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El odio de los moderados

El odio es un sentimiento muy humano, casi tanto como el amor. Podría decirse que es otra forma de amar, inversa, más visceral si cabe que suelta los sudores, las ansias y los deseos, en un sentido dañino, pero que como toda emoción puede ir en un sentido constructivo o simplemente empantanarse en una lago sanguinolento del que ni los personajes más shakesperianos podrían salir.

A nivel político, suele aplicarse a aquellos colectivos o grupos que buscan salidas radicales (en torno a la raíz) tanto en un lado como en otro del espectro político, no obstante, si hay un odio que es peligroso es aquel que se pretende esconder bajo la aparente superioridad que da una supuesta moderación política. Esta moderación no existe,  al menos cada vez está apartándose más del centro político (ese invento tan entrañable). La derechización de un gran espectro de población antaño moderada, es absoluta y sirve para que muchas de las personas que criaron fortuna y bienestar con este sistema, lo defiendan a capa y espada pese a su más que evidente descomposición. 

Destacan en redes sociales comentarios de odio profundo, con una falta de empatía casi total, en referencia a las personas activistas, artistas, a las ciudadanas afectadas por la injusta Ley Mordaza, que es criticada en muchos países y por diferentes organismos. No obstante, en el Estado español, muchos moderados repletos de odio tiran del discurso del “se lo merece”, o “algo habrá hecho”. Gracias a ese discurso, fueron fusiladas unas 200.000 personas en la conocida en Canarias como “Guerra de España”, llamada comúnmente “Guerra Civil española”. Todo me indica que si ahora la violación de la intimidad, la seguridad y el derecho a la expresión de personas, solamente por sus opiniones y creaciones artísticas, se justifican con tanto odio y desprecio de esta manera por los moderados de bien, solo estamos a un paso de que se legitimen formas de reprimenda peores.

Y es que el régimen del 78 está caduco, la constitución española desfasada y la mayoría de poderes, entre ellos la monarquía borbónica (su argamasa ideológica), se vienen abajo. Los partidos políticos PSOE y PP están podridos de corrupción y sus recambios en Ciudadanos y Podemos, probablemente no sirvan para resolver los problemas de la población en las próximas décadas. En el caso de Ciudadanos, partido que muestra evidentes conexiones con el PP y la banca, su auge solo puede servir para reforzar la desmesurada pérdida de derechos sociales y civiles que estamos viviendo.

El caso catalán, motivado por un hartazgo generalizado de la ciudadanía de aquel lugar, vale para que la oligarquía española, la monarquía y los poderes fácticos, estén realizando una operación de inflado de Ciudadanos, intentando ocultar los casos de corrupción y dando alas a un nacionalismo español que cuenta con el apoyo incondicional de todos los moderados repletos de odio. Los moderados, o pseudomoderados, van de defensores de lo legal, confían en el sistema político y piensan que todo lo que no es como ellos, es radical, extremista y merece ser acallado o reprimido, excepto si son movimientos nazis o de ultraderecha, o si son pensadores o periodistas que llaman a matar políticos de izquierdas, estos son males menores y generalmente nunca o casi nunca opinan en contra de ellos, o incluso opinan a favor de ellos  sobre todo si llaman a matar catalanes.

Para ellos toda operación que suponga detenciones arbitrarias de personas de izquierdas, independentistas, alternativas, está justificada, pues estos colectivos nunca pueden tener razón, siempre son mentirosos, radicales, extremistas. No importa que tribunales internacionales, organizaciones de derechos humanos, revistas y prensa de diferentes países, ataquen o ridiculicen a España ante la evidente pérdida de derechos humanos. Para ellos esta espiral de fascismo creciente es lógica y parte de la defensa del mejor de los mundos posibles (el régimen del 78), aunque esté apestando a muerto desde hace tiempo.

Lo raro es que muchas de estas personas presumen de inclinaciones progresistas, muchas vienen de ese mundo y gustan de escuchar a viejas glorias que guitarra en mano vendieron sus principios y están tan podridas como el sistema que defienden. Crecieron o vivieron los ochenta, una época en la que las revistas satíricas, las películas, las personas creativas, hacían críticas a la monarquía, los cuerpos de seguridad del Estado, el régimen anterior, que hoy estarían penadas con cárcel y fuertes multas. Películas como El Pico (I y II) que  hablaban del tráfico de heroína con la implicación del Estado y de la Guardia Civil para destruir el movimiento independentista vasco, hoy serían imposibles de hacer. Pero a los moderados no les parece nada mal que hoy encierren o multen a una persona por hacer un tweet, criticar la corrupción de la monarquía o por ofender a Franco y los sentimientos religiosos.

En su sillón criando bañas, consideran que la libertad de la que presumían y gozaron, hoy es libertinaje y que “con Franco esto no pasaba”, o que este régimen repleto de corrupción es lo mejor posible. No se explica de otro modo la infamia y la actitud miserable de ver con buenos ojos la reciente detención del activista tinerfeño Roberto Mesa, que motivó comentarios de muchos moderados repletos de odio y asco por todo lo diferente, por quien de verdad lucha, calificándolo como violento, agresivo o merecedor de lo que pasó, sin conocer su trayectoria o su persona. Claro que por hacer unos comentarios en las redes es lógico que entren a patadas en tu domicilio, te despierten, no dejen vestirse a tus compañeras de piso, encierren dentro de su habitación a otro de ellos y que te requisen el ordenador y el móvil. Para los moderados esto está justificado, porque odian a las personas como Roberto. Les da miedo las personas que piensan por sí mismas y que desprecian este régimen de corrupción que ampara su comodidad y falta de compromiso con algo más que su propio bolsillo.

El odio de los moderados es la antesala del fascismo y en el Estado español estamos ante un rebrote del nacionalismo ultraderechista. Este aumento de actitudes colaboracionistas con los recortes de derechos civiles y a favor de encerrar a personas por sus opiniones no las veíamos desde la dictadura franquista. Los moderados ya no son tales, ahora son orgullosamente fachas, porque facha es aquel que quiere que encierren al que no piensa como él, que odia lo diferente y que se aferra a un régimen caduco, a unas instituciones fracasadas como la monarquía y a unos valores morales que ya no existen.

Creo que ante tal infamia, solo cabe crear una ONG para que aquellas personas con sentimientos fascistas o ultraderechistas, disfrazados bajo posturas de moderantismo o progresía, dejen atrás esas posiciones vergonzantes y reconozcan sin ambages lo que son, algo que podría mejorar su salud mental. Quizás de esta manera podrían bajarse del pedestal de superioridad política e intelectual que no tienen, al no existir esa moderación de la que presumen y mirarse como lo que son: unos fachas dispuestos a odiar y consumidos por el odio, unos radicales de derechas que en su alma (cuando la tienen) sueñan con ¡Santiago y cierra, España!, a la par que les resulta indiferente el sufrimiento del prójimo. Desvelar las caretas nos vendría muy bien a todos.

Quien lecciones viene dando

Desde la moderación

Nos muestra en esta ocasión

Que solo nos está odiando

Nada quieren ir cambiando

Lo diferente está mal

Y solo quieren penal

A quién no siga sus pistas

Vergonzantes derechistas

Llenos de odio radical

 

Pedro Pérez “el Gasio”




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