Solsticio de verano
“No parece que nuestras autoridades tengan interés real por preservar ese legado histórico, ignorado durante siglos y maltratado en la actualidad. Por lo menos, y a este respecto, que se sepa la Dirección Gral. de Cultura y Patrimonio no ha dicho nada sobre esta destrucción suicida de bienes irremplazables”
“¿A cuántas generaciones de canarios se ha privado, y se sigue privando, de su conocimiento y sentido de pertenencia? ¿Qué repercusión ha tenido semejante vacío en nuestra cultura, formación humana e intelectual, identidad o perfil psicológico?”
“A la presión demográfica que sufre la isla de Tenerife se suma esta horda foránea que nos toma al asalto, y ante la que se han alzado voces críticas autorizadas, desde las universidades, los colectivos ambientalistas, medios de comunicación y ciudadanos en general que pagan las consecuencias de tal masificación”
Después de décadas de denuncias sobre su vulnerabilidad, los yacimientos arqueológicos que sufren atentados, sean grabados, cuevas mortuorias, estaciones de cazoletas o cabañas, parecen haberse multiplicado en los últimos meses. Hasta tal punto es así que podríamos hablar de una auténtica crisis patrimonial, otra más, y particularmente en la isla de Tenerife, como consecuencia de la agresión a unos bienes reconocidos, hasta en el continente del que esta cultura es originaria, por su condición única, que perduraron y evolucionaron en el aislamiento exterior de este archipiélago y en la invisibilidad interior, de forma diferente a la continental.
No parece que nuestras autoridades tengan interés real por preservar ese legado histórico, ignorado durante siglos y maltratado en la actualidad. Por lo menos, y a este respecto, que se sepa la Dirección Gral. de Cultura y Patrimonio no ha dicho nada sobre esta destrucción suicida de bienes irremplazables.
¿A cuántas generaciones de canarios se ha privado, y se sigue privando, de su conocimiento y sentido de pertenencia? ¿Qué repercusión ha tenido semejante vacío en nuestra cultura, formación humana e intelectual, identidad o perfil psicológico?
Canarias, reducida a una patria exótica cada vez más devorada por la subcultura globalizadora y ajena a los canarios, se anuncia como un territorio de rica naturaleza singular, una rareza atlántica administrativamente europea, geográficamente africana y culturalmente mestiza, en permanente oferta para los turistas que nos visitan de forma masiva en busca de playas, sol, alcohol, casinos y puticlubs.
Esta millonaria irrupción de visitantes genera unos beneficios nunca alcanzados hasta ahora, resultando tal rentabilidad demasiado tentadora para los ávidos empresarios del sector, y para el gobierno que en ellos se sostiene. Pero, lógicamente, la distribución de esa riqueza nunca alcanza a quienes, con sobreesfuerzo y precariedad, sostienen el negocio. Un mero ejemplo es el que se da en los entornos cercanos a esos lugares de glamour y mal gusto que han invadido el Sur, donde se asientan sobre eriales las “villas miseria”, desechos de la abundancia levantados con palets y cartón, invadidos de ratas y cucarachas.
Los canarios debemos preguntarnos por qué no somos ricos dado el continuo flujo de dinero que aporta este desbordamiento del turismo, y que, en este momento, no tiene precedentes.
A la presión demográfica que sufre la isla de Tenerife se suma esta horda foránea que nos toma al asalto, y ante la que se han alzado voces críticas autorizadas, desde las universidades, los colectivos ambientalistas, medios de comunicación y ciudadanos en general que pagan las consecuencias de tal masificación. También comienzan a escucharse opiniones, aún minoritarias, de empresarios e instituciones públicas, pidiendo racionalidad en la manada invasora, no sabemos si desde la firme creencia o desde el oportunismo propio de nuestro gatopardismo platanero.
