España contra los pueblos
“Las Islas Canarias son parte integrante de África. No constituyen una parte integrante de España. En consecuencia, debemos declarar que las Islas Canarias tienen el derecho a la autodeterminación y a la independencia, como cualquier otro territorio africano aún sometido a dominación colonial”.
Declaración Solemne del Comité de Liberación de la OUA, 20 de julio de 1968
El proceso soberanista catalán no ha dejado de ser torpedeado a lo largo de los últimos años. Hablamos de duras campañas mediáticas destinadas a modificar la opinión pública del pueblo catalán y, al mismo tiempo, consensuar un bloque españolista en todo el Estado. Un bloque que no tenía que estar formado únicamente por la derecha casposa y “muy española” del Partido Popular y Ciudadanos. Este bloque se debía conformar y articular con todas aquellas organizaciones que promueven, de una forma u otra, la unidad de España a toda costa: la unidad del reino. Es decir, la confirmación de ese destino trágico que impusieron los que ganaron la guerra civil. Una España Grande y Libre, tal y como prescribe la espiritualidad mohosa del régimen que nació el 18 de julio de 1936 y que fue refrendado tras la muerte del dictador, y se transformó en eso que ahora denominan “régimen del 78”.
En el ataque a los soberanistas catalanes el españolismo trucó el tablero para que el juego siempre terminara con el desprestigio de los contrarios “separatistas”, como si la España unionista fuera una sabana limpia en la que reflejarse y no tuviera también que ocultar sus mefíticas “esencias”. Esta campaña de desprestigio se armó de una serie de elementos “objetivos” que permitieran a los defensores de la unidad articular un discurso que, desde la derecha o la izquierda unionista, pudiera golpear certeramente la línea de flotación del independentismo.
El duro contraataque españolista admitía variadas opciones tácticas, mientras que la estrategia -la unidad de España- se mantuviera como único objetivo. En ese juego se podía apelar al miedo, al etnicismo andaluz, a los sentimientos o a una espiritualidad cósmica que, por arte de magia, convierte al Estado español en el soporte perfecto de la lucha proletaria (idea peregrina y ridícula alimentada desde la izquierda española que hasta el día de hoy no ha podido ser demostrada empíricamente).
Las revelaciones sobre los ataques sufridos por el independentismo catalán evidencian las dinámicas del poder estatal y su capacidad para torpedear o desmantelar cualquier proceso que amenace su existencia. La maquinaria represiva del Estado no es un mito, es completamente real y siempre ha funcionado. Dichas revelaciones, aparecidas en prensa, sobre el minado del proceso secesionista catalán, no dejan lugar a dudas de quién es el principal enemigo de los pueblos que reclaman su libertad. El unionismo cuenta con todo un aparato mediático-policial que le permite edificar la realidad para su posterior fijación como verdad y sentido común.
El mezquino papel de la izquierda española
A lo largo de los últimos años, al mismo tiempo que el soberanismo catalán iba ganando posiciones, se fabricaba un discurso desde la izquierda españolista que se centraba en dos líneas argumentales: a) los políticos catalanes independentistas son corruptos; y b) los políticos catalanes independentistas han destruido la sanidad catalana. Este discurso, como ha quedado sobradamente demostrado, fue manufacturado inicialmente por el aparato represivo estatal para que fuera usado por “cualquiera”. La izquierda española lo ha utilizado sin complejos.
En definitiva, y que conste que no creemos que el plantel político secesionista catalán este compuesto de santos y santas, las preguntas quedan ahí (ahora es cuestión de ver si la izquierda española tiene el valor de contestarlas): ¿quién estaba jugando con la salud de los catalanes?; ¿quién edificó una imagen sobredimensionada de políticos catalanes corruptos por naturaleza?
En España y en el españolismo de derechas o de izquierdas residen los males de los pueblos. Esa es nuestra respuesta.
Canarias: derrota militar, política y cultural
Los ataques que han sufrido los soberanistas catalanes evidencian una realidad que no es ajena a Canarias. El desmantelamiento del independentismo canario no puede ser visto como el puro devenir histórico de una idea que simplemente se agota a causa de la merma de sus recursos ideológicos y estilísticos. Los logros diplomáticos del MPAIAC no fueron ninguna broma; precisamente, este 20 de julio, se cumplen 48 años de la Declaración Solemne del Comité de Liberación de la OUA (20 de julio de 1968), por la que se reconoce oficialmente a Canarias el derecho a la Autodeterminación e Independencia:
“Las Islas Canarias son parte integrante de África. No constituyen una parte integrante de España. En consecuencia, debemos declarar que las Islas Canarias tienen el derecho a la autodeterminación y a la independencia, como cualquier otro territorio africano aún sometido a dominación colonial”.
Los avances y progresos del independentismo fueron considerables en la escena internacional y también en el interior de las Islas. El crecimiento político de la izquierda nacionalista en Canarias a lo largo de los años 70 y principios de los 80 no se produjo por generación espontánea, sino que en su gestación el independentismo jugó un papel fundamental.
Frente a los logros del independentismo, se desencadenaron una serie de ataques y contraataques con el objetivo de desmantelar un movimiento que ponía en riesgo los intereses de la potencia ocupante. El independentismo fue duramente atacado dentro y fuera de las Islas. Por un lado, tenemos una ofensiva diplomática internacional, donde participan indistintamente el Gobierno de España de la época y organizaciones políticas de la oposición española. Debemos recordar el importante papel jugado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) -uno de los principales enemigos que ha tenido el independentismo canario a lo largo de su historia-, con acciones contundentes, como las gestiones llevadas a cabo por Felipe González para que Argelia suspendiera las emisiones radiofónicas de la “La Voz de Canarias Libre”.
Por otro lado, en el interior de las Islas, tendríamos acciones de carácter político-policial y, al mismo tiempo, se destinarían grandes recursos en un particular trabajo cultural para desmembrar la base social del independentismo. Una campaña de signo político-cultural donde, junto al Gobierno de la UCD, juegan un papel fundamental el PSOE y el Partido Comunista de España (PCE), la izquierda española del momento al servicio de la Unidad de Destino en lo Universal y contra el derecho de autodeterminación.
Esos golpes –golpes que se han seguido perpetrando todos estos años- han mantenido bloqueadas las posiciones independentistas isleñas. Los intentos de levantar cabeza que se han sucedido a lo largo de estos años han sido contestados con la misma contundencia y, sobre todo, con la imprescindible colaboración de la izquierda española. Cada vez que surgía con alguna relevancia la voz independentista, se destinaban todos los esfuerzos políticos, culturales y, en suma, económicos para propiciar su silenciamiento.
Política de alianzas con la izquierda española
Sin duda alguna, la izquierda española o sucursalista seguirá jugando su particular papel en coordinación con el aparato político-policial del Estado; seguirá propiciando la sacrosanta unidad de España, utilizando los recursos que le proporcione el aparato político-policial para combatir al independentismo, pero amoldándolos -como hace en Cataluña- a su particular discurso unionista-sentimental.
Es por todo esto que se hace imposible una alianza con esa izquierda española. Por más que se disfrace de “canaria”, la izquierda sucursalista se conforma como avanzadilla de los intereses coloniales de dentro y de fuera de Canarias. En suma, al servicio de los mismos intereses corporativos dedicados a la extracción de rentas y el desmembramiento cultural e identitario de las Islas.