Literatura

Acto 2. La 4ª ley

Me levanté súbitamente. Vomité en el suelo, a un lado de la cama, manchándolo todo. Perturbadora era aquella imagen de mi vómito encima de la mesa de noche. Aquella vez era la última en mi puta existencia que tomaba tanto sex on the beach. Recuerdo también de aquella noche, que tuve un sueño muy raro, de que había pegado a alguien, de que le había puesto una bomba en el pecho y no sé qué parafernalias más puse. Algo que jamás podré olvidar era aquel dolor que perforaba mi cabeza, y que crecía lentamente. Me pareció ver que era mediodía. La televisión estaba encendida, con el telediario puesto.

-Buenos días a todos, espero que todo el mundo esté disfrutando hoy de este 1 de enero, del año 2043 que estamos comenzando-dijo el presentador.

Como odiaba a esos tíos, me parecían el mayor cáncer que tenía la sociedad actual. Siempre falsos, con una sonrisa en la cara, y contándole cada dos por tres a la gente lo que los dueños de las sociedades anónimas querían. Lo peor de todo era la poca voluntad de la gente por informarse mejor, por otros medios que ellos dirían alternativos, pero más fiables que no aquellas empresas de la información. Algo que si me encantaba de esto, era como se aferraban al autoengañarse, como si su vida dependiera de ello.

Me dirigí hacia la mesita que tenía en aquel cuchitril que me había pillado a las afueras. Vi que estaba toda llena de polvo blanco. Lo probé y comprobé que era coca. Cogí mi tarjeta de crédito y reuní todo ese polvillo en una raya.

-Año nuevo, vida nueva, ¿no?-Dije entre carcajadas, mientras estaba esnifando.

Después de tomar ese café mañanero, me dirigí al closet. Me puse lo primero que pillé, camisa blanca, mi chupa de toda la vida, unos vaqueros, y me mandé a mudar de esa mierda de ratonera.

Fui al Paco’s bar, para desayunar. Le pedí al camarero un bocadillo de jamón serrano sintético, con una cerveza. Putos defensores de los animales, se cargaron la buena comida, y lo saben, pensé para mis adentros.

Mientras comía el bocadillo, mi móvil empezó a sonar. Era un número que no tenía registrado, y ya que no era privado, pues lo iba a coger. Cuando me lo puse en la oreja, un voz femenina empezó a hablar conmigo.

-Hola, buenos días, ¿estoy hablando con S&D?

Mi corazón paró de latir en ese mismo instante. Una cara de expectación se dibujó en mi rostro. Hacía mucho tiempo que no escuchaba ese nombre. Me dirigí hacia la puerta del Paco’s, viendo si había alguien siguiéndome.

-¿Qué quiere de mí y como es que conoce ese nombre?-dije en un tono muy exaltado.

-A esas preguntas responderé cuando nos veamos en persona.

-¡Respóndame ahora!, no pienso verme con usted.

-¿Se encuentra ahora mismo en el Paco’s bar?

Cuando hizo esa pregunta, el tiempo se paró. Rápidamente llevé mi mano al pecho, al interior de la chupa, y saqué mi magnum.

-¿Dónde está?, sabe muy bien que no va a poder contra mí, ¡voy armado!.

-Para ser detective es usted un poco torpe.

-¡Yo ya no soy detective!

-Bueno, déjese de tanto teatro, y venga ya a la mesa.

En ese instante me colgó. Eché un vistazo, y en una mesa de la esquina, pegada a una venta, vi a la que se suponía que era mi interlocutora. Tenía que ser ella, la calma y seguridad de su lenguaje corporal, hasta su respiración, me indicaban que era ella. Era una mujer muy guapa, todo hay que decirlo. Una sombra de ojos bordeaba el esmeralda de sus profundos ojos. Iba vestida con un blazer escarlata, y un vestido de noche blanco por dentro. Una pamela a juego con el blazer, recubría su cabellera, lacia y azabache. Un intenso russian red cubría sus carnosos labios. A su vez, calzaba unos stilleto beige, dándole ese porte elegante que irradiaba. Si algo tenía claro de esa mujer mi nueva amiga, es que sabía vestir muy bien. Me dirigí con paso rápido hasta su mesa.

-¿Quién coño es y qué quiere de mí?

-Relájese S, traiga su bocadillo aquí, y hablemos con tranquilidad.

Me llamó S. Nadie en mi puta existencia había acortado ese nombre, eso no me gustaba nada. ¿Qué pretendía la tía esta?

-¿Cómo quiere que esté tranquilo?-dije gritando-¿Usted que se cree?, sabe el nombre, sabe a lo que dedicaba, ¡no sé porque todavía no le he puesto mi pistola en la sien!

-Señor, usted no es así, y lo sabe. A parte, sé que nunca ha matado a nadie.

-Siempre hay una primera vez para todo.

Le coloqué la pistola en la nuca.

-Mire, me está impacientando haciéndose el machote. No se engañe más, traiga de una jodida vez el bocadillo, y siéntese.

Le quité la pistola, me resigné. A pesar de todo, tenía razón. Eso sí, si la cosa se ponía complicada, esta vez me iba a pensar dos veces el apretar el gatillo. Cogí el bocata, y me senté con ella.

-¿Van a tardar mucho las explicaciones o qué?-le dije en un tono muy condescendiente.