Las normativas medioambientales han avanzado en las últimas décadas, sin embargo, ninguna medida reguladora ha evitado el deterioro progresivo del territorio y su singularidad, ni la destrucción del patrimonio histórico que contiene. Los últimos reductos resistentes, como El Puertito de Adeje o La Tejita, caen bajo sucesivos gobiernos con argumentos de un mercantilismo salvaje. Así, nuestros políticos resultan cada vez menos distinguibles de sus favorecidos grupos de presión empresarial, intocables desde sus posiciones estratégicas. Amenazados de muerte, igualmente, Atogo y Hoya Grande.
Las funciones mínimas exigibles a nuestras instituciones canarias se incumplen, contraviniendo toda racionalidad. Así descubrimos con asombro que se archivan expedientes abiertos por graves violaciones de normativas patrimoniales y ambientales, o que estudios de impacto ambiental olvidan especies vegetales con medidas de protección prioritarias, yacimientos arqueológicos, rutas de tránsito y nidificación de aves, o sitios de especial interés científico que terminan invadidos por palas mecánicas y nuevas urbanizaciones.
Con total negligencia se siguen vertiendo al mar infectas aguas residuales. Quienes promovieron un puerto inútil de coste multimillonario para enriquecimiento de sus privilegiados patrocinadores, siguen ahí, sin explicaciones ni consecuencias, y sin que los medios las exijan, porque también fueron cómplices de las campañas de propagación de obscenas mentiras que aún nos avergüenzan.
La ciudadanía se organiza y convoca multitudinarias manifestaciones, concentraciones y huelgas, ejerciendo su derecho y exponiendo su compromiso constructivo con la defensa del territorio y su patrimonio. En un ejercicio mezquino al que estamos habituados, desde algunos medios de comunicación los matones del régimen menosprecian estas acciones y a sus convocantes, en lugar de comprometerse en una fiscalización del poder, vigilar sus excesos, su insolvencia.
Al calor del dinero prolifera la indecencia: un cartel de tipos serviles, traficantes de suelo, políticos deshonestos, necro urbanizadores, comisionistas y, cómo no, opinadores que les avalan.
Sea por abandono, incompetencia u oscuros intereses, los organismos públicos parecen condenados por su irresponsabilidad. Quienes conforman el búnker político empresarial imperante en las islas, herederos de viejas estructuras coloniales bien arraigadas en Tenerife, se apiñan en torno a intereses que pasan por seguir desangrando esta tierra con una avidez patológica. Quienes cosifican nuestro territorio, y el patrimonio que contiene, ponen en peligro su existencia. Quebrantan un compromiso de vida con su historia, su cultura, su identidad, permitiendo la destrucción de nuestra memoria, tallada en cada rincón de esta tierra con el esfuerzo de todas las generaciones que se remontan veinte siglos atrás. No solo mercantilizan la dignidad de un pueblo traicionando a los ciudadanos a los que se deben y representan, además, su agonizante modelo económico nos mete en un callejón sin salida. ¿Una nueva macro urbanización de lujo va a ser una solución de futuro o agravará los problemas que ya padecemos?
¿De verdad es una forma de progreso o meros negocios descabellados?
Mantenía E. F. Schumacher que quien emprende una batalla contra la Naturaleza, “aun en caso de ganar, se encuentra él mismo en el bando perdedor”.
Queremos agradecer a todas las personas implicadas en la defensa de nuestra tierra su esfuerzo incansable, frente a la voracidad de los depredadores y de quienes les facilitan, por acción u omisión, su crimen.
Con la mirada puesta en los años pasados y el pecho anclado a la tierra, hoy sedienta de amor y de grano, pongamos pie en este camino de tinieblas y silencios enterrados, donde aguardan las huellas en las que podemos reconocernos. Sea nuestra guía la sangre que aun late en nosotros de aquellos viejos indígenas que altivos lucharon contra los invasores. ¿Acaso no somos sus descendientes o nos han domesticado? Alcancemos la esperanza, o esta terminará matándonos de viejos.
Colectivo Guasiegre
Valle de Aguere, agosto de 2024
Imágenes: El País Canario