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El agua en La Gomera: o como el Cabildo es capaz de estropear algo bien hecho

«El Cabildo Insular de La Gomera, el Consejo Insular de Aguas y la Consejería de Transición Ecológica, han abandonado estas obras, dejando 14 kms de tubería, tres estaciones de bombeo con sus depósitos, bombas y válvulas y una galería, abandonados para embarcarse en pedir desaladoras que tendrán, según dicen, las dos primeras, un coste de 11’8 millones de euros»

«La instalación de desaladoras para esos caudales va a provocar un aumento de la potencia eléctrica instalada en la isla, un aumento del consumo de petróleo y sobre todo una dependencia muy preocupante agua-petróleo que es de todo punto innecesaria y que puede originar en el futuro problemas de abastecimiento»

«El argumento que usan para justificar la desalación, tanto políticos como técnicos, no solo en esta isla sino en todas, es que ya no llueve como antes. Pues bien, los Planes Hidrológicos de las siete islas aprobados por los cabildos, demuestran que comparando la serie pluviométrica más antigua que se tiene (…) no se ha producido variación alguna en la cantidad de lluvia, manteniéndose la alternancia de periodos secos seguidos por otros húmedos, cabe entonces concluir que esa excusa está oficialmente injustificada por los mismos organismos que la promueven»

En tiempos pasados La Gomera estuvo abastecida con los 345 nacientes que surgen en la isla, la mayor parte en lo que hoy es el Parque Nacional del Garajonay. Aunque numerosos son los manantiales, el caudal suele ser muy bajo, apenas llegan al litro por segundo, excepto dos de ellos, Guadá y Erques que estaban aforados en 1975 en 50 y 20 l/s respectivamente. Aún con exiguos caudales, la ventaja que presentan estos manantiales es que no se suelen secar, salvo algunos años de largas sequías en los que se han llegado a agostar unos pocos, como sucedió hace apenas unos años con los Chorros de Epina, pero siempre brotan de nuevo a poco que comience a llover. Por esta razón los habitantes de La Gomera, antaño, nunca tuvieron problemas con el agua siempre que sus necesidades fueran las de beber ellos o su ganado, no fue este el caso del resto de las islas como sucedió en El Hierro, Fuerteventura o Lanzarote donde la penuria por el agua fue fuente de discordias y origen de escenas dramáticas y dantescas.

Aún así en esta isla, a partir de la guerra civil y debido a la hambruna posterior de la posguerra, comenzó a generarse una demanda de agua para la agricultura de supervivencia cada vez mayor, que los manantiales no pudieron proporcionar, tanto por sus escasos caudales como por sus ubicaciones muy alejadas de las zonas de cultivo. Incluso se hicieron obras con un esfuerzo enorme como el canal que llevó el agua de Erques a La Dama. Pero en general, los manantiales quedaron para suministrar el abastecimiento y comenzó una época de búsqueda de agua en los barrancos, mediante presas construidas y financiadas inicialmente por privados y más tarde por el Ministerio de Obras Públicas. Grandes presas en la zona norte de la isla, por una parte la de mayor pluviometría y por otra la única de la isla que presentaba un terreno impermeable, imprescindible para evitar fugas de agua en el embalse. En apenas unas décadas se construyeron hasta 33 presas y con ellas comenzó el cultivo de plátanos que aún asombra a los visitantes de la isla. Se crearon bancales en las abruptas laderas del norte y tal era la pendiente que en ocasiones se construían muros de cuatro metros de altura para plantar apenas una fila de plataneras. El mérito no solo estaba en la construcción de estos bancales, cada año la retirada de las piñas de plátanos a hombros de sus propietarios, convierte a este cultivo en algo asombroso y digno de reconocimiento. Aún con todo este esfuerzo, no lograron cubrir las necesidades de la población. En la década de los años 50 la isla, por la emigración a América y a las otras islas capitalinas, quedó reducida a la mitad de la población. El drama de la diáspora se cebó en esta isla y su principal causa fue la escasez de agua puesto que solo se disponía de ella, en la mitad norte de la isla. La mitad sur, la más soleada, la menos abrupta, aquella cuyo clima es el idóneo para los cultivos, estaba sentenciada a ser explotada por los cereales de secano, poco productivos, expuestos a las variaciones anuales del clima e incapaces de abastecer de comida y trabajo a la población.

