Literatura

La fugitiva

El día que viniste a mi casa e hiciste las maletas fue, de entre todos, el más silencioso de mi vida. Escogiste con extrema minuciosidad todo aquello que te llevarías contigo.

¡Pobre de mí! Te vi hacerlo. Con tal dilación, y sin embargo, pareció el más súbito de los movimientos.

Entre todo tipo de faldas, vaqueros, camisas, vestidos, ropa interior y sombreros, yacía algo con vida propia, algo que me perteneció tiempo atrás y que tras un par de años a mi lado, no dudaste en arrebatarme.

Tras guardar todo aquello que te pertenecía, empacaste tu valija y te vi huir, en un instante eterno, con una maleta que latía vertiginosamente, como una bomba de relojería; a punto de estallar. Te lo llevaste y ya poco podía hacer. Al fin y al cabo, siempre fue más tuyo que mío.

Justo antes de irte, me dedicaste esa última sonrisa letal; mitad incertidumbre, mitad confusión. Cerraste la puerta y, tras el portazo, allí me quedé. Solo. Alimentando a cada uno de los recuerdos de las experiencias que compartí contigo. Tiernos y terroríficos. De todos los colores y sonidos. Más dolorosos que nunca.

Al llegar la noche de aquel largo día, me adormecí arropado por el pelaje de aquellos monstruos, que rugían en sus sueños y escondían las garras para sacarlas cuando el sol saliera.

Así pasaron días, semanas, meses e incluso años. Cubierto por la más funesta de las tinieblas. Desgarrado por la nostalgia, con nauseas de muerte al tener que lidiar cada día con aquellas bestias insaciables.

¿Qué más queréis de mí, desgraciadas?

¿Acaso no os habéis enterado?

¡Lo más valioso que tuve nunca se marchó junto a ella!

 

 

                  

                                                                                       

Ramón Herrera

linea azulia

Blog de Ramón Herrera: Éxodo

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