Lorzas (y II)
José y yo nos volvemos a ver, todavía le queda por contarme parte de su relato y quiere finalizar con un mensaje para todas las personas que han leído su relato
José me llamó una semana después de vernos por primera vez, quiere que volvamos a retomar la entrevista todavía le quedan cosas por decir y un mensaje para toda la sociedad. “Quizás sea una bobería y no sirva para nada, pero si mi experiencia puede ayudar, aunque sea a una persona más me daré por satisfecho”.
Lorzas (I)
Vuelvo a coger la guagua con destino a la bella villa de La Orotava, hoy el día está más frío y las nubes amenaza con descargar en cualquier momento, aceleró el paso pues unas tímidas gotas comienzan a caer, llego a mi destino y hay lo vuelvo a ver, chocamos nuestras manos como si nos conociéramos de toda la vida y es que como dice José: “conoces ya más cosas de mí y de mi vida que la mayoría de las personas que me conocen”. Sin más preámbulo, pedimos nuestros barraquitos y dos roscos de guayaba, el camarero nos lo sirve y José retoma su historia.
Mi abuelo y mi abuela entendieron que necesitaba la ayuda de un profesional dado que temían que la próxima vez consiguiera mi objetivo y me quitara la vida, les dije que no hacía falta, pero aun así fuimos al médico de cabecera y fue sincero con nosotros: “los psicólogos del servicio canario de salud se encuentran saturados así que no sé cuándo podrán recibirte, quizás sea en 15 días como en varios meses”. Nos miramos entre nosotros, y mi abuela le dijo que no pasaba nada, pero que necesitaba que su niño fuera atendido, salimos del médico y llegamos a casa.
Una vez llegue me encerré en la habitación, me puse a reflexionar si mi problema venia de estar “GORDO” debería hacer todo lo que estuviera en mi mano para que eso dejará de pasar, me puse a leer libros de nutrición y me dije a mi mismo: “si como menos y hago ejercicio a diario, bajare de peso y así mis problemas se irán dado que dejare de ser un GORDO”. Así lo hice, cada día hacía más ejercicios mientras mis raciones de comida se veían cada vez más reducidas, deje de comer muchas cosas, y pase a beber sólo agua con un poco de azúcar y varias gotas de limón.
Mi abuela fue la primera en observar que algo estaba mal: “José, debes de comer algo mi niño, te me vas a poner malo”. Yo la ignoraba. ¿Es que acaso quería verme gordo? ¿Es que no se daba cuenta de lo “GORDO” que estaba? Comencé a cogerle asco a la mujer que daba la vida por mí, y me cogí la paranoia de que ella me estaba poniendo grasa en mi bebida, sé que es absurdo, pero lo creía, inclusive en ocasiones me parecía que la veía hacerlo y montaba en cólera, la ropa me quedaba larga, pero para mí me quedaba requitanda lo que conllevo a que dejara inclusive de beber agua hasta que un día salí a correr, me desmaye y me llevaron al HUC.
En el HUC me realizaron múltiples pruebas y analíticas, salió que padecía una anemia grave y que me faltaba un montón de nutrientes, ya mi cuerpo comenzaba a fallar y me encontraba en un estado crítico. Los médicos hablaron con mi abuela debían de ingresarme o en breve la muerte me visitaría, ambos lloramos y acepte el ingreso.
Durante varios meses, el hospital se convirtió en mi casa cada gramo que ganaba de peso era un suplicio, pero también me acercaba a la recuperación y a salir de mi infierno personal, aquí conocí a mis salvadores un psiquiatra y un psicólogo que me sacaron del foso, poco a poco volví a la normalidad, salí, pero hasta pasado dos años no conseguí el alta.
Cuando salí comencé a reconstruir mi vida, pude reencontrarme con el amor de mi juventud, con la que actualmente vivo y tenemos un precioso hijo en común, todos los días visito a mis abuelos dado que sin ellos estaría también muerto, y lo más importante ya me quiero, ya me amó y ya me acepto.
«Me gustaría dejar dos mensajes, uno para todos los partidos políticos y otro para toda la sociedad»
Para los partidos políticos, son ustedes los que tienen el sartén por las manos dado que controlan tanto la sanidad como la educación, necesitamos una mejora sustancial del servicio de salud mental, un aumento significativo de psicólogos en la sanidad pública y unas leyes antibullying más estrictos en los centros escolares, los que deben salir de los centros son los acosadores y no las víctimas.
Para la sociedad, vivimos en un mundo diverso, donde cada persona es diferente y educar a los jóvenes en el respeto debería ser prioritario, no somos meros cuerpos somos algo más y prejuzgar nos llevará solo a una sociedad egoísta, falsa y cruel.
José termina su relato, nos quedamos callados y nos iremos, se levanta y nos fundimos en un abrazo parece que se ha quitado un peso importante y no puede dejar de llorar, pero estas lágrimas son sanas pues terminan de arrastra los fantasmas del pasado.
Jesús Socas Trujillo