Por todo lo expuesto es fácil imaginar que cuando comencé a dirigir el Avance del Plan Hidrológico de La Gomera en 1988 todos esperaban que concluyera haciendo un listado de presas a construir y definiendo el trazado de un canal que llevase el agua desde el norte hasta el sur. Los que me venían a preguntar y entre ellos estaban los seis alcaldes, todos me decían lo mismo:

– ¿Cuántas presas vas a poner en mi municipio?… ¿Por dónde vas a construir el trasvase norte-sur?

Y a todos les contestaba lo mismo:

– Presas ninguna y el trasvase lo vamos a hacer sur-norte.

La sorpresa era tremenda, luego daba paso a suponer que era una broma mía y cuando ya se daban cuenta de que iba en serio, entonces pedían que se lo explicase. Y lo hice, por petición del Cabildo Insular y ante un auditorio formado únicamente por los seis alcaldes y los consejeros del Cabildo, expliqué que prácticamente no quedaban en la isla sitios para construir presas y que en cualquier caso, los que quedaban como emplazamientos no eran buenos, si lo fueran ya se habrían usado. Pero además, expliqué, la escorrentía de la isla, el agua que corre por los barrancos, estaba ya cogida con esas 30 presas construidas. Incluso –también les dije- que como se pensaba que el desarrollo futuro estaba en el sur de la isla, esa parte al ser muy permeable, no se podían hacer embalses. Sin embargo el hecho de que no hubiera más agua superficial de la que ya se cogía, no significaba que no hubiera más agua que captar. La clave estaba en algo que la isla de La Gomera no se había prácticamente explotado: el agua subterránea. La naturaleza por una vez se había aliado con el canario, en este caso el gomero, y había colocado el agua abundante justo allí donde se iba a necesitar: en el sur. La propia limitación del agua superficial, en esta zona sur, por la elevada permeabilidad que tenían los terrenos, aportaba la solución: cuanta menos agua superficial más agua subterránea. Además y como les decía, la isla está basculada hacia el sur, por dentro también, con lo que el agua subterránea una vez infiltrada en la cumbre que es donde más llueve, se dirige dentro del subsuelo hacia el sur descargando por la costa a lo largo del arco sur que va desde Valle Gran Rey hasta San Sebastián. Con esta disposición, lo fácil y sensato –repetía- era colocar captaciones de agua subterránea a lo largo de esa zona para captar el agua antes de que se perdiera en el mar.

Perfil hidrogeológico N-S mostrando la geología, la situación del acuífero insular en color azul claro y los acuíferos colgados que dan origen a los nacientes del Parque. Puede apreciarse que la isla y sus coladas están basculadas hacia el sur, lo que hace que el acuífero se sitúe en el sur y eso explica los grandes caudales que se obtienen en los sondeos realizados en los barrancos del sur, como los del barranco de La Negra y el de Lodolión en Benchijigua.-

El problema no estaba en las explicaciones técnicas que estaban muy claras, radicaba en algo más profundo y que afectaba a la experiencia: era la alternativa presas o pozos. Por decirlo de alguna manera, en esta isla, cambiar las aguas de presas por aguas de pozos o galerías, era un cambio de paradigma.

