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Inconquistables. Relectura guanche de un texto renacentista

“Ya la endecha canaria era una proclama, sin saberlo, de nuestra identidad, de nuestra forma de entender el mundo”

Partiendo de la libertad de interpretación de un texto que te da el hacerlo en diferentes momentos de tu vida, y de que hay tantas lecturas como lectores, propongo una visión, nueva para mí, de un texto leído desde mi adolescencia, y releído y reinterpretado cada vez que, a lo largo de los años, me he acercado a él. Y del que siempre me quedaba un interrogante, una incógnita… ¿le recriminaba ser un mal conquistador?, ¿o la malandanza era no respetar el espacio del otro ni su otredad, y querer invadirlo?

Recito entonces a viva voz:

Llorad las damas, si Dios os vala

Guillén Peraza quedó en La Palma

la flor marchita de la su cara.

No eres palma, eres retama,

eres ciprés de triste rama,

eres desdicha, desdicha mala.

Tus campos rompan tristes volcanes

no vean placeres sino pesares

cubran tus flores, los arenales.

Guillén Peraza, Guillén Peraza

¿dó está tu escudo? ¿dó está tu lanza?

Todo lo acaba la malandanza.

La endecha a Guillén Peraza, tiene hoy una triste vigencia y una actualización terrible por lo que el cumplimiento de la maldición que encierra, tiene de hecho constatable.  

Habla la voz poética conquistadora de, no uno, sino de un plural vulcanológico que, de tiempo en tiempo, nos recuerda que, por despecho, nuestra tierra palmera fue maldecida.

Resuenan estos agoreros versos en las mentes de nosotros, los canarios, como un castigo inmerecido, como una injusta profecía destructora para una tierra inconquistable que nunca se quiso someter.

Ahora que la canariedad es un valor en alza, y que la  crisis económica que ahoga Canarias nos hace buscar alternativas a modelos ya caducos y obsoletos, se produce un hermanamiento de las islas, que de verdad las aúna, y con ellas a los canarios, en una clara concepción de ser hijos de la lava que late bajo nuestros pies; todos los canarios reconocemos nuestra memoria histórica cuando los nombres de nuestras erupciones: Teneguía, San Juan, Chinyero, Teide… salen a relucir ahora que Guayota despertó y nos recuerda quiénes somos; es ahora, cuando nos sorprendemos del desconocimiento que se tiene de nuestra tierra y de nuestra idiosincrasia al pasearnos por las redes sociales; es ahora cuando le pedimos a Achamán que nos dé paciencia y que aquiete la ira de Guayota y lo adormezca como hizo tras ganarle la batalla librada, liberando a Magec para devolver la luz al Archipiélago, poniendo el pan de azúcar (nuestras algodonosas nubes) para taponar el cráter de Echeyde.

Rememoro los hirientes versos:

…rompan tus campos tristes volcanes…

Y no puedo sino recitarlos en voz baja, a modo de mantra; y confieso que sorprendida, por la claridad y la universalidad de estos versos que declaran maldito el lugar de la muerte de un ser querido; esta voz poética recogida por fray Abreu Galindo de la tradición oral, casi cien años después de su creación, es considerada la primera manifestación literaria canaria porque es el primer texto español conocido en el que aparecen elementos del paisaje canario; las indichas judías maldecían el lugar de la muerte y lloraban al muerto como ocurre en nuestra endecha a Guillén Peraza, donde aparece además, nuestra condición de pueblo que se rebela ante la injusticia de ser sometido; esta relectura del texto  me acerca al Eduardo Galeano de Las venas abiertas de América Latina, entendiendo el pundonor del pueblo que ya existe sin necesidad de que nadie se erija en su descubridor, conquistador o cualquier otra suerte de mesías; desde la perspectiva del guanche que se defendía del atacante, ya la endecha canaria era una proclama, sin saberlo, de nuestra identidad, de nuestra forma de entender el mundo pues en este texto primigenio se plantean los pilares que la sustentan: el origen volcánico en cuanto a nuestra geografía física y el ser una colonia en nuestra geografía política.

Sucede esto de forma paradójica, pues es a través de las voces dolientes que han perdido a su joven hijo, a su novio, a su amigo, a su hermano; es en este planto, en esta elegía que lo llora, donde se atisba y perpetúa la idea de que no fue amable, ni aceptada la colonización.

La autoría de este manifiesto canario la reconocemos en la cultura renacentista que de manera impune y chovinista se impuso a la cultura guanche de la que, en los mismos versos se desprende su defensa, propia de la «Edad de Piedra» en la que se encontraban, y de la que los sacaron como si de un violento viaje en el tiempo se tratara; conocemos tras su lectura que Guillén Peraza murió en lo que el joven conquistador pensaba iba a ser la gesta con la que pasaría a los anales de la historia (en la que quedó inmortalizado, pero no como deseaba, pues  interpretó  el papel de antagonista de los aborígenes y el de inexperto en las artes de la guerra); que lo abatiesen los guanches nos dice mucho, nos habla de enfrentamiento y  nos regala esta declaración de intenciones del  pueblo canario indominable al que los benahoaritasdiestrísimos en el arte de lanzar piedras ganaron al Renacimiento, a los arcabuces y al barco en esa instantánea victoria mítica con su amor a la libertad desde su “Edad de Piedra”; queda pues en esa endecha, fotografiada una estampa fundacional de nuestra tierra, equivalente a la de la Matanza de Acentejo; grabando con ella en nuestras retinas y en nuestras conciencias que no es legítimo destruir una cultura, una identidad, ni tampoco poseerla ni someterla; y ante esa evidencia,  en esos pocos versos ( no hizo falta la Araucana de Ercilla, ni el Beowulf de los anglosajones), entendemos que  Canarias es inconquistable, esa es su esencia, su rebeldía; y su lucha quedó inmortalizada en el espejo del dolor y  de la rabia del conquistador frustrado que no pudo más que dejar su deseo de someter a la «isla bonita», en manos de la  naturaleza volcánica de nuestro territorio, es decir, en nuestras propia tierra, a quien único nos sometemos con la penosa  resignación del que se sabe nacido de volcán; es verdad que hoy nuestras flores, nuestras  plataneras,  se están convirtiendo en arenales; nuestros placeres en pesares,  y nuestros campos en tristes volcanes; pero, desde tiempos inmemoriales arrastramos esta maldición cada vez que somos testigos de las malas andanzas que tienen a nuestro pueblo resignado y sometido a la pobreza,  y a modelos que tocaron techo hace tiempo pero contra los que, por desgracia, no se ha lanzado ninguna certera piedra guanche; la endecha concluye con dos interrogaciones retóricas interpelando al joven conquistador fallecido y recriminándole no haber usado su escudo y su lanza en desigual pelea;  para concluir en una categórica afirmación humilde y honesta, con la que reconoce y sentencia,  a modo de moraleja, que los malos pasos llevan a la perdición; las malas andanzas todo lo acaban, reza el último verso; la arrogante hazaña de someter a un pueblo, no deja otra opción que la de que el amor propio del pueblo salga en su justa defensa, ya sea con piedras.

 

Rosa Elena Pérez Ledesma

 

 

 

 

 

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