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Los secretos cósmicos que esconden los letreros de Balos (Aguimes, Gran Canaria)

Miguel A. Martín González*

*Historiador, profesor, fundador y director de la revista Iruene

 

En el Barranco de Balos, al SE de Gran Canaria, entre los municipios de Agüimes y Santa Lucía de Tirajana, a una cota de 180 m s n m, se encuentra el sitio arqueológico que concentra el mayor número de grabados rupestre al aire libre de toda la isla. El complejo rupestre se localiza en el curso alto del Barranco, sobre las paredes de un afloramiento basáltico de más de un kilómetro de largo, donde se han venido realizando las manifestaciones rupestres a lo largo del tiempo. El lugar, escribe Julio Cuenca (2010), era conocido ya, al menos, desde el siglo XVII, como “Los Letreros del barranco de Balos”, topónimo que hace referencia precisamente a las figuras y letras que la gente encontraba grabadas en los bloques piedra. alfabetiformes

A partir de su descubrimiento el Lomo de Los Letreros del Barranco de Balos, comenzaría a ser visitado y mencionado aunque de forma somera por investigadores e historiadores de la época, como el General Faidherbe, entonces uno de los mayores especialistas en el estudio de las inscripciones líbicas del Norte de África. Chil y Naranjo, Millares Torres, Grau Bassas, R. Verneau como ha quedado dicho, entre otros.

Algunos autores como Jiménez Sánchez y Hernández Benítez, efectúan, con poca fortuna, algunos intentos de sistematización e interpretación, sin base científica ni metodológica, de algunos de estos yacimientos rupestres. Pero ninguno de estos ensayistas dedicó un estudio monográfico al complejo rupestre del Lomo de Los Letreros hasta que, en 1969, el arqueólogo aragonés Antonio Beltrán realiza un estudio monográfico sobre los grabados rupestres del Lomo de los Letreros del Barranco de Balos.

Coincidiendo con los trabajos de Antonio Beltrán, también a principios de la década de 1970, Mauro Hernández Pérez, como parte de su tesis doctoral, lleva a cabo un interesante y novedoso estudio sobre las manifestaciones rupestres del Archipiélago Canario. En Gran Canaria examina nuevamente el Lomo de Los Letreros del Barranco de Balos, realizando un exhaustivo corpus de los grabados del que tan solo conocemos parte del mismo, en base a algunas publicaciones, permaneciendo el grueso del estudio inédito.

Julio Cuenca y su equipo iniciaron en 2010 intensivas prospecciones, dividiendo el complejo rupestre del Barranco de Balos-Lomo de Los Letreros en tres sectores, identificando 28 estaciones con manifestaciones rupestres, que contienen a su vez 129 paneles, que en su inmensa mayoría conservan más de un motivo grabado, encontrándose paneles cuya superficie está prácticamente cubierta por los mismos. En el sector 01 del Lomo de Los Letreros (parte vallada) se contabilizaron siete estaciones y setenta y ocho paneles con grabados. En el sector 02, diecisiete estaciones con cuarenta y cinco paneles y en el sector 03, cuatro estaciones con seis paneles.

Por el momento, en esta primera aproximación, nuestro ámbito de estudio se centró en el primer conjunto de grabados rupestres (área vallada).

En el Macizo de Balos están representadas casi todas las trazas que encontramos en Canarias, lo que le confiere el privilegio de ser el más diverso y heterogéneo del Archipiélago. Las técnicas de ejecución empleadas en la realización de los grabados rupestres parecen ser de tres tipos: picado profundo o superficial y continuo, picado superficial discontinuo de trazo grueso e incisión continua, que puede ser de estría gruesa o fina. Para ello se utilizaron instrumentos de piedra.

