Literatura

Poema desnudo

Me delata el búho ciego

en la noche quebrada.

Sabe de mí la encrucijada

volviéndose camino.

Cuenta mi trama la noche

con copas que son para nadie,

vuela taciturna la libélula,

 y el insecto común me llama.

Apenas vale la pena un vocablo,

pero prende de su ser toda cosa,

me dispensa a veces una luna austera,

millones de brillos que luzcan por ella.

Mi pasión de universo finito,

un arrebato de espuma en nebulosa,

cuando soy todo lo que se nombra,

escribiendo oscuro todo lo claro que pende.

 

La calmada entrega de calendarios vencidos,

andando en marcapasos los rincones del suburbio,

me descubre el reloj rutinario,

con su carroña de minutos despojados,

conoce de mí la incertidumbre,

volviendo en lumbre lo probable.

Yo soñé con otro cuarto,

en un cuarto distinto

cuatro paredes de distinto sueño,

en único parpadeo fugaz

hasta el final del jadeo.

Lúgubre mi paso sobre el día pesado

-como el camino-

se convierte en trayectoria,

Donde migran mis pies,

al país pensado.

 

Necesitaba un poema seco;

Un poema desnudo temblando al viento,

un poema largo de pies colgantes,

reposo místico de grata entrega.

Como dispensan gavetas de recuerdos,

los hombres con tiempo…

Llueve nieve en las cascadas de mi sien

por donde el tiempo me encuentra.

-A veces aclaro mi tibia voz de mediodía-

en las noches largas de luna clara

con la charla cercana del nuevo poema.

Le es familiar a mi poesía la labor de taller,

sudor de mis dedos fríos

por la blancura de algodón quimérico

De la hoja desnuda.

Garabateo por designios impropios,

el lenguaje ateo de mi corazón remendado,

nadie se conjure al amor de labios suspensos,

si nunca ha besado.

Que nadie otorgue la solemnidad a lo muerto,

si nunca estuvo vivo.

Que nadie cante a la claridad sin pasado de sombras,

de sobra ya se sabe la labor de taller…

Del poema desnudo.

 

Adolfo Ibáñez-Batista

 

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