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¿Nacionalismo o negacionismo canario?

El CoVid19 ha llegado como un auténtico terremoto de 10 en la escala de Richter y hasta los países mejor potenciados han visto tambalear sus cimientos. Canarias, obvia y desgraciadamente, no está entre los más fuertes, y no por falta de potencial sino por dejadez institucional.

No hace falta ser experto en ciencias políticas para saber que un país, entre menos social y nacional es, más debilitado se encuentra frente a las injerencias externas y oligarquías caciquiles del propio territorio. Si la clase obrera y sus representaciones políticas y sindicales no tienen cierto nivel de empoderamiento, todo lo que obtiene el país son restos. Restos y mucha explotación. Eso es precisamente lo que vive el Archipiélago Canario día a día.

En medio de todo este derrumbe progresivo y constante, celebrado y en parte auspiciado por las multinacionales depredadoras del sistema capital, asistimos a otro patético intento de engaño a la clase obrera canaria por parte de los partidos de siempre, los de la manida partidocracia colonial, ahora representada gubernamentalmente por el «Pacto del Rabo de Gato» (PSOE-Nueva Canarias-ASG-Podemos).

Su plan de choque ante tamaña crisis que vivimos y seguiremos viviendo durante un gran tiempo genera entre risa (por no llorar) y profunda rabia para cualquiera que comprenda un poco como se desarrolla un país. Dicho plan, avalado por la oposición también, tiene a dos partidos «nacionalistas canarios» entre sus firmantes: Nueva Canarias y Coalición Canaria. Del mismo modo, también encontramos un partido insularista disfrazado de «Robin Hood», pues en palabras de su propio cabeza de lista, Casimiro Curbelo, «trabajan para Canarias y para dar poder a las islas no capitalinas»: Agrupación Socialista Gomera (ASG).

Teóricamente nos encontramos ante tres partidos que dicen representar el sentir del pueblo canario y su deseo de soberanía. Dos de ellos, además, a pesar de estar plagados de «viejas glorias», se venden como innovadores y reformistas, además de socialistas, uno prometiendo exigir soberanía a la metrópoli y otro asegurando acabar con las desigualdades existentes entre islas capitalinas y no capitalinas. El tercero en discordia, más conservador, galopa, según ellos, entre la defensa de la «canariedad y la toma de decisiones desde el Archipiélago» y un proyecto de «nacionalismo respetuoso y correcto con el Estado».

Pero, del dicho al hecho va un trecho, como dice el refrán. Si observamos la práctica, desde la formación de estos tres partidos hasta ahora, y los antecedentes de muchos de sus miembros, toda esta teoría se cae al piso. Se puede decir sin género de dudas, que más que nacionalistas canarios nos encontramos ante negacionistas canarios. Partidos que dicen llevar a Canarias por bandera cuando lo que realmente hacen es sostener un sistema servicial y tremendamente infectado de corrupción.

Si un buen partido nacionalista debe tener como pilares el respeto absoluto por su pueblo y la tierra que pisa, y debe basar su política en el empoderamiento del conjunto de su sociedad (clase obrera …) ¿Cómo podemos aceptar la definición de nacionalistas para estos partidos que están muy lejos de realizar políticas de soberanía nacional?

Con este nuevo plan se refleja que están aceptando el sostenimiento de un sistema claramente desfasado, nada social, muy clientelar y cero representativo del sentir de la sociedad canaria y sus ganas de empoderamiento y obtención de voz y voto allá donde se tomen políticas que afectan a Canarias, empezando por el propio Parlamento del país canario. 

Si Canarias está tan mal es porque durante todo este tiempo se han dedicado a mercadear con el país y ejecutar lo que multinacionales, oligarcas y caciques, y personajes con despachos en Madrid y Bruselas, han deseado que se haga o se elimine del Archipiélago.

¿Qué hacía Coalición Canaria cuando se destruyó desde la UE toda la industria pesquera y se dejó las aguas del Archipiélago a merced de lo que dicte Madrid y Rabat? ¿Qué hacía Nueva Canarias cuando empresarios como Kiessling decidieron que en esta tierra hacía falta una horrible Ley de Suelo para sus chanchullos? ¿Qué hacían mientras Canarias se convertía en destino de turismo sexual, convirtiéndose en el prostíbulo africano de la UE y la droga arrasaba con miles de jóvenes canarios, con estamentos policiales y empresariales de por medio incluso?

