Literatura

Amistades traicionadas

-Tío, ¿no va a venir Slim?

-Ya llegará. Hemos estado preparando esta reunión desde hace mucho.

-¿Pero por qué llega tarde si tanto lo hemos hablado?

-Ha estado a nuestro lado en todo. Llegará.

-Confías en un camello drogadicto. Ni siquiera ha llegado la otra banda. Estamos aquí sentados como patos. Somos cinco. ¿Y si nos están rodeando? Esto me huele demasiado mal.

B, no te preocupes. Todo saldrá bien. Hacemos la alianza y tendremos armas para poder defendernos de los demás negros y la poli. Es hora de que nosotros gobernemos esto.

Ice, olvidas a los italianos. Seguro que ya saben sobre nosotros y se han preparado.

-Estás paranoico. Nos ha ido todo bien y a veces se retrasan o se aseguran de que no es una trampa para ellos mismos.

-Esta reunión no es como las otras. No es un simple trapicheo. Esto está a nivel constitucional. Digo que nos larguemos.

-¿Y ofenderlos si no estamos? B, ya sabes lo que nos ha costado mostrarles confianza.

Una pandilla negra llamada The Souls quería ganar notoriedad y crecieron para poder tener nombre en el Bronx. La policía solo estaba ahí por corrupción o drogas. Las demás pandillas negras controlaban la mayoría del territorio bajo el dinero de los italianos así que les debían sumisión a cambio de armas y dinero, y junto con el crecimiento económico, los chinos intentaban mantenerse en el juego. El trato sería entre esta nueva pandilla que quería ser independiente y los latinos, que controlaban cierta parte del mercado negro, podían conseguir armas y un trato para echar la influencia mafiosa. Sin embargo, siempre había soplones.

 Slim, el que parecía ser oprimido por los constantes favores que la policía corrupta le pedía, era uno de ellos. Los latinos tenían echado un ojo a la nueva pandilla porque vieron ambición pero tenían que asegurarse. Desconfiaron de Slim al verse tan involucrado con la policía y decidieron solo observar la zona del trato el suficiente tiempo como para asegurarse de que todo iba bien, y los observaron desde la estación y vías de tren con vagones parados que estaba a cien metros de la zona de estacionamiento vacío en la que debía de llevarse a cabo el acuerdo.

Slim informó sobre la reunión y la policía esperaría unos minutos después de empezar la reunión para llegar para pillar a los líderes de The Souls  y los latinos, dando prestigio a la corrupta comisaría. Y cuando llegaron con tres coches patrulla solo vieron a cinco de los negros. Slim iba en el asiento de atrás de un coche patrulla, esposado con las manos en la espalda, por si su información era errónea. En cierto sentido, no satisfacía a los policías.

Salieron del coche y los negros empezaron a disparar. Ice y B se miraron y sus ojos describieron el “Te lo dije” de B y el “Lo sé” de Ice.

Tras el tiroteo que duró tan solo un minuto, los policías miraban los cuerpos tendidos y, Slim, agitaba su pierna presa de los nervios. El oficial Jackson caminó decidido al coche y sacó al chivato de un tirón. Lo llevó frente los cadáveres de su banda y dijo:

-¡Mira! Solo son tus amiguitos. ¿Y los latinos? Ellos son los importantes. Has mentido, pequeña rata.

-¡No, no! Lo de la reunión era verdad, pero no sé dónde están los otros. Tío, por favor.

Jackson le pegó un puñetazo y agarrándole de los hombros, le dio con la rodilla en el estómago. Esposado, Slim no podía defenderse y quedó de rodillas.

-Es muy fácil para nosotros mentir con una muerte. Estabas aquí, con tus amigos, disparándonos, y nosotros tuvimos que abatiros.

-Tío, no… por favor, ¡no!

-¡No te sientas traicionado, traicionero! Íbamos a matarte de todas formas. Nadie echará de menos a una rata con aires de pandillero.

El oficial Jackson sacó la pistola y mientras Slim gritaba “¡No, no!”, Jackson disparó entre ceja y ceja al chivato. Le quitó las esposas a Slim y puso una pistola en la mano del cadáver. Se mantuvo erguido durante cinco segundos, con las manos colgando de su cinturón, contemplando a los abatidos. Suspiró con una sonrisa y volvieron todos a los coches a informar sobre un asalto de unos pandilleros a oficiales de la policía.

Los latinos, después de ver la masacre y la ejecución de la rata con prismáticos, se replegaron agitando la cabeza en negación.

Elvis Stepanenko

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