-Métase esa forma de hablar por el culo, y empiece a respetarme. Que yo no le he faltado el respeto a usted.

-A ver como se lo digo, señora. Creo que la invasión de mi intimidad es más irrespetuoso que el tono en que pregunto. Me estoy impacientando, ¡así que hable ya joder!.

-Hernández no se equivocó con la descripción que me dio.

Maldito hijo de p###. Así que entonces fue él quien le habló a esta tía de mi. Ya sabía yo que mi amiga sabía demasiado sobre mí. Luego le iba a llamar y arreglar cuentas con él.

-Bueno, es su día de suerte. Si el inspector es quien le ha dicho que se ponga en contacto conmigo, ya no tiene que responder a tantas preguntas-se me dibujó una sonrisa muy falsa en mi cara en ese instante.

-Le necesito S.

-No sé por qué el inspector le dijo lo de S&D. Pero eso sí, si va a llamarme, que sea por mi nombre de verdad.

-Hernández me dijo que era mejor así.

-Si le dijo eso me imagino que es un tema serio, en donde generalmente hay muertos.

-S, eres mi única opción.

-Tiene que ver con su esposa, ¿verdad?

En su rostro se dibujó un rostro de sorpresa.

-Pe, pe…, pero…

-Sencillo, no ha dejado de mirarse todo el rato el anillo de matrimonio, eso es sinónimo de que se preocupa, en este caso, de su pareja.

-Pero el hecho de que es ella…

-Su muñeca, se ve, debajo de la manga larga de la chaqueta, un cabello, femenino. Creo que para tener el tatuaje de una persona en tu cuerpo, debe ser un persona muy especial para alguien. Podría también haber sido su hija, pero claramente no hay indicios de maternidad en su cuerpo.

-¿Qué signo debería entonces tener?

-Mirar con amor a los niños. Durante esta conversación pasó antes un bebé, al cual no le prestó ni un segundo de atención. Sinónimo de que lo más probable no le gusten los niños.

-Le subestimé antes S.

-Pronuncie las dos letras si me va a llamar así.

-Le necesito. Es mi única alternativa, mi única esperanza.

-Le he dicho que no soy detective, he abandonado ese mundo, y jamás volveré a él.

-Tiene que encontrar a Charlotte. Lleva un mes desaparecida, no ha dado señales de vida.

-¿Cómo te llamas?-pregunté.

-Alice, ¿por?

-A ver cómo te lo digo Alice. ¡Ya no soy detective!

Me levanté de sopetón de la mesa, y me dirigí a la salida del bar. De repente, Alice perdió completamente la compostura, y se arrodilló delante mío.

-Le necesito, la policía no ha conseguido nada, avanzan, y van a parar la búsqueda. Hernández me dijo que usted era el único que la podía encontrar. ¡Ayúdeme! Tengo dinero, le puedo pagar lo quiera.-Me dijo entre lágrimas.

Vi en aquello que entre ellas había una auténtica relación de amor.

-¡Qué no soy detective!, no puedo hacer absolutamente nada.

-¡Clemencia S&D, se lo imploro!-me dijo en un mar de lágrimas.

El S&D benevolente que fui en el pasado, y que creí que hacía mucho tiempo que había enterrado, empezó a resurgir en mí. El hecho de ver sus lágrimas, su único halo de esperanza era yo, hacían que me replanteara demasiado la decisión que tomé cuando aquello. Lo poco de empatía que albergaba en mi corazón, salió en ese instante.

-¿Me puedo poner en contacto contigo a través del número con el que me llamaste?

-Si claro, es mi número personal.

-Vale, pues te enviaré un whatsapp, con la decisión que tome al respecto.

-¡Muchas gracias!-se levantó exaltada, y con una sonrisa de par en par-Enserio, muchas gracias, responda pronto. Mil y una gracias, ha traído de nuevo esperanza a mi corazón.

Se levantó del suelo, y acribilló mi cara a besos. Finalmente, nos despedimos en la puerta del bar, y puse rumbo a mi casa. Esta era un decisión que tenía que meditar seriamente, y para la cual, necesitaba paz y tranquilidad. Traicionar la promesa que hice jurar hace años, o ayudar a esta pobre mujer, a dejar de ser infeliz. He odiado y siempre odiaré mi moral, ese código ético que he intentado borrar con el paso de los años, romper las barreras de esta cárcel que siempre va conmigo. A mitad de camino, una furgoneta negra, aparcó cerca de donde yo estaba. De ella, se bajó un hombre, con una gabardina beige, de pelo encanecido.

-S&D, nunca te olvides de la cuarta ley de la vida, tu pasado siempre te persigue.

La segunda vez que escuchaba ese nombre, no podía ser casualidad, imposible, ¿cuál es la probabilidad que así sea? No tenía tiempo para pensar en eso, tenía ahora una posible amenaza delante. Me di la vuelta, no me hizo falta mucho tiempo para ver en su cara, que sus intenciones no eran amigables. Saqué la pistola, y le apunté. Sonrió. Simplemente eso, no hizo ademán de escapar, de huir. Me daba muy mala espina todo aquello. Cuando comprendí que aquello era una trampa, ya era tarde. Me habían dado un golpe en la nuca, y me desmayé, cayendo de bruces contra el suelo.

 

 

 

Alberto Candelario

 

 

Un comentario en «Acto 2. La 4ª ley»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *