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La luz a la altura de los ojos

Decían los zapatistas que un espejo puede reflejarlo todo menos a sí mismo. Han pasado ya dos décadas pero ¿no sigue siendo aplicable? Durante mucho tiempo se ha hablado de la inexistencia -o, como mínimo, el débil influjo- del nacionalismo español ¿no es acaso la inmersión en él la que lo hace indetectable para tantos? Los hitos, héroes y leyendas del nacionalismo español están por todos lados, especialmente durante los tiempos que estamos viviendo y este doce de octubre no será diferente. Pero, sembremos la duda: ya que no podemos evitar que nos bombardeen, al menos tengamos aprovisionado el búnker.

En 1492 acabó la Reconquista. No hay más perfecta alteridad que la de Oriente con Occidente. Esta concepción binaria, que llega hasta nuestros días, fue construida por los propios europeos, que no tuvieron ningún reparo en adjudicarse glorias civilizatorias mientras denostaban a su mahometano vecino. Dentro de esta labor de convertir el nosotros en democráticos, avanzados, científicos, etc. y adjudicarle los adjetivos contrarios a los otros la historia también tuvo su papel. En el caso español es evidente que la Reconquista supone un hito de este tipo para la “nación”, aunque oscurecida por la arribada a América de Cristóbal Colón, ya que en principio significa la recuperación de un territorio ilegalmente usurpado, conquistado por la fuerza y en contra de los deseos del español cristiano.

Pero sembremos, como ya hemos dicho, una sana duda sobre todos estos hechos tan celebrados -o denostados- en el marco del Estado español. Estos han sido cuestionados desde hace unos cuantos años atrás, así que realmente no es nada nuevo, pero la insistencia en que el período musulmán en España supone una época oscura y triste fue tan fuerte en el pasado que es difícil eliminar esa percepción del imaginario popular. Al fin y al cabo se trata de una Reconquista, un hecho legítimo motivado por un afán de justicia ¿o no? Porque ¿qué otros intereses podrían haber al margen de la recuperación de la legitimidad perdida?

Antes de nada aclaremos algo: no se trata de una conquista árabe. Si bien es cierto que tendemos a confundir árabe con musulmán, los presuntos invasores de España eran en su mayoría africanos, imazighen –bereberes, si se prefiere el término, aunque sea denostativo-. La población que pasa a la península es una mezcla entre eslavos, africanos y orientales de diversos lugares y etnias. Tampoco era homogénea la población peninsular previa, con grupos perseguidos como los hebreos, pero en todo caso, prosigamos.

El 28 de abril del 711 Tariq atraviesa a las órdenes de Musa ibn Nusayr el Estrecho de Gibraltar y da nombre a su peñón, el Peñón de Gebel-Tariq ¿era una expedición de conquista? No es fácil de decir, lo cierto es que por el momento se contentó con saquear algunas ciudades.

Las fuentes escritas visigodas son muy escasas (tenemos principalmente la Wambae Regis y la Crónica Anónima… ¡del año 754!), pero no faltan leyendas que expliquen el porqué de tal visita. Por un lado encontramos un gobernador bizantino afincado en Ceuta, un tal Julián, y un rey visigodo que ha tenido a bien violar a su hija Florinda. Ante un hecho tan deplorable, el gobernador deja pasar a los musulmanes para que el rey Rodrigo reciba su merecido. Actualmente se acepta con cierto consenso que es una invención, aunque pueda tener una cierta inspiración en otros hechos, puesto que las bases bizantinas en el Mediterráneo caen una tras otra ante el empuje del Islam. Pero hasta ahí llega la veracidad de los hechos.

Existen otras historias de tono apocalíptico en la misma época. Una de ellas relata cómo los reyes visigodos entran en un castillo al que nunca habían accedido, rompiendo el cerrojo que lo mantuvo cerrado durante tanto tiempo. Al recorrerlo descubren con horror como en las paredes está dibujada la invasión que había de acontecer poco después. También existe una leyenda que narra la expedición de un tal Tarif por Andalucía en el año 710, pero que probablemente sea una visión mítica de lo que sí que ocurriría un año más tarde. En todo caso, los indicios nos llevan por otros derroteros.

