todos callan,
Nadie hace nada…
Aceptan este panorama absurdo
En el que siempre han vivido
Como algo normal,
Mientras siguen destruyendo
Lo que ya está destruido…
No saben que el mundo no es suyo,
Es de las generaciones del futuro.
En esta ciudad
Estoy muy lejos de mi hábitat
Y no sé vivir aquí…
No quiero respirar
Este aire tan tóxico.
Quiero vivir en paz conmigo
Sin prisas, sin miedos,
Y mantenerme fuera del perímetro
Del círculo vicioso.
Yo… Aquí… No aguanto más
Pues consigo leer entre líneas
Las oscuras artimañas
De quienes mueven los hilos
De su nefasto destino,
Mientras otorgan con su silencio
Que amasen fortunas
A costa del miedo y el hambre…
Yo no quiero vivir aquí
Este lugar no se hizo para mí.
No es por casualidad
Con los bolsillos llenos de penas,
Con la culpa a cuestas,
Con deudas imposibles de pagar…
Corren sin sentido
Para llegar siempre tarde
Mientras les sube la fiebre
Y devoran pastillas anti estrés
Haciendo negocios con la muerte.
Pobres víctimas calladas
De un país fraudulento,
Pobres ingenuos
Que asumiendo su ignorancia
Hacen el nudo de su horca
Y en riguroso silencio
Lo aprietan poco a poco
Aunque… Parecen acostumbrados.
No avanza el reloj
Con su rutina,
Las agujas marcan la soledad
En su eterna condena
Y el tiempo que les queda
Hasta la muerte…
Tiempo que han desperdiciado
Impunemente.
Su estómago sin sangre
Les confunde,
El miedo en su entorno
Les aturde
Pero… A pesar del hambre
Nunca pierden la elegancia
Y aparentan lo que no son
Por mucho que les cueste.
Los veo agazapados
En lo más profundo del olvido,
Al amparo de un Dios
Que no existe
Y nadie hace nada…
No es por casualidad,
Sus vidas están planificadas
Y no intentan evitarlo.
Manuel Pérez Marrero