En cuanto a las tipologías de los grabados podemos diferenciar 4 grupos: representaciones antropomorfas con hasta 17 variantes de figuraciones masculinas con o sin sexo. En la mayoría de los casos las figuraciones humanas se representan de frente con los brazos en cruz y con los antebrazos que pueden estar extendidos, hacia abajo (lo más frecuente) y hacia arriba (muy pocos casos). Con frecuencia, se figuran con los dedos de las manos indicados, a veces de forma muy exagerados. Las piernas siempre abiertas y como indicamos con un apéndice que se proyecta hacia el suelo y que parece representar el falo. En muy pocos casos, se muestran las figuras humanas sosteniendo algún objeto en una de sus manos, que podría ser un palo, bastón o banot.

Las inscripciones Alfabéticas pertenecen a la escritura amazigh o líbico-bereber, se encuentran aisladas o asociadas a las figuraciones antropomorfas y geométricas y ocupan en su gran mayoría posiciones elevadas en las paredes basálticas.

Las representaciones zoomórficas y arboriformes aparecen en mucha menor proporción que el resto de las representaciones. Algunos presentan formas claramente de animales, como pueden ser los caballos. Otros tienen apariencia esquemática de árboles ramificados.

Por último, los grabados geométricos presentan formas sencillas (círculos cruzados por dos líneas perpendiculares, óvalos con líneas cruzadas, rectángulos con línea vertical en su centro, círculos, óvalos, semicircunferencias, serpentiformes, signos cuadrangulares con una o varias prolongaciones, signos angulares, triángulos, pectiformes, cruciformes…)

La primera referencia a posibles significados la encontramos en el trabajo de Pedro Hernández Benítez (1945) que relaciona algunas inscripciones con cultos a la “procreación tan extendido durante el neolítico, en el círculo cultural mediterráneo…. en una sopeña o abrigo, que se halla al poniente del dique, vense varios petroglifos que representan al astro del día”.

Por su parte, Antonio Beltrán (1971) calca las posibles razones: “Todos los grabados que conocemos, menos el grupo siete, están en la parte oriental o nororiental del macizo, lo cual fuerza a suponer una idea preconcebida de orientación, indudablemente en relación con el Sol”. El mismo autor señala, por otro lado, que “podría tratarse de un santuario de los antiguos canarios, que estaba relacionado con ciertos ritos de la fertilidad”.

Los trabajos más recientes, exhaustivos en la sistematización y agrupamientos diferenciados de paneles, descripciones tipológicas de motivos, técnicas de ejecución, etc, adolecen de lo más importante: el sentido, el significado. Algunos autores vinculan los grabados rupestres de Balos con el Roque Aguayro; eso sí, sin exponer cómo y de qué manera se ensambla, olvidando el resto del relieve abrupto que se otea desde Los Letreros.

Nuevamente debemos observar el entorno, la amplia cuenca del barranco, los resaltes del relieve, los picos más destacados. Seguro que la lectura del terreno circundante nos dará las pistas que andamos buscando. Ahora bien, tanto de día como de noche, nuestra intención es registrar la posición de los astros en el cielo en el momento que coincidan con los salientes destacados de la topografía y su vinculación temporal en dos instantes muy precisos, al oscurecer y al amanecer. El resultado es bastante significativo al rebosar un cómputo temporal amplio con el Sol, la Luna, algunas constelaciones y estrellas. Aquí no tratamos de hacer coincidir nada, se nos revela tal como fue hace 2.000 años. Esas señales quedaron registradas y fueron objeto de fervor y ritualidad.

El primer grupo de grabados rupestres se localiza en la parte inferior del lomo, la que mira hacia la Montaña de Sardina del Sur, a 2 km de distancia. Este cono volcánico presenta una cresta aplanada con dos extremos muy marcados. Es una rigurosa referencia para señalar dos acontecimientos astronómicos de envergadura: la aparición del Sol por la esquina derecha de la montaña cuando llega el solsticio de invierno y la Parada Mayor Norte del lunasticio de verano por la arista inversa, hecho que sólo sucede cada 18-19 años.