Las crónicas asturianas de los siglos IX y X son más bien una legendaria legitimación de la lucha contra las poblaciones musulmanas del sur. Probablemente a estas debemos parte de la visión negativa que tenemos sobre el período, pero, analizando fríamente la época gótica y cristiana que le precede, esta tampoco es mucho más halagüeña.

En el reino de los visigodos encontramos una crisis que, en todos los ámbitos, alcanza tasas insostenibles. Los visigodos en un principio buscaban al más hábil para gobernar, es decir, no se trataba de una corona hereditaria, pero esto provocaba con cierta frecuencia guerras civiles. Es por ello que empiezan a aparecer genealogías de reyes, aunque sin que la sucesión se afirme en una misma familia. Los siervos, que en principio no están llamados a la guerra, comienzan a ser incluidos como guerreros, lo cual también nos habla de un problema en este sentido ¿por qué iban de lo contrario a eliminar un privilegio de la nobleza de esa forma? Incluso en las listas episcopales se nota la inestabilidad, pues las plazas de valor estratégico político o militar se reservan para personas visigodas, buscando la lealtad al rey. Fuese como fuese las guerras continúan, aunque en menor medida, desangrando la estructura del reino visigodo.

Más allá de lo político, vemos continuas revisiones de los códigos legales, pues muchas de las leyes eran inoperantes o directamente no se respetaban, además de la inclusión de leyes de apostasía y herejía ¿hay algo más útil para condenar a tus enemigos en tiempos de inestabilidad? En lo social encontramos duras disposiciones contra los judíos, que incluso llegan a ser considerados traidores y reducidos a mano de obra esclava en el XVII Concilio de Toledo, aunque hay otra población que nos interesa especialmente: los vascones.

Estos habitantes del norte habían sido reducidos gran cantidad de veces, y al parecer debían de ser muy resistentes, pues siempre volvían a alzarse aprovechando el cambio sucesorio. ¿Qué estaba haciendo Rodrigo mientras Tariq cruzaba el Estrecho? ¿lo adivinan? Efectivamente, luchando contra los vascones, y más concretamente sitiando Pamplona. Es en este punto que las cosas se tuercen.

Además de la guerra contra los vascones Rodrigo, que en parte había usurpado el trono, estaba conviviendo con pretendientes al trono que conspiraban a su alrededor, desde sus hermanos marginados al bando rival de los Wamba, a quien pertenecía presuntamente un enigmático personaje llamado Aquila II (si bien otros afirman que era hermano de Rodrigo, en fin ¿qué más dará?). El reino además se había visto azotado por una serie de pestes y hambrunas durante los años 707 a 709, lo cual ayudaría a precipitar la guerra civil.

Parece claro que Rodrigo llevaba las de ganar, mientras que a Aquila solo le eran fieles unos cuantos territorios del norte -Tarraconense y Narbonense, donde no se acuñan monedas de Rodrigo-.

Reaparece por tanto la enfermedad congénita de los visigodos, el morbo gótico, la propensión del sistema hereditario hacia el enfrentamiento armado. Normalmente, cuando un bando estaba en inferioridad frente al otro, se acudía a la ayuda de los vecinos del norte, es decir, a los francos. Sin embargo por esta época los francos no están mucho mejor, y Aquila… ¿adivinan a quién acude? Exacto, a los musulmanes. Es decir -y a estas alturas, que no sorprenda a nadie- los musulmanes son, como mínimo, invitados a invadir el territorio ¿Es realmente una invasión? A su criterio queda, pero hay más.

