Sin hogar y sin derechos
Las personas sin hogar ven pisoteados de manera constante sus derechos básicos, el maltrato por parte de la sociedad y de las administraciones públicas impide en múltiples ocasiones su reinserción en la sociedad
En Canarias vivimos, durante el periodo crítico de la pandemia, un aumento de emigrantes que llegaban por vía marítima a nuestras islas. Estas personas fueron «encarceladas» en diversos espacios y aquí salió el que se convirtió en un grito de guerra de una parte de la sociedad (gracias a Dios, una parte minoritaria), donde se exigía y clamaba contra todos los dioses habidos y por haber, que a esos «ilegales» les daban de todo, mientras cientos de personas sin hogar de nuestras islas estaban sin un techo bajo el cual poder refugiarse o un plato de comida caliente
Como pude prever y no me equivoqué, fueron carne de cañón para poder atacar al colectivo de los emigrantes, pues jamás les han importado las personas sin hogar y jamás les importarán. Una vez que la situación ha vuelto a la normalidad, también lo ha hecho el odio reconcentrado contra las personas sin hogar.
La sociedad «odia» a la persona sin hogar porque representa el fracaso colectivo de todos y todas por no poder (o haber podido) impedir que esta situación llegara a este límite. La persona sin hogar es visibilizada solo para regurgitar sobre ella todos los odios y rencores, cargándoles sobre sus maltrechas espaldas todos los estigmas, pero sin querer ahondar en el porqué de esas situaciones, pues eso «NO IMPORTA». Necesitamos un chivo expiatorio y sin hogar, creemos que tampoco deben tener «derechos».
Violamos como sociedad los más elementales derechos de las personas sin hogar. No reconocemos su existencia, excepto para maltratarlos física y psicológicamente. Les negamos la dignidad inherente al ser humano, observamos con indiferencia y cierta alegría cuando las administraciones públicas les obligan a retirar sus casetas de campañas o cartones porque «afean» nuestras ciudades, playas o espacio naturales.
En estos últimos meses, hemos podido ser testigos de cómo han sido agredidos y grabados para hacer de ellos una burla andante, pero no pasa nada porque al fin y al cabo viven en las calles, ocupan nuestros espacios, tienen la desfachatez de hacerse «visibles» y por esos motivos NO deben tener derechos.
Se acerca las elecciones municipales, autonómicas y para el Cabildo. Puedo asegurar y aseguro que ninguno de los grandes partidos que se presentan tienen realmente un plan real, factible y humano para atajar una problemática que va a más, porque al fin y al cabo «NO DEBEN TENER DERECHOS». No son como nosotros, sino seres de segunda o tercera categoría, por debajo, por ejemplo, de los animales sin hogar.
Creemos que somos inmunes, que jamás nos veremos en esta situación, pero estamos más cerca de vivir su situación que de tener asegurado un techo bajo el cual refugiarnos cuando eso suceda, porque querido/a lector/a, al menos 1 de cada 10 de ustedes estará muy cerca de esa situación, ya sea por el elevado precio del alquiler, la subida de las cuotas de la hipoteca o por perder el empleo. Les vendrá a la mente la cantidad de veces que han pasado por delante de esas personas a las que les habéis arrebatado su humanidad y dignidad, y no duden que al igual que ustedes lo arrebataron, también les será arrebatado porque las calles son perversas y crueles
Es necesario y urgente implementar programas de acceso de la vivienda asequible, es urgente reforzar las unidades de atención social en los barrios y crear un programa eficaz de detección de riesgo de sinhogarismo. Debemos ser conscientes de que tenemos que evitar que estas personas lleguen a esta situación, porque vuelvo a repetir, es más fácil evitar que se llegue a esta situación que sacarles las fuertes y frías garras de las calles.
Jesús Socas Trujillo