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Atis tirma (ceci n’est pas un adieu)

“Todo me empuja a ello, como quien se siente empujada hacia el borde de un precipicio”

Hace unos días terminé las prácticas del curso del paro. Lo pasé muy bien y aprendí mucho. Después de 3 meses de formación y 2 (escasas) semanas de prácticas, ahora toca descansar, ¿no? Ya que vienen las Navidades…

Pues no. Tengo 25 años y una carrera, un máster, idiomas y ahora, un certificado de profesionalidad. Me vendieron la idea de que con una buena formación tendría el mercado laboral a mis pies, que solo tendría que pedir un puesto para que me lo dieran. Lo que no me dijeron era dónde tenía que buscarlo.

Para mi desgracia, mi ikigai es la cultura en cualquiera de sus formas. Se supone que Canarias es un punto estratégico, rico en cultura (en todos los sentidos de la palabra). Sin embargo, no hay manera de vivir con, de, por y para ella aquí. Mi amor por la cultura de mi tierra y todo lo que ello conlleva se siente ahora como un amor platónico. 

Me levanto por la mañana y lo primero que hago es mirar el correo electrónico a ver si alguna de las muchas empresas con las que he contactado para trabajar con ellas me ha respondido. Nada. Abro las distintas aplicaciones de búsqueda de empleo a las que estoy suscrita. Nada. Busco en Internet. Nada. Y entonces me pongo a hacer ese curso online al que me apunté porque… No sé por qué (recuerdo haber hecho cursos online que ni me interesaban solo porque era el único medio que tenía de recibir, aunque sea, una pequeña cuantía de dinero para salir adelante por mi cuenta, sin depender de nadie). Ahora, un descanso de 20 minutos, que me lo merezco. Vamos a mirar a ver si ha salido alguna oferta de empleo. Y actualizo el correo, y actualizo, y vuelvo a actualizar, y siento que pierdo el control.

Por curiosidad, miro las ofertas de empleo de algún país aleatorio y se me llenan los ojos de ellas, y también de lágrimas. Mamá, papá, abuela, cariño, gato: no me quiero ir de aquí, me quiero quedar con ustedes. No quiero perder de vista el Atlántico ni las verdes montañas, tampoco quiero dejar de percibir las pintaderas ni nuestro acento, que se siente como mi casa.

Pero todo me empuja a ello, como quien se siente empujada hacia el borde de un precipicio.

Atis tirma.

 

June Santana Guerra

 

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