En ese momento, debido a una sequía, finales de los años 80 del siglo pasado, la situación del agua en La Gomera llevaba el camino de comenzar a ser dramática. Comenzaron a surgir las desavenencias entre Valle Gran Rey y Vallehermoso como consecuencia de que a un organismo oficial, el entonces llamado IGME (Instituto Geológico y Minero de España), se le ocurrió la penosa idea de perforar un sondeo para dar de beber a Chipude pero que los habitantes de Valle Gran Rey pensaron y con razón que iba a afectar al naciente de Guadá. Una noche, los vecinos de este municipio y según ellos dueños del manantial, subieron con antorchas para quemar la máquina de sondeos. Fue un momento que rozó la sublevación. En el norte de la isla tampoco la cosa estaba mejor. Agulo y Hermigua discutían por el agua y dentro de cada uno de esos municipios se discutía entre los consumidores, si el agua era antes para la agricultura que para la población. La isla amenazaba con arder y solo con agua se podía sofocar.

Con todos estos antecedentes terminé la exposición de intenciones, en la reunión del Cabildo dije que en esencia el Avance del Plan Hidrológico de La Gomera iba a proponer las siguientes cuestiones:

  • Delimitación de una Zona de Protección Hidrogeológica de los nacientes de la Isla. Había que preservar a estos de la codicia hídrica para que no sucediese lo que aconteció en Gran Canaria, donde los cinco mil manantiales se han visto reducidos a la quinta parte y sus caudales se han reducido a una mera muestra, debido a que se pusieron a perforar pozos en la zona de cumbre.
  • Fuera ya de esta zona de protección, se proponía la perforación de sondeos para abastecer de forma urgente y provisional a los municipios altos que eran los más beligerantes por ser los de la situación más dramática.
  • También se propuso la construcción de dos líneas de trasvase de agua, una por el este y otra por el oeste, y ambas que llevaran el agua desde el sur hacia el centro y norte.

La discusión fue lógica, me la habían anticipado cada uno de los alcaldes, un cambio tan brusco nunca se hace sin resistencia y hacer un acto de fe nunca es bien recibido. Además, algunos incluso estaban dispuestos a enarbolar el estandarte del viejo esquema hidráulico hasta la muerte. Entonces se pidió que demostrara aquello de que había mucha agua y de excelente calidad en el subsuelo de la isla, propuse entonces que el Cabildo obtuviese del Ministerio un presupuesto para pagar diez sondeos. Y lo consiguió mediante una carambola de esas que llaman a tres bandas. Por ese tiempo asolaba en la Península, al igual que en Canarias, una extrema sequía, lo que hizo que el Gobierno del Estado designase una partida de dinero para paliarla con procedimientos por la vía de urgencia. Cuando toda esa partida de dinero estuvo disponible en el Ministerio de Obras Públicas, aconteció que cayó una tromba de agua que anegó todo el Levante español. La Península pasó en un día de agostarse con la más extrema sequía, a verse inundada con las precipitaciones de una virulenta gota fría. Debido a ello, la partida económica quedó huérfana de peticionarios aunque en Canarias seguía sin verse una sola gota de lluvia y fue entonces cuando los propios funcionarios del Ministerio me contaron la historia de la orfandad de la partida económica y que corrían rumores de mantener el dinero, pero cambiar el nombre de medidas contra la sequía por medidas para paliar los daños por inundación. Si en Canarias seguían con sequía se quedaba sola y si quería una parte de ese presupuesto había que actuar deprisa, antes de que cambiara el nombre de sequía por inundación. Y así se hizo. El Presidente del Cabildo se fue a hablar con el Secretario General del Ministerio y al día siguiente volvía con un presupuesto suficiente para perforar diez sondeos profundos.

Asumí la dirección de los sondeos que debían demostrar a las autoridades la cantidad y calidad de agua que había en el subsuelo de la isla, había que apuntar bien para no desperdiciar, con la dificultad añadida de la situación desesperada de algunos núcleos altos, como era el caso de Chipude, Las Hayas y Arure que no podía esperar mucho.

