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Para ustedes

Hoy me siento cansada. Y me acuerdo de una expresión de mi abuela: “me duele el lomo de tanto cargar”. Han pasado años, pero padezco el mismo dolor que ella y lo que es más doloroso aún para mi consciencia, es saber que este dolor es causado por la misma razón. Ella, mi madre, mis tías, sus vecinas, las mías y yo, compartimos el mismo dolor y la misma razón. Es decir, compartimos la misma experiencia a lo largo de nuestra historia.

Aunque con grandes diferencias para algunos y algunas (yo no considero que esa diferencia exista) mi abuela y mi madre cargaban leña, comida para animales, cubos de tomates, papas, almendras y todo lo que la tierra les ofrecía. En cambio ahora yo, cargo bandejas, carros de ropa sucia, mercancía de todo tipo que llenan estanterías y almacenes. Cargo todos los días productos venidos de afuera que enriquecen mayoritariamente a empresas extranjeras o gente de mi tierra que se comporta como sus familiares con títulos caciquiles. ¡Ay Dios! Siento un dolor tan grande que tengo ganas de llorar, pero no puedo hacerlo.

Me educaron por una parte para ser fuerte, luchar contra mis dolores y penas y por otra parte, me educaron también para que no perdiera nunca mi sonrisa ni dejara de sentirme orgullosa de mi misma y de mi raza[i]. Y soy una buena descendiente orgullosa de mi origen. Aunque me critiquen y no me entiendan porque le molestan mis palabras, deben saber que yo vengo de una estirpe de hombres y mujeres valientes con sus corazones llenos de amor.

Por eso todos los días, cuando me despierto doy gracias a Magec y a las divinidades que me acompañan y protegen. Doy un beso de buenos días a los amores de mi vida y pido a los espíritus de mis familiares y antepasados que nos protejan y acompañen. Le digo al tesoro que poseo y que parí, que escuche siempre a su corazón. Le explico que aunque por un instante sienta miedo, no debe dejarse vencer. Tiene que salir a la luz con fuerza, alegría y amor. Una personita como ella, con un origen como el suyo, tiene mucho por hacer, disfrutar, conocer, enseñar y recordar. Ríe mi pequeño tesoro cuando me escucha con atención, sonrío yo al observar que me entiende y sonreiremos todos los de mi casa, pues sabemos que llegará el día en el que podremos ocupar nuevamente el lugar que nos corresponde y del que por el momento nos tienen alejados con las cadenas invisibles, pesadas e hirientes.

¡Tengo que descansar! Ya es tarde y a esta hora no sólo me duele el lomo, sino que también me duele el corazón. ¡Cuántos recuerdos! Alegría, tristeza, amor, desamor, amistad, enemistad, confianzas, desconfianzas, bienvenidas y despedidas.

¡Cuántos conocimientos ignorados! ¿Qué pretenden ellos y ellas que me crea? Y todavía a estas horas vienen estas personas a decirme quién soy yo. ¿Cómo son tan sinvergüenzas para pretender que yo me crea que soy quién ustedes dicen? Pues no señores y señoras, soy yo la que va a decirles a ustedes quién es esta mujer. Repitan su nombre en alto. Reciten sus hazañas si quieren. Pero yo ahora no quiero escucharles más. Yo ahora grito y seguiré gritando quién soy. Sé muy bien cuál es mi nombre, quién me parió, me crio y de dónde vengo. Tengo muy clara mi identidad. La tengo grabada en mi memoria. La comparto con los míos. Son ustedes quiénes la ignoran. Son ustedes los que no se responsabilizan ni la reconocen. Son ustedes los que no saben qué tierra pisan. Son ustedes los que no conocen ni reconocerán a quiénes durante siglos han tenido enfrente sin sucumbir ante nada, esclavizándonos e intentando impedirnos avanzar como personas y pueblo libre.

