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La cuestión de clase y la emancipación de la mujer

El objetivo final de las mujeres proletarias no evita, por supuesto, el deseo que tienen de mejorar su situación incluso dentro del marco del sistema burgués actual. Pero la realización de estos deseos está constantemente dificultada por los obstáculos que derivan de la naturaleza misma del capitalismo. Una mujer puede tener igualdad de derechos y ser verdaderamente libre sólo en un mundo de trabajo socializado, de armonía y justicia.”

 Alexandra Kollontai

Considero que, dentro de la lucha de la mujer, el feminismo burgués ha sido muy importante a la hora de conseguir grandes logros en nuestra emancipación, a pesar de vernos expuestas a una socialización diferencial que determina cómo nos tenemos que desarrollar y hasta donde podemos llegar. Sin embargo, debemos ser conscientes de que la emancipación real solo es posible con la destrucción del capitalismo. La cuestión de clase es un factor de opresión ejercido por el hombre y por la propia mujer que tiene medios que otras no tienen. Es decir, la mujer proletaria no puede disfrutar de los mismos privilegios que la mujer de clase media o burguesa.

Una mujer que pague a otra mujer en el ámbito doméstico ejerce una relación de poder frente a la misma, ya que la mujer pudiente se libera (tiempo para actividades intelectuales, de ocio…), mientras que la mujer proletaria trabaja en el ámbito doméstico por partida doble. La mujer de clase baja trabaja para su casa y para la casa de otra mujer, limitando sus expectativas y su visión de lo que es desarrollarse como persona (dicho a grandes rasgos). Y esto no es una declaración de intenciones en contra del trabajo doméstico, si no una reflexión en torno a dos mundos. La mujer, en general, suele poseer menos recursos materiales y de poder frente al hombre, pero algunas llegan a “invadir” una parte de este espacio. Los escenarios de la mujer se infravaloran y el prestigio social sigue siendo el gran trofeo del hombre. Podríamos decir que la mujer puede llegar a ser “casi como un hombre” cuando posee ciertos “privilegios”, pero sin olvidar que tiene unos roles que ejercer. 

Por desgracia, la mujer proletaria aun lo tiene más difícil, cosa que no quita que todas estemos dentro de unos roles, estereotipos… En definitiva, el patriarcado nos afecta a todas y el socialismo (que es en lo que yo creo), es un hilo conductor hacía una mejora de la mujer, ya que destruye la idea capitalista en cuanto a estos conceptos: obtención y ganancia (dentro de sistema que nos vemos inmersos e inmersas).

También me gustaría destacar a la escritora Virginia Woolf (feminista de la primera ola), la cual nos habla de las limitaciones que puede tener una mujer para ser escritora en su ensayo llamado Una habitación propia (1929). Woolf recalca dos elementos básicos: la independencia económica y el espacio. El concepto de habitación propia podemos asociarlo a la mujer como dueña de su espacio, a la mujer como dueña de su vida. Y esa “habitación” solo es accesible cuando tienes unos privilegios específicos. Pero no solo es la independencia económica y el espacio, sino también la visión que tiene el mundo de todas las mujeres.

La historia escrita por los hombres omite la historia construida por las mujeres y por lo tanto, la importancia de éstas. Tanto Woolf como las Guerrilla Girls (movimiento artístico-feminista), caen en la cuenta, que la invisibilización crea una realidad concreta y una perspectiva de género concreta. No es que la mujer se invisibilice por completo, si no que la forma de presenciarla y de esclarecerla, realza y perpetua nuestra cabida y asignaciones en diferentes esferas de la vida cotidiana. De ahí que recalque la importancia de la intelectualidad y del acceso a la educación de todas las mujeres, teniendo como objetivo conseguir una cosmovisión diferente de la realidad. Y en el ensayo, anteriormente mencionado, nos hace ver esta construcción: “era lógico que la sexualidad y su naturaleza atrajera a médicos y biólogos; pero lo sorprendente y difícil de explicar es que la sexualidad —es decir, las mujeres— también atrae a agradables ensayistas, novelistas de pluma ligera, muchachos que han hecho una licencia, hombres que no han hecho ninguna licencia, hombres sin más calificación aparente que la de no ser mujeres”.

En conclusión, los intereses de clase entre mujeres derivan según su entorno social. Es decir, la mujer proletaria por mucho que luche en un sistema capitalista con la mujer burguesa sigue teniendo obstáculos y prohibiciones. Por lo tanto, sin una destrucción del poder hegemónico del capitalismo, seguirá habiendo ciudadanas de segunda y ciudadanas casi de primera. El capitalismo nunca va a querer que la mujer sea una ciudadana de primera, sino casi, por sus propios intereses. Como dice Kollontai, es la propia naturaleza del capitalismo.

 

Yasmín Bouzaoui Acosta

 

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