En julio del año 711, confiado, Rodrigo planta batalla con un pequeño ejército formado por la nobleza del reino. El ejército de Tariq no debió ser mucho más grande, pero la técnica que usaron dejó fuera de combate a Rodrigo que de hecho no vive para contarlo. Esto supone, no solo la muerte del rey, sino de la nobleza más importante. Una leyenda medieval contará, en busca de algo de consuelo, como Rodrigo sobrevive a la batalla y decide llevar vida piadosa en cierto monasterio.

A partir de allí los musulmanes reducen los territorios fieles a Rodrigo, obviamente no así con los de Aquila, que se proclama rey -hay monedas con su rostro en Narbonense y Tarraconense- hasta el 713, cuando en teoría le sucede un tal Ardo hasta el 720, aunque esto es problemático por lo que veremos a continuación. En todo caso, la guerra termina con los rodriguistas en desbandada hacia las montañas del norte, un territorio poco apetecible para los musulmanes que prefieren dejarlos estar, mientras Tariq recibe una buena somanta de latigazos por parte de Musa para que supiera quién mandaba ahora en la nueva situación. Irónico ¿cierto? Ahora comencemos a atar cabos.

Según parece a Aquila no le gustaba el cariz que comenzaban a tomar los acontecimientos, porque en el año 714 marcha junto a sus hermanos hacia Bagdag y cede el reino a Walid I, que muere un año después, a cambio de tierras, alquerías y dinero. Allí es enviado un emir, un gobernador de provincia, que justamente es el hijo de Musa ibn Nusayr, que en el 719 se instala en Córdoba. ¿Qué implica esto? Pues que en contra de lo que dice el relato tradicional, los musulmanes no solo no eran invasores, sino que eran los legítimos dueños del reino.

El relato está temblando, pero aún ha de desmontarse en mayor medida. Según el discurso tradicional de la Reconquista, los supervivientes de la invasión irían a refugiarse ¿a dónde? En efecto, a territorio vascón. No, tan siquiera fueron los visigodos -salvo un puñado de rodriguistas que poco pintaban allí arriba- los que lucharon contra el Islam, sino los clanes que siempre se habían resistido a ser sojuzgados, primero por los romanos, luego por los visigodos. No, los musulmanes no iban a ser una excepción, y contra ellos se lanzarían en el 718 vascones y cántabros.

Los territorios fieles a Aquila aún habían de rebelarse, pero fue en vano. Prontamente estos fueron sojuzgados por sus nuevos amos, que además intentarían una infructuosa conquista del reino franco. En cuanto a la población visigoda e hispanorromana sobre la que anteriormente habían gobernado ¿qué fue de ellos? Al parecer el cambio de amos no les molestó demasiado. Los visigodos eran unos dominadores incómodos, belicosos, y su reino estaba económicamente arruinado. La economía de los musulmanes era la más pujante del momento, les permitían seguir siendo cristianos -los musulmanes cobraban impuestos a los no-conversos, por lo que no buscaban la conversión de nadie-  y mantener sus tradiciones o, lo que es aún más importante, sus pertenencias -algo que los grandes terratenientes encontraron delicioso-.

Los hispanorromanos básicamente se dejaron conquistar. Ya habían soportado a los arrianos visigodos antes de su conversión, por lo que la arribada de los islámicos bereberes no se les antojaba distinta si no era por sus aspectos positivos. Años más tarde habría de reescribirse la historia, ahora desde otro punto de vista: el de los cristianos de las montañas. Esos reinos se expandirían y ocuparían la península, desbordándose y sojuzgando a su vez territorios que les eran ajenos.

Ahora cogemos de nuevo el espejo, lo ponemos ante nosotros. Podemos preguntarnos si hubo una invasión, si realmente se trató de una reconquista, si el territorio era legítimamente cristiano, si las casas reales del norte eran herederas de los visigodos y si realmente la tristeza y la desolación cundió por las tierras de España. Podríamos incluso preguntarnos si eran, en efecto, las tierra de España. Podríamos preguntarnos muchas cosas, pero el espejo cambia de posición y nos da la luz a la altura de los ojos.

 

 

Pablo Daniel Ramos Infante

 




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