Coalición Canaria: poder y decadencia en las Islas
Fernando Clavijo no sabe donde posarse. Las encuestas, que desangran a Coalición Canaria, lo colocan en una situación muy complicada, puesto que toda la estructura de poder construida a lo largo de 25 años se puede diluir y quedar en nada (o en muy poco). La situación lo lleva -a la desesperada- de un caldero a otro en los fogones de la política isleña, como si se le fuera a quemar el excéntrico puchero que, dentro de la agenda de actos del mal llamado “Día de Canarias”, vino a prepararle Ferrán Adriá.
Para Clavijo, la cuestión es sencilla, aunque la maniobra es bastante compleja. Por un lado, salvar al aparato político y a los “fieles” de la causa de este pseudonacionalismo de postal que representa Coalición Canaria; y, por el otro, conseguir que no se rompa el vigente pacto colonial con la metrópoli; pacto que les ha dado el poder desde hace muchos años sin necesidad de mayorías absolutas o, lo que es peor, sin ni siquiera tener que ganar las elecciones. Un pacto que ha subsistido gracias a que el Partido Popular, la mayoría de las veces, y el PSOE, cuando fue menester, se turnaron en garantizar la estabilidad colonial en el Archipiélago, permitiendo que un supuesto partido nacionalista gobernara las Islas y, de esta forma, “apaciguar” esa cosa que algunos denominan canariedad y que -en última instancia- parece ser difícil de asimilar a lo español. De esta forma, la virtualidad de un gobierno de supuesta obediencia canaria ha permitido adormecer y reconducir toda esa carga identitaria -como bien ha hecho CC- por medio de un folclorismo que, con los años, se ha terminado desgastando a causa del continuado abuso de tópicos y lugares comunes. Sin duda, quedarán para la historia los grandes logros de Coalición Canaria: el único partido de los llamados nacionalistas que ha podido gobernar en alguna de las “comunidades autónomas” del Estado en minoría y en solitario. Una proeza que dice mucho de la importancia que tiene en la agenda política española la estabilidad en la ultraperiferia.
Aunque sabemos de sobra que a los de Coalición les quedan recursos y cierta capacidad de combate (no entregarán el poder fácilmente), la crisis política que sufren es innegable. Por más que les pese a los de Coalición y a Clavijo, el panorama político está cambiando en las Islas. Vemos, por ejemplo, cómo irrumpe con fuerza una opción política enemiga de “lo canario” y, por ende, profundamente españolistas y centralistas, como es Ciudadanos. Aunque todavía está por ver el papel que jugará dicha organización cuando llegue al Parlamento de Canarias.
Dadas las circunstancias, la cuestión -para el premier Clavijo- será mantener en equilibrio las ambigüedades ideológicas de un “nacionalismo” que debe alimentar las lealtades antinómicas de un electorado que nunca ha formado un cuerpo único. Por eso, Clavijo tiene que hablar para unos y para otros; hablar para el votante nacionalista que “habla canario”, y hablar para los votantes que tienen su referencia en la derecha insularista de ATI.
Clavijo tendrá que hablar para todos, y, desde luego, para esa clase empresarial oligárquico-cosmopolita que solo entiende de “usos” del territorio, de negocios de importación-exportación y que, por lo tanto, solo sabe predicar la religión de la “sagrada subvención”. Por último, y no es menos importante, Clavijo también tiene que hablar para España; hablar con la contraparte del pacto colonial, garantizar la pax isleña y, como prebenda, los Presupuestos Generales del Estado.
Esa necesidad de conectar con sujetos tan diferentes es la que lleva a Clavijo a mantener un discurso distorsionado. Un discurso que -como en ese mal llamado “Día de Canarias”- reivindica eso que reclaman como “hecho diferencial canario”, brindándonos el absurdo de que “Canarias es un país dentro de España” (Clavijo dixit). Una afirmación que obvia la relación asimétrica colonial; es decir, los diferentes desajustes entre la metrópoli y Canarias. Al mismo tiempo, sin arrugársele el patriotismo isleño, Clavijo reclama “un frente común de las principales fuerzas políticas y de todas las comunidades autónomas” para “actuar juntos” contra las pretensiones independentistas de los catalanes. Ahí es donde ese “nacionalismo canario” de Coalición saca su ánima española y la carga ideológico-reaccionaria de profundidad que alimenta sus entrañas.
El nacionalismo de Clavijo pretende ser nacionalismo canario y nacionalismo español. Pretende ser la solución definitiva de cualquier conflicto -el “final de la historia” de las Islas-, el encaje imposible de Canarias con el Estado. Clavijo quiere ser garantía de orden para España; es decir, garantizar la fidelidad isleña y, al mismo tiempo, servir de “cabo de varas” de esa España invertebrada y decadente que vive sumida en una crisis irremisible a causa del Procés catalán, la corrupción y muchas otras cosas.
