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Según el autor C.S. Lewis «la integridad es hacer lo correcto aún cuando nadie te está observando»

«La integridad sigue siendo esencial para restaurar la confianza social, política y humana. Pero, como cualquier virtud, requiere cultivo, reflexión y acción constante»

La integridad, como virtud moral, parece estar en crisis en muchos aspectos de la sociedad actual. Sin embargo, no es que haya desaparecido, sino que su presencia es más compleja de discernir en un contexto marcado por tensiones sociales, políticas y humanas. Aquí se presenta una reflexión desde tres distintas perspectivas:

Visión social. En un mundo hiperconectado, donde la imagen y la percepción pública tienen gran peso, la integridad puede diluirse ante la presión de mostrarse de cierta manera o de seguir lo que es socialmente aceptado.

La superficialidad y la presión de las redes sociales hace que muchas veces se priorice aparentar ser “correcto” en lugar de actuar con verdadera coherencia. Sin embargo, también existen movimientos que promueven la honestidad, la transparencia y la ética, lo que muestra que la integridad sigue siendo valorada en ciertos espacios.

Visión política. En el ámbito político, la integridad muchas veces (la mayoría) parece ausente, por falta de voluntad y por el diseño mismo del sistema: corrupción y falta de transparencia. En muchas sociedades, la percepción de la política está asociada a la corrupción, la hipocresía y la falta de responsabilidad. Esto mina la confianza ciudadana.

Visión humana. En el plano humano, la integridad sigue siendo una brújula esencial, no obstante la crisis de valores, la aceleración de los cambios sociales y culturales puede llevar a una desconexión con valores universales como la integridad.

Por eso hablar de “la integridad de los desintegrados” es una paradoja poderosa que invita a reflexionar sobre cómo se manifiesta la integridad en un contexto de fragmentación, ya sea individual, social ,moral y político.

Cuando hablamos de contradicción interna en el ser humano se sugiere una lucha interna, una fragmentación personal. Una persona “desintegrada” podría ser aquella que ha perdido coherencia entre sus valores, pensamientos y acciones. Por ejemplo, alguien que dice defender la verdad pero actúa con mentira o que se traiciona a sí mismo en busca de aceptación externa.

La búsqueda de sentido, a pesar de esa desintegración, podría existir en una lucha por recuperar o mantener cierta integridad, como una esencia moral que no ha sido completamente destruida. La integridad del Ser Social desintegrado pero consciente.

La fragmentación social, en el plano colectivo, es la pérdida de valores comunes: las sociedades fragmentadas carecen de un sentido común de propósito o ética, lo que dificulta actuar con integridad colectiva.

Pero, incluso en estas circunstancias, pueden surgir individuos o grupos que mantienen una integridad moral, actuando como un pegamento que busca reconstruir lo roto.

Ruptura política y moral. En términos políticos, la desintegración puede ser la falta de confianza en las instituciones, los líderes y el sistema.

El colapso moral de la política desintegrada debe necesariamente llevar a una revolución ética de valores actuando como el principio de la termodinámica, la entropía que representa el desorden o la tendencia al caos en un sistema (como lo de ahora), lleva a la neguentropía que es la fuerza opuesta: el esfuerzo por generar orden, estructura y significado. Cuando trasladamos estos conceptos al ámbito de los valores éticos, se puede hablar del paso de la entropía a la neguentropía como un proceso de transición de la confusión y el relativismo moral hacia la construcción de valores éticos sólidos y coherentes.

La integridad desaparece cuando los sistemas se enfocan más en el poder y en el interés personal o de unos pocos, en lugar de la justicia o el bien común.

Resiliencia dentro del caos. “La integridad de los desintegrados” también podría ser una afirmación de esperanza:

  • Integridad en la adversidad: Aunque el entorno esté desintegrado, todavía es posible encontrar personas o valores que se mantienen firmes, como un faro de luz en medio de la tormenta.

  • Reconstrucción desde la desintegración: Este concepto también sugiere que la integridad puede ser la clave para recomponer lo roto, actuando como una fuerza unificadora neguentrópica.

Entender “la integridad de los desintegrados” es reflexionar sobre cómo la virtud de la integridad puede subsistir o reconstruirse en un mundo fragmentado, sea en el plano personal, social o político. Es un recordatorio de que, incluso en el caos, la integridad tiene el potencial de ser una base para la renovación y la reconstrucción.

Aunque los desafíos actuales ponen a prueba la integridad en todos los niveles, esta virtud no ha desaparecido. Hay personas, comunidades y líderes que demuestran que actuar correctamente, incluso sin ser observados, sigue siendo posible. La integridad sigue siendo esencial para restaurar la confianza social, política y humana. Pero, como cualquier virtud, requiere cultivo, reflexión y acción constante.

Antonella Aliotti

Feminista y antirracista

Activista de DDHH y Sociales



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