Parturienta
Extendida sobre la pinocha,
fuiste descubierta.
Iluminabas la oscuridad.
El pinar reverdecía,
te reverenciaba.
Tu respiración agitada y entregada,
invitaba a la celebración.
De entre tus piernas salían:
bucios de amor. Foleles de sueños. Mariposas de juegos. Magarzas de esperanzas. Silbos de vida y chácaras de risas.
Hija
Me descubrí,
con el primer llanto.
¡Libre!
Respirando tu aliento
y buscando tu contacto.
Corro hasta las cumbres.
Ellas son hoy,
tus pechos amamantando.
Me escondo.
Reaparezco.
Salto el abismo,
y caigo,
sobre la tierra,
que abriga
y protege,
las raíces profundas.
Cierro los ojos.
Escucho el tajaraste,
que llevo dentro.
¡Te siento!
Envuelta por olas de caricias.
Mi cuerpo,
caliente,
por los besos de flores,
y la arena negra,
de la caldera.
Madre generosa,
acúname esta noche estrellada.
Harimaguada
¡Qué la lluvia caiga sobre mis molidos huesos!
¡Qué amasen suavemente los pesares y los placeres!
Qué las manos inmortales del tiempo,
saquen del zurrón,
pelotas de amor y esperanzas.
¡Qué se acabe el hambre!
¡Qué resuenen,
valientes romances!
Qué el aroma,
de los cuerpos tostados al sol,
despierten al dormido.
¡Qué grite por su madre!
¡Qué se pasa hambre!
¡Qué el ladrón se sienta acorralado!
¡Oh, linda madre!
¿Cómo voy a permitir que roben en nuestra casa?
¡Oh, parturienta!
¿Cómo no voy a respetarte?
¿Cómo voy a permitir que nos arranquen de tus brazos?
¡Oh, parturienta!
¡Oh, linda madre!
Sigue pariendo en esta tierra:
tocadores, silbadores y amantes.
¡Oh, linda madre!
¡Oh, parturienta!
Sigue trayendo a esta tierra:
luchadoras, artesanas y maestras.
¡Oh, parturienta!
¡Oh, linda madre!
Sigue regalando a esta tierra:
sanadoras, verseadores y poetas.
sigue apareciendo,
pa´poder vivir,
con tu bendición,
cada mañana.
Banessa Bethencourt Mesa