Literatura

Pensamientos

LAS MAÑANAS

Las mañanas, en las que escucho el silencio del canto divino, llego a tu lado.

El fuego de mi casa, espera ser avivado con el movimiento del andar, con la gracia de las manos.

Crece así vivamente ante los ojos ciegos, la mente vacía y la boca callada.

Y es entonces, cuando abrazo y doy cobijo, al amor de mi alma eterna.

Lo entrego, pues crece en mí, este amor infinito como enredadera, trepando por mis entrañas.

Ocupando los espacios abiertos con su humilde y enriquecedora presencia.

Invitando al pájaro cantar, llamándote a la unión, en este despertar.

VIDA

Desperté. Y mis ojos se abrieron al tiempo que mis pulmones se ensancharon recibiendo el alimento que necesitaban. Respiré un aire viciado, perfumado con la muerte. Tu cuerpo inerte descansaba a mi lado. No recordaba que había sucedido. Recé por ti. Agradecí que hubiéramos compartido hasta aquel preciso instante de vida inconsciente.  Con un agridulce dolor me despedí del recuerdo y me levanté, para poder llegar a un lugar seguro, donde el olor a muerte no dejara escapar la esperanza que aún guardaba en mi corazón.

Embriagada por la sorpresa, la confusión y el terror, encontré un pequeño rincón sin puertas, sin paredes blancas pero protegido por una cúpula que cubría de luz clara mi lastimado cuerpo. Sus marcas mostraban la tensión a la que había estado sometido. Las heridas estaban abiertas. La sangre brotaba como la savia del drago. Quizás mi hora también estuvo cerca.

Pero ahora observo que entre la tierra seca, entre los riscos, las palmeras cambadas y quemadas, siguen en pie. También mi cuerpo se transforma en tunera. Mis raíces se agarran, se hunden con fuerza a la tierra porosa y casi sin color. Empiezo a florecer, a sentir con fuerza los picos amarillos que son el recuerdo, de cada una de las batallas pasadas. Amo cada uno de estos picos. Ha habido tanto amor y entrega en cada experiencia, que no me había percatado, de que ya no seguía en la lucha. Aquel tiempo, es hoy un recuerdo.

Ahora, esta amazonas, está en casa. En tierra de paz. Es ahora el momento de disfrutar del florecimiento. Las grandes flores amarillas como el sol nacen en mi cuerpo. Mis frutos tintos, verdes y anaranjados, están esperando su momento de maduración, de dulzor, para que vengan a recogerlo.

Observa cómo me extiendo hacia los lados. Como mis brazos te entregan el más intenso y sincero abrazo. Aquí, alrededor de la cueva, entre tabaibas y balos, cicatrizo mis heridas. Me nutro de esta tierra. Muestro mi belleza, entrego mi dulzor y alimento a quien tiene hambre, al poeta creador. Al pracan que busca consuelo y contempla atento.

Junto a la cueva, me nutro de la luz que nos regala en las mañana Magec y de los baños purificadores con Tiziri en la noche oscura. De la suave y refrescante brisa que asciende acariciándolos acantilados, regalándoles besos salados. Trayendo desde las profundidades las riquezas escondidas, los tesoros, los cuerpos arrojados y no olvidados. Y las aves en el cielo, que nos recuerdan la vida y la muerte con su movimiento. Invitando al baile con su cantar.

¿Pero qué es la vida? ¿Pero qué es la muerte?

Sintamos el ritmo, escuchemos el son y movámonos junto a nuestro corazón. Pues con miedo y sin amor nada crece, nada florece, la mujer huye y desaparece.

PENSAMIENTOS

1

Desde el punto más alto de la profundidad del barranco, observo el amplio horizonte donde disfrutar, el dulce caminar que comienzo.

La divinidad de la mañana, saluda tímidamente.

El aletear de las palomas, aplaude el silencioso despertar de la alegría.

Sus cantos están unidos al ritmo de mi corazón.

Danzando me acerco a ti.

Celebro universo eterno, el gozo de tu amoroso abrazo infinito.

2

La mañana llegó.

Y con ella,

un nuevo camino.

El abrazo divino,

la sonrisa del niño,

los sueños de la juventud

y la calma,

de la madurez.

Banessa Bethencourt Mesa

 

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