Esta mujer que se dirige ahora mismo a ustedes tiene la forma de esta tierra. Es pequeña, fuerte y con curvas generosas. Por eso les pido que me escuchen bien y tengan cuidado, pues al no estar acostumbrados a tener este tipo de tratos, puede que se mareen. Conmigo pueden descender por barrancos y ascender hasta llegar a las más altas cumbres. Y si tienen suerte y ánimo además, podrán disfrutar de mi caliente lava que marcará un nuevo camino borrando las antiguas cicatrices. Sus espíritus sentirán junto al mío que muy pocas veces tuvo tan cerca un alma tan fuerte y pura. De esta afirmación estoy segura y la afirmo y reafirmaré siempre sin vacilación. Yo desciendo de abuelas que parieron en sus casas y en el campo. Ellas no sólo amamantaron a sus hijos e hijas sino que también, alimentaron a los hijos e hijas de las que se secaron. Mis abuelas fueron mujeres orgullosas de sus pechos caídos y molidos como zurrones. Mujeres que con sus manos cortaron y curtieron pieles, tejieron juncos y hojas de palma. Ellas aprendieron de sus antepasados a coser tamarcos y a trabajar el barro. Conocieron sus montes, sus plantas. Supieron aprovechar desde el respeto todo lo que la naturaleza les daba ya que se sabían parte de la misma. Vivieron, por tanto, en contacto directo con las divinidades protectoras de esta tierra.Todas ellas decoraban sus rostros bonitos con amplias sonrisas y con los años a éstas, le añadían lindas arrugas que representaban una vida plena. Vida que vivieron a veces con penas y otras con alegría. La mujer que se dirige a ustedes, desciende de esas mujeres respetadas, amadas y escuchadas por sus antepasados. Pero violadas, humilladas y esclavizadas por otros y otras que se creyeron que podrían domarlas y anularlas. Hoy día agradezco estar viva para poder limpiar mi historia. Debo sacar a la luz todo mi dolor, todos mis resentimientos y pensamientos negativos para poder llenar una nueva página en mi historia personal y en todas aquellas historias que de alguna manera están ligadas a la mía. Ustedes señores y señoras que se creen dueños y dueñas de sus verdades y las mías, no consiguieron borrar de mi memoria a las personas que trabajaron sin descanso la tierra que piso. Todavía hoy mi cuerpo siente el cansancio de ellas cuidando sus casas y sus animales. Todavía hoy el silenciado sufrimiento por las penurias que padecían resuena en mis entrañas. Pero hoy yo como ellas ayer, tengo mi cabeza levantada y sonrío. Pues sé cómo ellas sabían, que algún día sus descendientes, que son también los míos, dejarán de tener amos.

Aquellas mujeres y yo somos herederas culturales de mujeres que no tuvieron tiempo para deprimirse. Nosotras sólo dejaríamos de comer en tiempos de escases para alimentar a los que amamos y no para someternos a modas. Rieron aquellas mujeres y reímos todas las mujeres que de ellas descendemos porque estamos orgullosas de nosotras mismas. Somos mujeres bonitas, con arrugas, con curvas suaves que te animan al abrazo y al amor sin artificios. No fuimos ni somos aspirantes a ser señoras. Ya nacimos mujeres respetadas en nuestra cultura. Por eso les pido a los hombres que descienden de ellas y a todos aquellos que forman nuestro pueblo y que saben que lucharon junto a nosotras, por nosotras y nuestros descendientes, que vuelvan a respetarnos. Que se sientan orgullosos de quienes son, de dónde vienen. No podemos olvidar que juntos formamos este pueblo.

¿Sabes ya quién soy?

Mi nombre no importa. Sólo quiero que sepas que soy una mujer canaria. Una mujer orgullosa de sí misma y que seguirá alzada hasta que su pueblo vuelva a ser un pueblo de hombres y mujeres libres. ¡Qué se sigan escuchando los silbos, el bucio, los tambores, las chácaras y los tajarastes!

¡Luchemos otra vez juntos hombres y mujeres de esta tierra! Es nuestra identidad y libertad como individuos y pueblo la que está todavía en juego. Reunámonos nuevamente en el tagoror. Que nuestros oídos vuelvan a escuchar la llamada.

Ahora sí que ya esta mujer se despide. El cansancio me impide seguir en pie por hoy. Pero no te preocupes hermana ni tampoco lo hagas tú, hermano, que mañana tempranito estaré al lado de ustedes como siempre, ALZADA.

 

 

 

Banessa Bethencourt Mesalinea azulia

[i]Nota aclaratoria: La autora hace uso de una expresión coloquial entre la gente de su tierra gomera. No es una expresión racista y por tanto no menosprecia a ningún ser humano. Simplemente es una expresión que se utiliza para diferenciar a unos de otros sin que ello implique creencia en la superioridad o inferioridad de uno/as sobre otro/as.

 

 

 

 

 

 

Un comentario en «Para ustedes»

  • Gracias Banessa. Gracias por tus palabras que denuncian el maltrato que hemos padecido y padecemos en esta colonia y como hablas de un sentimiento que tenemos todas las personas que somos de esta tierra. Un sentimiento de expolio y explotación que llevamos enquistado en nuestro subconsciente, heredado de nuestros abuelos y padres. Un sentimiento que se sigue alimentando porque hoy cambian los empleos y las modas pero seguimos sufriendo como antaño, mientras otros se enriquecen a nuestra costa. Estoy seguro que pronto volveremos a estar conectados y orgullosos de nuestros orígenes como pueblo. Gracias a textos como el tuyo va creciendo esta red que nos alimenta y nos conecta con ese sentimiento y con nuestros origenes. Viva Canarias Libre!!!

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