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Yo voy al 27F para salvar a la gente

Militarizar los mares, externalizar fronteras

No, gracias

A menudo, por razones geográficas y culturales, me cuesta sentirme parte de Europa. Casi siempre, como para muchas personas aquí, Europa es el lugar desde el que nos llaman región ultraperiférica, cuando la realidad es que son ellos los que están en la gentil puñeta, y los europeos son esos turistas blancos que vienen a pasar los inviernos y que se ponen calcetines con las cholas.

Parodia superada, lo que sí es verdad es que lo que más nos une con frecuencia a los europeos es un profundo sentimiento antieuropeísta. Y no me gusta porque percibo el trabajo de las gentes de otros pueblos por cambiar las cosas y con ellas sí me identifico, porque queremos y sufrimos lo mismo.

Esta sensación de “no pertenencia” a Europa es difícil de vencer cuando la UE frustra y obstaculiza cualquier vocación de ayuda humana, como estamos viendo desde hace meses en relación a la crisis humanitaria de los y las refugiadas.

Es escandaloso que se manden 3.000 millones de euros a Turquía para que “contengan” a quienes huyen de la guerra y el terrorismo en sus países de origen. ¿Turquía? Un país que mata a su pueblo en el Kurdistán, que no aprueba en materia de Derechos Humanos, tiene la autoridad, se la hemos otorgado, de decidir quién entra, o mejor dicho, se hacina en una frontera, y a quién se devuelve al agujero del que ha conseguido salir.

Desde que somos Europa hemos externalizado muchas cosas, no solo las fronteras, también hemos externalizado la conciencia. Me imagino a la canciller alemana lavándose la suya mientras piensa que “si le pagamos a los turcos, no lo estaremos haciendo nosotros y así hacemos tiempo para que el invierno haga su trabajo y mueran de frío o se pierdan en la ruta o se ahoguen en el mar”.

No hay conciencia que se pueda limpiar ni con sangre ni con dinero y eso debería tenerlo grabado el pueblo europeo.

Cada vez que uno de los estados miembros de la UE cierra una frontera suena la campana de la caja registradora de las mafias oportunistas del otro lado. Con todo se hace negocio. Eso lo saben los poderosos y les da igual, como también saben y les importa bien poco, que al taponar la entrada de personas que ejercen su legítimo derecho a ponerse a salvo están condenando a mujeres y niñas al abuso sexual, pero qué más da si pasa al otro lado.

Reconozco que hago esfuerzos para creerme a Europa, pero se van al carajo cuando el primer ministro de la fraternité anuncia que bombardearán Siria y nos meten en un bucle de bombas, terror y sangre, de bombas, terror y sangre, solidarité de bombas, terror y gritos de gritos, liberté de correr. Bombas, terror y sangre.

La verdad, es que el único sirio que conozco es a Amid Achi y, por lo que sé de él, no entiendo por qué la derecha europea es tan poco abierta con su pueblo. Quizás, nos estamos equivocando y en lugar de pedir con urgencia que se eviten las muertes evitables, 410 llevamos en el Mediterráneo en 2016, lo que habría que hacer es pedir al sirio que le diga a su colega Amancio Ortega que ejerza de lobby en el parlamento europeo para que no confisquen los bienes de los refugiados y que les “permita” ejercer sus derechos. Nunca se sabe en el corazón de quién puede haber una indomable avaricia, ni quién esconde el talento para ser el número uno.

No tengo madero para los negocios.

Tampoco tengo conocimiento experto en derechos humanos o normativa internacional, pero algo de sentido común y sensibilidad sí que padezco. Por eso, escribo aunque me avergüence, por si acaso alguien me lee y rechaza conmigo a la UE insolidaria e inhumana que militariza los mares mandando buques de guerra de la OTAN de 5 metros de altura para, supuestamente, sacar a gente del agua.

Aquí, en ultraperificidad, también podemos exigir sensatez a los gobiernos europeos. Por eso, este sábado me uno a las marchas europeas, las que promovemos la gente que está con la gente, para exigir soluciones de urgencia a este desastre y que se establezcan vías legales y seguras para que las y los refugiados puedan ponerse a salvo.

Estas marchas del 27 de febrero también son el repudio al avance fascista de la UE que promueve en las calles expresiones racistas y xenófobas impropias y condenables.

Exijo mediante la movilización, además, un cambio en la política de la UE, que se suspendan medidas que impiden la reagrupación familiar, el robo de bienes a refugiados, la puesta en marcha de visados humanitarios, un plan de reasentamiento real y que se acoja de una vez, al menos, a los 160.000 refugiados que se comprometió a acoger la UE y que sólo representan un 0,03% de la población total.

Si la sociedad nos hemos organizado de forma popular para enviar recursos a los lugares donde más falta hace, la UE también puede hacerlo. Tienen los recursos para hacerlo y son responsables de las muertes de refugiados, que ya se cuentan a miles, por no haberlos puesto a disposición con la celeridad y urgencia que el mayor éxodo de personas desde la II Guerra Mundial exigía.

Este 27 de febrero es también un llamamiento a la Paz y un no a la Guerra. Hay que exigir a Cameron y a Hollande que desistan de su planteamiento beligerante, porque la causa de una guerra no puede ser la solución. Basta ya de conflictos y echen manos a las soluciones.

¡Aquí hay un pueblo digno!

 

 

 

 

 

 

Marina Delgado Delgado

Bienvenidos Refugiados Canarias

 

 

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