Su actitud no es de respeto nacional, mucho menos de mentalidad socialista. Su actitud casa con la negación de Canarias como algo más allá de una tierra para vender y unas personas para servir al turista y los «señoritos» adinerados. No se puede ser nacionalista y tener el país famélico de industrias y empleo. No se puede ser socialista y condenar al desempleo, fracaso escolar, malvivir, prostitución, drogas y una Sanidad privatizada y destrozada, al pueblo, la clase obrera canaria. 

Se han apropiado de unos símbolos, unas ideas y un sentir que son de todos y los han desvirtuado para llenar de «rabo de gato» la conciencia y espíritu del pueblo canario. Promesas vacías, bolsillos ajenos llenos.

Negar a Canarias no es nacionalista, es negacionista. Si tu papel es contrario al país, no eres nación, eres antinación. Reniegas de tu pueblo y colaboras con quien lo subyuga dentro y fuera. Ni si quiera tienen defensa bajo el prisma de clásicos partidos nacionalistas de ideología burguesa puesto que, ¿de verdad nos debemos creer que Coalición Canaria es un homónimo canario del PNV? ¿Qué Nueva Canarias representa a Canarias como hace Esquerra Republicana de Catalunya? Evidentemente no. Y cuento aparte el de Curbelo y su «Canarias más justa y que piense en todas las islas y no solo en dos», queriendo hacer creer que no hace precisamente lo que critica, que es caer en insularismo barato y perpetuación de los sistemas clientelares que infectan el Archipiélago. Habría que recordarle que procede del PSOE, partido profundamente centralista, españolista y que se ha comportado siempre como una mera sucursal de Madrid, no llegando tan si quiera a presentar un mínimo de batalla al estilo del antiguo PSC en Catalunya.

Negar a Canarias también es una muestra clara de no ser socialista, sino defensor de un profundo sistema neoliberal. Es ver a la clase obrera y la tierra que pisas como objeto de venta cuya única posibilidad de dignidad es malvivir de camarero y tener infinidad de hoteles a pie de playa. El socialismo empodera y construye, no mercadea y come migajas. Ni si quiera se llega a socialdemócrata con esa actitud pasiva y colaboradora, donde solo se alza la voz (relativamente) para nimiedades o cuando el pueblo presiona un poco, para luego actuar de cortafuegos.

A la luz de todo ello, lo más sincero y valiente es admitir que los partidos «tradicionales» que se dicen ellos mismos nacionalistas y/o luchadores de una Canarias empoderada y más justa, dopados por dinero foráneo o caciquil y aceptados más fácilmente por el votante promedio por tergiversar y endulzar las dolorosísimas y extremadamente preocupantes verdades, no son más que negación al Archipiélago. Negación de ser, negación de derechos y obligaciones.

Las alternativas existen, se están forjando. Y aunque no fuera así o no se creyera en ello no serviría de excusa, porque con ponerse a construir se acaba el problema. No hay más que tener ganas por cambiar, por revolucionar Canarias, y se encuentran las claves, y no son precisamente las sucursales de partidos madrileños. A Canarias la cambia Canarias. A Canarias la revoluciona su clase obrera. Esperar a que la partidocracia colonial haga algo verdaderamente decente es esperar que el chacal se apiade de la gacela herida. Pero Canarias no es una gacela herida, es un León del Atlas, el más grande de los felinos africanos. Poniéndose a trabajar se le quita al León el miedo sin sentido que le tiene al chacal. Con ganas de construir y no de verlas venir, se empiezan a destruir los problemas del Archipiélago.

Eso es nacionalismo, no construir hoteles hasta en volcanes y pagar para ridiculizar al pueblo en televisiones «públicas» o plantar pinos que luego se quieren talar para proyectos particulares sin consulta popular y dejar que cierto alemán intente ventilarse un yacimiento arqueológico para montar un circo acuático.

Alejandro José 




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