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El Hierro despide al folclorista Ramón Padrón Cejas, impulsor de tradiciones y Premio Canarias

El pasado sábado falleció Ramón Padrón Cejas (Frontera, 1945) en su pueblo natal. Descendiente de conocidos folcloristas, su abuelo fue guío de los bailarines de El Golfo y su padre, además de cantador y tocador de tambor, rescató la célebre tradición de Los Carneros de Tigaday en los años cuarenta.

Ramón Padrón formó la Agrupación Folclórica Tejeguate en 1976 logrando que los más afamados cantadores y tocadores de El Golfo se vincularan rápidamente al grupo. Tejeguate se hizo en pocos años un hueco entre los mejores grupos canarios tradicionales, actuando en todas las Islas y llevando a los mejores escenarios sus medas, vivos, santos, tango, berlinas, mazurcas o cantos de trabajo.  

Fue impulsor, con su padre Benito Padrón Gutiérrez (1914-2005) de Los Carneros de Tigaday, reliquia de nuestros carnavales más ancestrales y actualmente el acto más destacado y popular en Frontera en estas celebraciones. Su mediación con los bailarines de El Pinar en 1977 permitió que El Golfo volviese a estar presente con su propia demarcación en la Bajada de La Virgen de Los Reyes y creó varias festividades, alguna tan reconocida como la Bajada de San Salvador desde el cercano monte de Mequena. La presencia de Tejeguate en las grandes romerías canarias, con sus tocadores y bailarines, comenzó a ser una constancia y el ondear de la bandera herreña o canaria abrió cientos de paseos romeros en toda Canarias desde entonces.

Ramón fue fotógrafo, agricultor y guía en el etnomuseo de Guinea, además de otras dedicaciones. Recientemente había donado al Cabildo una importante colección de fotografías históricas de la isla de El Hierro y su antigua bodega alberga todo un museo etnográfico. A lo largo de su vida recibió premios y distinciones como el Premio Canarias de Cultura Popular. En su despedida estuvieron presentes varios jóvenes vestidos de Carneros flanqueando la entrada del templo de Frontera y una representación de tocadores de tambor, chácaras y pitos estremecieron a los cientos de personas que le quisieron dar la despedida final (“El día que yo me muera/que me vayan a enterrar/al son de pito y tambores/y chácaras de moral”).

 

 

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