No son nacionalistas
Lo que está claro es que Coalición Canaria no se puede permitir un ejercicio de nacionalismo real y comprometido con Canarias. No son nacionalistas. Solo se han dedicado a gestionar un espacio político que ellos mismos han terminado por desgastar. Ahora, al menos según las encuestas, parece que se les está cumpliendo el tiempo, sus 25 años de controlar el Archipiélago; 25 años en el que muchos y variados pudieron ser los recorridos de esta tierra, pero ellos eligieron la condescendencia con la depredación del territorio y la desposesión de la población. Aunque, pensándolo bien, muy poco podían hacer, al fin y al cabo, lo que hicieron fue cumplir con su particular papel, obedeciendo a su ideología y a su tradición, siendo -en definitiva- honestos con su sentido histórico.
Desgraciadamente, aunque los de Coalición Canaria sean sustituidos por una fuerza o pacto de fuerzas de corte estatal o “local” (de derechas, de izquierdas o en forma de combo musical variado), en Canarias no cambiará nada. Sin superar la realidad colonial, tampoco será posible superar las lógicas de explotación colonial. Es decir, superar la profunda desigualdad y la cronificación de la miseria en las Islas. De hecho, es esa miseria -la gestión de la pobreza- la mejor garantía de orden y sumisión. Tanto es así que no dudamos en afirmar que el gran negocio en Canarias no es el turismo, sino la administración de la pobreza. Sin el empobrecimiento de una gran mayoría, ningún pueblo seguiría siendo testigo -casi mudo- del expolio y del saqueo del territorio, de unos recursos que son limitados, y del alejamiento de cualquier esperanza de vida colectiva digna. Al pueblo canario se le despoja de todos aquellos elementos materiales que garantizan condiciones de vida aceptables y, a cambio, se le ofrece una canariedad fosilizada. Canariedad a la que se le ha extraído cualquier componente que sea capaz de apelar a una subjetividad que trascienda la resignación y el conformismo.
Desde nuestro punto de vista, no hay alternativas dentro del actual modelo autonómico. El Parlamento de Canarias se estructura como un enorme bloque colonial del que no escapa ninguna fuerza política con representación institucional (¡¡¡NINGUNA!!!). Romper con eso solo será posible si se plantea algún tipo de ruptura con el modelo político actual, lo que, sin duda, implica entrar en conflicto con el Estado, y eso sería el fin para los que viven bien de lo público y de los buenos negocios que deja la dependencia.
Tampoco sería posible una ruptura a medias, un navegar entre dos aguas, eso que han defendido los que denominamos pseudonacionalistas de izquierdas. Un “nacionalismo” que habla también de país y de nación canaria, pero sin abordar la contradicción fundamental que sufre el Archipiélago: la cuestión colonial.
Controlar el pasado
Nadie, ni esa supuesta “izquierda canaria” ni, obviamente, la derecha colonial desea una ruptura con el modelo político actual. Una ruptura que nos permita escapar de una realidad dominada por inercias políticas agotadas. Por más que nos pese, en esta tierra las débiles proyecciones de libertad siempre se orientan hacia el pasado -hacia algo que queda a nuestras espaldas-, mientras que el futuro se nos torna nebuloso, sin horizontes, sin esperanza.
Sin duda, Clavijo y Coalición Canaria tratarán de controlar el pasado para eternizarse en el presente. De hecho, la batalla por el pasado ha sido y será la batalla ideológica más importante que han vivido estas Islas desde su violenta incorporación a Castilla.
Por lo pronto, en medio de toda esa desidia -al ritmo que marca el saqueo y la desposesión-, permanecemos expectantes. Veamos qué sucede. Aunque, por otra parte, es muy probable que no pase absolutamente nada. Las fuerzas que tienen que despertar de su letargo para dar sentido a un nuevo tiempo siguen dormidas; y lo que es peor, da la sensación de que nunca les termina de llegar su hora.
¿Realidad colonial? Uf. Cada vez que veo a un soplachicken agitando las banderas me da grimita ¿Que hace que un «nacionalismo» sea mejor que otro? ¿Es que el bueno siempre es el de «aquí»? He escuchado a auténticos soplagaitas insistiendo en que su «nacionalismo» consiste en no «ser menos» que los otros nacionalismos.
Y yo me cago en todos los nacionalistas. Son ustedes unos tarados con intereses muy sectoriales.