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Problemas personales y colectivos: las drogas y la transformación de la sociedad

Los jóvenes tienen un problema muy grave al que deben hacer frente cuanto antes, o la cosa solo puede ir a peor. Sus problemas psicológicos frecuentes, es decir, por resumir algunos muy brevemente: inestabilidad emocional, depresiones, estados anímicos que no llegan a ser depresivos, pero si cercanos a ellos, confusión mental, falta de claridad en cuanto a ideas o entendimiento de su propia realidad, falta de concentración, grandes altibajos emocionales y psíquicos… y lo que de estos estados mentales acarrea generalmente: malestar e incomodidad general, desesperanza, pesimismo, fracaso escolar o de cualquier proyecto que intenten llevar a cabo, problemas de actitudes con sus seres queridos.

No relacionan estos problemas con lo que es, si no la causa directa, como sucede en muchos casos, posiblemente en la mayoría, sí, un agravante de enorme proporciones: el consumo de drogas y los excesos. Relación que no hacen aunque esta sea más que evidente. Para cualquier mente es extremadamente peligroso estos consumos, pero para mentes en procesos de formación, es decir, de entre 13 y 26 años aproximadamente por situarnos mínimamente, aunque sorprendentemente cada vez son más jóvenes, el daño de un consumo de drogas prologando en el tiempo puede ser extremadamente grave, principalmente para el consumidor que es el principal afectado, y posteriormente para su entorno y seres queridos, daños que llegan a ser desde el principio irreparables. «No pasa nada”. “Es la edad”. “Cuando quiera lo dejo”. “Solo de vez en cuando”. “Solo los fines de semana»…  Son frases, además de estúpidas y falsas, sumamente peligrosas. 

Si me permiten usar un término cristiano, el infierno que viven muchos jóvenes, lo mal que se sienten, sus estados mentales que se van agravando con el tiempo es algo que va pasando de lo leve en un primer momento, a lo terrible e insufrible según se prologan el consumo, que no se le puede desear a nadie, sino más bien todo lo contrario, se debería combatir con todas nuestras fuerzas desde la empatía, la solidaridad y el apoyo mutuo contra uno de los principales monstruos y enemigos a los que se enfrentan hoy en día la juventud sin, desgraciadamente, tener las herramientas para hacerle frente, entrando aquí nuestra responsabilidad, pero de esto ya hablaré más adelante.

Como digo al principio del artículo. No se relaciona algo que es evidente, como es el consumo de drogas (sobra decir que aquí se incluye el alcohol, como uno de los potenciales depresivos y degeneradores psicológicos y neuronales con una fuerza contra el consumidor como pocos, a la par de su enorme poder adictivo que cuando te vienes a dar cuenta es demasiado tarde) con el deterioro mental y estados caóticos y deprimentes. Es nuestro deber, lejos de paternalismos hipócritas, empatizar y solidarizarnos con los jóvenes, informarles de cuál es la realidad de estas sustancias, de que no es divertido, sino destructivo, como estarán viviéndolo en sus propias carnes, aunque no lo relacionen, y a quién beneficia una juventud destrozada, zombi, inconsciente, autodestructiva, vacía de la energía característica de la juventud; viviendo un infierno personal del que intentan evadirse con más drogas. Lo que acarrea más problemas, y así sucesivamente en una espiral que los destroza psicológicamente, y que beneficia, como digo, a los que prefieren una juventud drogada y de fiesta en fiesta, a una juventud combativa, enfrentándose a sus problemas, y a los de los suyos, desde una mente despierta, limpia, sana y preparada, llenos de energía.

Es nuestro deber dejar de hacerle el trabajo sucio al gobierno de turno y de alinearnos con los enemigos de nuestros barrios y más jóvenes, difundiendo una visión de las drogas idealista, metafísica, pseudoreligiosa, e incluso rebelde. No puede haber nada más antirrevolucionario, más reaccionario, más anti-clase obrera que el consumo de drogas. Si analizamos las teorías de quienes las defienden, podemos verlo claramente. Es un mensaje que contradice todos y cada uno de los postulados de emancipación revolucionario. Pero es que incluso si nos atenemos a la realidad material, también podemos ver esto muy claramente.

La cumbre de la alineación y la falta de espíritu crítico ha llegado a tal extremo de derrota de nuestra clase, que podemos ver hasta un orgullo de autodestrucción, de autointoxicación, de autoenvenenamiento, que acarreara todo el sufrimiento que vendrá después o que ya está ahí pero se intenta tapar con una huida hacia adelante de mas autodestrucción, y el desarme de una juventud que debería ser la punta de lanza de las luchas revolucionarias, y que en algunos casos es así; no todos los jóvenes son clones unos de otros, no se puede generalizar, pero desgraciadamente no en el número que debiera para hacer frente a sus realidades personales y colectivas.

No quiero extenderme mucho mas, no creo que sea necesario. Estoy convencido de que es hora de tenderle la mano a nuestras compañeras y compañeros más jóvenes, y estos, a su vez, hacerle frente a las armas que usan contra ellos en lugar de enorgullecerse de dejarse arrastrar por la corriente del río, y combatir, con fuerza y firmeza, el ocio alienante, capitalista, reaccionario y autodestructivo en lo personal y en lo colectivo como he dicho anteriormente, con la fuerza que históricamente los movimientos revolucionarios han combatido esta plaga.

En nuestras manos vuelve a estar el ser actores pasivos de la destrucción de nuestro pueblo, o posicionarnos y no callar, por muy impopular que en un primer momento puedan parecer nuestra postura. ¿Desde cuándo esto nos debe importar cuando defendemos causas justas? Eso sí, siempre desde la máxima tolerancia, comprensión, compañerismo, camaradería, y tener claro que el consumidor, nunca, en ningún caso es el enemigo, debería sobrar decirlo, sino la víctima que está sufriendo las consecuencias de un sistema injusto, cruel e inhumano que acarrea problemas y sufrimiento tanto en lo personal como en lo colectivo. Víctimas con las que colaborar desde el compañerismo horizontal para combatir a los verdaderos enemigos.

 

Seben Rodríguez




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