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Zaya Reyes, El ilustre Sir Gay, Isla Varia, Santa Cruz de Tenerife, 2016. 183 páginas

Anisa Azaovagh de la Rosa

el ilustre sir gayEl ilustre sir Gay es la primera obra que Zaya Reyes pone por escrito, habida cuenta es una artista de obra diversa cuya inspiración ha sido expresada, normalmente, a través de las artes plásticas y escultóricas. Probablemente, éste sea el motivo de que El ilustre Sir Gay sea una obra tan visual, donde la narración autobiográfica y ficcional se recrea a través de ambientes plásticos y figurativos…

La obra gira en torno a la transexualidad de Etisa, personaje central de la obra, que posee una vivencia dramática al situarse de lleno en una sexualidad antinormativa. Es una historia que la autora conoce bien, ya que Etisa está basada en una persona real con la que Zaya Reyes mantiene una relación de amistad. De ahí que, desmenuce cientos de detalles sobre su devenir personal, entrecruce su propia abyección de un pensamiento otro y consiga, de esta manera, hacer tambalear presupuestos sobre lo común: la política, el arte, la sexualidad, la identidad… Así, su escritura adopta claramente un lenguaje tropológico como vía para parodiar la identidad de género, revelándola como un significante en disputa. Este es el hilo vertebral del volumen que se puede ver en numerosos ejemplos, como cuando Zaya Reyes recurre a una pródiga cantidad de homónimos para Etisa como estrategia para deshacer no sólo los mismos nombres – es Ilustre Sir Gay, pero también es renombrada como Sir Autista, Sir Diferente, Sir Inadaptado, Sir Pecador o Sir Inconveniente – sino como metáfora de la travesía identitaria a la que la protagonista se enfrenta.

Vestir la armadura de Sir Autista me dio otro punto de vista acerca de mi enfermedad- la autora se refiere a la transexualidad-. El autismo, en mi caso, suponía que si antes de nacer hubiera conocido la crueldad de los otros, habría cortado el cordón umbilical antes del nacimiento. Ese acto supondría que los mayores pensaran en mí como un ser desconectado del mundo real.(…) Desenchufarme conscientemente antes del nacimiento debería provocar un pensamiento, una duda y un intento de retar a los demás a entrar en estado de conciencia, y no intentar traerme para comprender el de ellos. Plantear una duda es todo un dilema, y así debe constar que esta hipótesis proviene del silencio de un niño “desviado”.(p.21)

Asimismo, la autora invierte el pensamiento para hacernos ver la patología moral que sufre la sociedad occidental y patriarcal a través de personajes y situaciones en las que existe algo de esperpento, lo que Valle Inclán denominaba «espejo deformante de la realidad». Hay, por tanto, un prisma distorsionante con el que  Zaya Reyes retrata de modo grotesco, el machismo, la educación recibida en la escuela, la inoperancia de la burocracia, la política personalista y corrupta, la iglesia y su doble moral, la prostitución, los entornos elitistas del arte… No obstante, todos los personajes son presentados como sujetos desarraigados, inxiliados, es decir, padecen un exilio interior causado por la exclusión y el rechazo del imaginario patriarcal. Es por ello, que a la vez buscan con afán la libertad como un verdadero estado de conciencia. En mi opinión, Etisa es el emblema de una conciencia “otra” que desea conquistar su libertad, frente a un mundo hostil que le da todos los honores para darse cuenta de que las leyes de la cultura y del lenguaje la consideran una imposibilidad.

Por todo lo expuesto, hay en la novela una tensión continua que sumerge al público lector en una dialéctica que puede traducirse en anhelo de reconocimiento. La escritora, además, muestra la suficiente sensibilidad, para lograr que ese reconocimiento no se trate sólo de re-conocer al “otro” a través de la identidad propia – como si fuera algo ya conocido – sino en su alteridad, en su diferencia, en su otredad.

Cada vez que he intentado introducirme en ese sendero denominado integración, mi honroso título de Sir Gay ha topado contra un muro de ladrillos fabricados con las perturbaciones, deseos e inseguridades de los demás. Yo nací inocente, sin ningún galardón. Es el castillo de la sociedad de los miedos la que pesa siendo inamovible en su estructura. (p.14)

El ilustre Sir Gay no sigue en su trama una cronología lineal, sino que arranca con una interpelación en forma de epístola hacia uno de los personajes decisivos en la novela: «Mi añorado benefactor», para descubrir, en el avanzado transcurso de la obra, que se refiere a un psicólogo nada heterodoxo. Éste lejos de seguir la práctica clínica estándar, aquélla que socava la autonomía queer o trans, no asume el lenguaje de la corrección, la normalización o la adaptación. No trata de patologizar cualquier intento de producir el género, el deseo, ni la experiencia de formas que no se conformen con las normas existentes; eso, lo lleva a pagar el alto precio de poner en riesgo su propia vida al oponerse a los sesgos políticos e ideológicos de la ciencia autorizada. La narración, pues, contada en primera persona por la protagonista del libro, se desliza sutilmente creando una historia dentro de otras historias al modo de las matrioskas rusas: los periplos de la infancia, del amor, el tiempo, la soledad,  la amistad en  la que prospección de las emociones es una constante… Todo ello, además, con una buena dosis de realismo mágico para proporcionar verosimilitud a lo extraño o irreal. El tratamiento de este realismo mágico es estratégico en la obra de la novelista, pues origina dentro del drama de las vivencias de los personajes un humor desbordante cuyo efecto en el lector es producir un tobogán de emociones en el que llorar y reír no se dan opuestamente. A su vez, utiliza el surrealismo donde los elementos más dispares se revelan unidos por relaciones secretas. El mundo onírico, del inconsciente, en coalescencia con lo real, sirve de anclaje de supervivencia simbólica  donde lo marginal o los marginados cobran inteligibilidad. En este mismo marco surrealista se nos representan los paisajes del archipiélago canario, lugar donde se desarrolla la historia.

Realismo mágico y surrealismo combinados en esta novela tienen como resultado una nomenclatura novedosa y singular dentro de la literatura canaria, cuya efectualidad lingüística y lógica realiza no sólo una mordaz crítica social, sino que a través de la ironía, lo absurdo, el inconsciente y la fantasía produce un sentido inédito de lo que es el mundo poniendo en jaque las normas comunes.

Personalmente, considero que la multiplicidad de registros en los que se mueve la autora en el tratamiento de una temática, tan controvertida, como la transexualidad hace a esta obra como mínimo singular y original. Pero, en justicia, también hay que admitir que origina en el público lector un cuestionamiento de los medios mediante los que se produce lo real y sobre qué o quiénes tienen derecho a serlo. En este sentido, la propia escritura de Zaya Reyes, impetuosamente poética, puede considerarse ella misma una manera de desterritorializar la normalidad, pues dota de realidad formas especulares, identidades y vidas excluidas, favoreciendo la fluidez de significados y formas de pensamiento tradicionalmente reprimidos.

 

 

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