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La Bomba de la paz

Esta mañana me he despertado viendo en las redes sociales –el medio de información por excelencia en los tiempos modernos- la noticia de un seísmo detectado por Japón en Korea del Norte de 5.1 en la escala Richter, tal seísmo se debió, como todos ustedes ya sabrán a esta hora, al lanzamiento de una bomba de hidrógeno que formaba parte de los ensayos nucleares de un país soberano, de Korea del Norte.

La demostración de fuerza del régimen de Kim yong-un pone en jaque a la comunidad internacional de una forma nunca antes vista. Preocupa sinceramente la eficiencia del secretismo del gobierno norkoreano a la hora de llevar a cabo sus planes nucleares, tal fue la sorpresa mundial que incluso la diplomacia china, el principal aliado económico y político de Korea del norte, quedó atónito tras esta demostración de poder militar e inmediatamente se alió con el resto de la comunidad internacional para atacar y pedir sanciones a Korea.

Nunca he sido defensor de la guerra, espero nunca serlo. Yo soy revolucionario y pacifista, por muchas críticas que me lluevan por parte de mis camaradas revolucionarios. Entender la revolución como un proceso pacífico es negar la violencia y la muerte de los demás hombres y mujeres. Pues yo entiendo la revolución como algo en pro de la vida, como una afirmación plena a esta, no encuentro sentido negar la revolución a los demás arrancándolos de este mundo. No obstante en todo proceso revolucionario reivindicativo de la igualdad plena entre hombres y mujeres, hay alguien que tiene que defender sus privilegios, esos privilegios pueden costar muchas vidas de los revolucionarios, nuestros instintos de conservación nos obligan a defendernos de esos ataques y por consiguiente empieza el conflicto, empiezan las luchas, los odios, los resentimientos y se acentúa todo aquello que los revolucionarios combatimos, las desigualdades y por tanto las diferencias.

Una revolución, como yo la entiendo, no se puede empezar matando gente, no se puede empezar negando la vida y la revolución a los demás, pero si se puede comenzar demostrando la fuerza del pueblo unido en la igualdad para evitar los ataques de los privilegiados, surge una paradoja muy repetida y muy extendida que yo siempre he negado, pero a la que ahora le veo cierta utilidad, siempre que se interprete en un sentido muy estricto: y es que «si quieres paz debes prepararte para la guerra». No implica esto hacer la guerra, no implica esto empezar la guerra, no implica esto amenazar a nadie, simplemente implica saber decir que tienes fuerza, que tienes organización y que esperas que nadie ataque a la igualdad que se está intentando construir.

La bomba de hidrogeno, el arma termonuclear más potente que hay sobre la faz de la tierra, un arma prácticamente imparable en caso de que se utilice, es una demostración de fuerza lo suficientemente poderosa para amedrentar a todos los estados que guardan en sus entrañas a los privilegiados del mundo, a los que serían los primeros en atacar las reivindicaciones de la igualdad plena. De ahí que toda la comunidad internacional se alinee en un discurso, aunque diplomático, agresivo contra Korea.

No digo yo que Korea del Norte sea un ejemplo de nada, yo personalmente lamento el hermetismo de ese país, realmente si se puede interpretar este artículo como una defensa a este país, debemos ser conscientes de que es imposible defenderlo en sí mismo, sino que lo sumo puedes defender a una sombra de este.

Espero entiendan que me cueste creer los despotismos del régimen norkoreano que nos llegan desde Seúl, sería como volver a creerle a los norteamericanos la patraña de que los soviéticos comían niños.

En todo caso, no estoy postulando a Korea como un ejemplo de revolución, o de socialismo, yo no veo reflejo de un socialismo en este país, creo que se han vuelto a cometer los errores del pasado, un dirigismo completo desde las altas esferas sin la participación de las clases populares más allá de la esfera económico-productivista.

La noticia, que ya ha sido calificada como histórica por los medios de comunicación del régimen koreano -como por los de nuestro régimen-, lo ha sido porque los koreanos han construido la fuerza objetiva capaz de reprimir cualquier intento de injerencia por parte de otro Estado en sus asuntos. No es la situación deseada por un pacifista, pero a partir de ahora tenemos posibilidades para empezar a soñar -y digo soñar porque lo más probable es que se quede todo en un sueño-, soñar con que el partido de los trabajadores de Korea del Norte, empiece a llevar a cabo políticas que reivindiquen la igualdad plena de los hombres y mujeres, que el ser humano no sufra más el abandono a su suerte, que se respete el nuevo principio democrático, según el cual nadie debe ser abandonado al hambre –pues la sociedad es responsable de todos sus miembros-, ni al miedo y a la sumisión, o bien condenado a perder el respeto a sí mismo a causa de temor a la desocupación y a la indigencia. Tal y como ocurre en Occidente.

No obstante para esto queda mucho, primero porque tendría que reforzarse esta línea militarista siempre defensiva por parte del gobierno de Korea, y a este mismo le quedaría la tarea más dura, la que probablemente sea el fallo histórico que lamentaremos en un futuro: acabar consigo mismo. Renunciar a todos sus privilegios de clase dirigente y propiciar la participación del pueblo en todas las esferas sociales. Así, y solo así, con la renuncia de los privilegios del gobierno, como último ataque a los privilegiados traería consigo una nueva era, una era de las personas y para las personas, una era de paz, gloria y socialismo.

Este es mi problema, que esta mañana me levanté como todos los días, soñando un mundo de paz y por eso es que me gusta mirar o imaginar el lado positivo de las cosas. Y ante la tragedia que se asoma por Oriente por la injerencia de Occidente en todo lo que no le compete, me gusta pensar que esta es la bomba de la paz. La bomba que traerá una nueva era de paz para el ser humano.

 

 

 

 

Gabriel A. Morales Lerche

 

 

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