A continuación nos desplazamos al lugar donde se concentra el mayor grupo de petroglifos. La vista se nos pierde en una trayectoria a las cumbres del interior. Realmente nos sentimos encajados en el fondo de un hoyo, rodeado de profusos paredones pétreos. Un detalle de vital interés es la orientación mayoritaria de estos motivos rupestres en dos direcciones principales. La primera se dirige hacia el resalte superior donde culmina la Montaña de Los Perros, la segunda hacia la pared izquierda del barranco ¿Por qué esas dos direcciones?

La destacada protuberancia orográfica, ubicada a unos 800 m de distancia del Macizo de Balos, sirve de referencia para determinar la llegada del solsticio de invierno en el momento en que el Sol consigue llegar y se oculta por su cúspide. arboriformes

Situados en el grupo principal de petroglifos, la mayoría apuntan al costado del Lomo de Lucas. Nos llamó mucho la atención esta última referencia al no existir nada distintivo en un relieve que se muestra totalmente llano. Eso no supuso ningún inconveniente a la hora de fijarse el lugar por donde se ocultaba la constelación de Casiopea que venía a advertir de la llegada del equinoccio de primavera (durante el crepúsculo) y del equinoccio de otoño (al alba).

Otras señales en el cielo que se pueden apreciar desde este conjunto rupestre de Balos vienen decretadas por la posición de algunos luceros muy brillantes como Vega (principal estrella de la constelación de la Lira) cuando se ocultaba, al oscurecer, por las Guirreras, al NO del núcleo de Temisas, durante el solsticio de invierno.

El inicio de la sementera, durante el mes de noviembre, tiene aquí su máxima representación, entrando en juego el paisaje y las posiciones de horizonte de las Pléyades, Aldebaran, Rigel, Orión, Capella y Sirio, abarcando una franja de unos 75º. Justo en el instante previo del amanecer, el primer conjunto de estrellas que señala el tiempo de las labores previas a la sementera son las Pléyades, en el primer día del mes, ocultándose por el Alto de La Majadilla. Unos días después le toca el turno a Rigel por la Montaña de Las Carboneras y Aldebaran irrumpiendo por Guriete. A mediados de noviembre, es Orión retirándose por la elevación de los Cuchillos, luego Capella que se adentra por el Morro de La Palmita y por último, sobre el 22 de noviembre y culminando el transcurso cósmico de las estrellas y constelaciones relacionadas con el período de la faena agrícola, le toca el turno a Sirio, cuando se oculta por la ladera de la Montaña del Bilgo. Todo esto formaba parte de las ceremonias vinculadas al ciclo anual agrícola.

Desde el Macizo de Balos, a partir de abril las Pléyades desaparecen durante unos 27 días, jornadas que los nativos canarios podían contabilizar con los ocasos de las estrellas y constelaciones anteriormente reseñadas, siendo Sirio la estrella que, con su desaparición, indicaba el re-nacimiento de las Pléyades en el cielo. Josué Cabrera (Izuran 2005) enfatiza que eran días de duelo y rituales -agwaha- un período tabú, incierto y temido porque las todavía verdes espigas del cereal se encontraban desprotegidas.

El material epigráfico y literario de Canarias nos da algunas señales sobre manifestaciones relacionadas con ritos de fecundación. El predominio de representaciones antropomórficas masculinas en el Macizo de Balos es una exhortación de lo que allí se conmemoraba. En la isla de Gran Canaria es frecuente encontrar este tipo de manifestaciones representados mediante un trazo vertical (troco) con brazos en diferentes posiciones, con o sin dedos y, preferentemente con sexo explícitamente señalado, entre otras características.

El entorno del barranco, la topografía y la posición de los astros en los tiempos señalados nos invita a asociar los ritos propiciatorios con la fecundidad de la tierra, vista como el seno materno de todo lo que vive. Embarazo y nacimiento era sinónimo de semilla y cosecha. Así llegamos a la asociación de los principios masculino y femenino.

Si las representaciones masculinas se ubicaban al aire libre y se representaban mediante esquematismo del cuerpo humano, las femeninas se recluían al interior de las cuevas y se figuraban mediante formas triangulares y cazoletas.

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Este artículo es un extracto actualizado de un trabajo monográfico publicado en la revista Iruene nº 6 (2014)

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