Literatura

Deformación

Aquella nación había escrito su propia historia, su aislamiento la hacía más auténtica. No en vano estaban a punto de cumplir cincuenta años en los campamentos de refugiados a los que el éxodo les llevó, tras la invasión extranjera. Su historia estaba llena de héroes y sacrificios; de héroes y huida masiva; de héroes supervivientes y más héroes. A falta de logros militares, se mantenían en pie gracias a un firme orgullo de fabricación casera.

En los campamentos, a pesar de las carencias y el hambre, se alimentaba aquel sentimiento: se entendía cada colaboración externa como una manera de reconocer la nación; de dar por válido el sacrificio de la diáspora que llevó al exilio a un pueblo completo; de exaltar la valía de su identidad e idiosincrasia particular, etcétera. Se educaban para abonar los reconocimientos y las tan preciadas ayudas con destapado cariño. Auténticas muestras de amor que naturalizaban las generaciones nuevas.

Los jóvenes se alimentan de continuos proyectos de acogida que los llevan fuera. No solo en programas vacacionales, sino también en temporadas completas de estudios. Lo cierto es que la riqueza idiomática es evidente en los campamentos, sobre todo ahora que estos programas llevan más de una década funcionando.

Alí era un hombre respetado en el campamento de Smara. Entre los de su generación destacó por tener el segundo dedo del pie izquierdo pegado al tercero, aunque a sus cuarenta y pico años eso ya se pasaba por alto.

Tenía tres hijas y un hijo. Para su hijo el detalle de los dedos era muy importante. Él también tenía dos dedos unidos del pie izquierdo y aquello contribuía a que los de su edad lo torturaran con continuas burlas.

El joven Mohamed Alí llevaba muy grabada esa marca. En vez de gastar su nombre los niños lo llamaban “hatmana”, que viene a significar “sin falta”, en relación a un dedo que “tenía escondido” y que, según los demás “era el origen de su problema con las matemáticas”.

En países medianamente desarrollados, eso no es ningún problema; se arregla con una pequeña cirugía entre los seis meses y los dos años. Se llama Sidactilia. Es muy común y además hereditaria. Pero en los campamentos es distinto.

Hatmana había conseguido sumarse al programa de vacaciones que los sacaba dos meses al año y, en su destino, encontró buena y mala gente y recuperó su nombre entre niños y adultos.

La familia de acogida era acomodada, sin hijos. Le mostraron el mar, lo enseñaron a nadar, a hablar español y a entender un sistema social consumista que nada tenía que ver con el de su pueblo.

Lo mejor era que ahora había cobertura en los campamentos y podía hablar con los suyos varias veces a la semana. Eso, a Mohamed y a su familia, les daba la tranquilidad que no tuvieron las primeras generaciones que se acogieron al programa.

Fue el primo de su “madre adoptiva” el que dijo aquella frase. Él lo tenía por una persona sabia que, además, lo trataba muy bien.

“Todo lo que aprendas es riqueza para ti, para tu familia y para tu pueblo” verbalizó en maldita hora, quedando grabado en la fresca memoria de Mohamed. No dudó en transmitírselo a su hermana mayor cuando volvieron a hablar por teléfono y, cuando los organizadores que hacían el seguimiento a los chicos que estaban fuera le preguntaron a ella por Mohamed, enseguida les contó de aquel mensaje: “todo lo que saques de aquí hace rica a tu familia ante tu pueblo”, manifestó orgullosa. El funcionario, se fue llenando de envidia hasta rebosar; buscó al padre de Mohamed y le dijo: “Esa gente no es buena para tu hijo ni para nosotros. Le transmiten ideas insultantes y discriminatorias. Uno de los viejos le dijo abiertamente que ´nuestro pueblo se enriquece solo gracias a ellos´. Tenemos que ver si encontramos otra familia o sacamos a nuestra gente de ese programa”.

Alí, que era un héroe respetado sin haber ido nunca a la guerra, estaba totalmente de acuerdo… (aunque siempre pensó que su hijo, con aquella malformación familiar, podría haber sido un campeón de natación, o algo así).

Kilómetros y kilómetros más al oeste, Mohamed esperaba en la consulta del médico. Se ilusionó mucho cuando supo que podían operarlo y le iba a ser posible regresar con veinte dedos.

(“Todo lo que aprendas es riqueza para ti, para tu familia y para tu pueblo”, “Todo lo que aprendas es riqueza para ti, para tu familia y para tu pueblo”, “Todo lo que aprendas es riqueza para ti, para tu familia y para tu pueblo”, …)

 

 

Pedro M. González Cánovas

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