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Pensamientos sobre el 8M

En la actualidad el feminismo es evidentemente el único movimiento social con la fuerza necesaria  para impactar en el debate público y lograr una transformación social. La huelga, manifestaciones  y actividades realizadas en torno al pasado 8 de marzo de 2018, en el Estado español y en gran parte del mundo,  así lo han puesto de manifiesto.

Pero las huelgas de mujeres no son justamente una novedad, tenemos un antecedente no muy lejano en la que se produjo en la década del 70 del siglo pasado en  Islandia,  por la igualdad salarial.  En 2016, hace ahora dos años, el  movimiento feminista polaco también realizó una huelga de  mujeres en Polonia para protestar por  la prohibición del aborto en su país. Lo mismo ocurrió en Argentina, con grandes movilizaciones y también huelga de mujeres en contra de la violencia machista. Y en Estados Unidos el 2017 supuso un punto de inflexión, desde la manifestación multitudinaria en Washington contra la misoginia de Donald Trump hasta la aparición del movimiento MeToo  en Hollywood, que ha ido derribando como piezas de dominó a hombres poderosos de la industria, tras ser acusados de abusos sexuales.

No obstante los antecedentes, el pasado 8 de marzo se ha logrado visibilizar como nunca antes se había hecho todo lo que aún es necesario lograr para poder vivir en un mundo igualitario y sostenible. Más allá de las instituciones y  de los poderes públicos que se niegan a poner políticas feministas en marcha, más allá de los partidos que se definen como feministas  pero  no hacen nada por los derechos de las mujeres, desde el movimiento en las calles se ha logrado investir al Feminismo de una dimensión global y de un horizonte estratégico, construyéndose como un grito de impugnación general del sistema capitalista y de las injusticias sociales.

Si algo nos ha dejado el proceso de preparación de la huelga ha sido, por encima de todo, los baluartes de lo colectivo, el comienzo del fin del  aislamiento y el redescubrimiento de lo común  frente a la individualización capitalista  y patriarcal. Porque no podemos dejar de insistir en que en la actualidad el patriarcalismo funciona de forma estrechamente imbricada con el capitalismo, de tal modo que es necesario investir al movimiento Feminista de una perspectiva donde se le  relacione con el anticapitalismo, el ecologismo y el soberanismo, porque sin esta visión integral los avances de cada uno de estos  movimientos continuarán siendo limitados.  

Fundamentalmente porque el poder de los movimientos sociales internacionalistas  de liberación igualitaria son una de las principales vías, o tal vez la única a vía,  para lograr la superación democrática de la catástrofe humana y ecológica,  nuestro poder no puede ser delegado ni condicionado, y el Movimiento Feminista ha demostrado este 8 de marzo que posee la fuerza necesaria para hacer frente a la  violencia machicapitalista y para exigir que la  que la defensa de la vida de las personas y del planeta se sitúe en el centro de la economía y de la política mundial.

 

Laura Pedernera

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