El primero fue a tiro hecho, la urgencia hizo aguzar el ingenio y perforamos un sondeo provisional debajo del mismo Chipude pero por debajo de Erques. La solución era provisional hasta tanto no sacáramos el agua de otro lugar, éramos conscientes de que con ese sondeo de Erques podíamos afectar al naciente pero la solución era urgente y la declaramos provisional. Así y con el agua que obtuvimos del sondeo se llenaron los depósitos de Chipude, El Cercado, Igualero y Las Hayas y se dejó el esquema hecho para mandarla hacia Valle Gran Rey en la zona de Arure y luego otra vez hacia Vallehermoso, formando el primero de los dos trasvases sur-norte. Aquí se produjo un altercado entre los alcaldes realmente rocambolesco y que terminó con cada uno de los ediles armados con hachas y rompiendo las tuberías para que el agua no saliera de sus respectivos municipios. Aun así a base de inundar a los dos municipios se puso paz y una vez sofocada la urgencia, se marcaron otros sondeos en Alajeró, en el barranco de Las Palomas y en Lodolión, para que fuese la base del trasvase que debía dar de beber a Alajeró, Valle Gran Rey alto y Vallehermoso e ir aliviando al sondeo de Erques. Como veremos luego, esta solución que era provisional, fue el inicio del primero de los trasvases sur-norte, el que va por el oeste, y se convertiría en definitivo cuando se sustituyera definitivamente el sondeo de Erques por los sondeos en el barranco de La Negra.

Pero no se acababa aquí el dramatismo de la situación, urgía también paliar los problemas de la otra media isla: San Sebastián, Hermigua y Agulo. Para eso y de acuerdo con José Manuel Navarro Latorre, el geólogo a quien le debo muchos de mis conocimientos bajo tierra, definimos una batería de sondeos a lo largo del camino de Enchereda, precisamente aquel que une San Sebastián con Hermigua. Con el agua que se obtuvo se hizo realidad el otro trasvase sur-norte, el del lado del este. Desde Enchereda el agua se dirigió, en tubería por la cuneta del camino, hacia Hermigua y luego Agulo, y por el otro lado hasta San Sebastián. Este otro trasvase necesitaba un refuerzo que se hizo perforando los sondeos de La Hurona en la carretera de San Sebastián a Hermigua. Como manera de duplicar los caudales de este trasvase, se pensó y como luego veremos se ejecutó, una galería para ubicar una batería de sondeos que fue la Galería de Ipalán.

En esa época de búsqueda de emplazamientos para perforar los sondeos, como más tarde de ejecución de las obras, fue de esencial la ayuda de Julián Horcajada Oliva, Gerente del Consejo Insular de Aguas de La Gomera y el más gomero de entre los peninsulares. Un hombre capaz de desempeñar como nadie la labor de convencimiento, la búsqueda de permisos, el hablar con los vecinos, con los demás políticos y en fin… de quitarme a mí todos esos problemas y dejarme todo el tiempo para buscar el sitio donde encontrar agua. Nunca podrán en La Gomera agradecerle la labor que hizo. Como aún quedaban esas reminiscencias de defender el agua para la tierra donde surgían, nosotros y sobre todo Julián, decíamos: el agua se saca de donde la haya y se lleva a donde haga falta. La frase fue un acierto, quedó grabada y a fuerza de llenar un depósito tras otro, llegó a aceptarse hasta el punto que hoy en día, treinta años después, ya no hace falta decirla.

Al final, con nueve sondeos encontramos agua, tal y como habíamos dicho teníamos ya la demostración de que bajo La Gomera, en su subsuelo, había mucha más agua de la que necesitaba la isla. Por eso, con el último sondeo que nos quedaba y una vez apagado el fuego, quisimos rizar el rizo y lo colocamos muy alto, cerca de El Cercado y próximo a La Fortaleza, personalmente seguía queriendo sustituir al provisional de Erques para evitar la afección con el naciente, porque veía que el Consejo Insular estaba convirtiendo lo provisional en definitivo. Pero no conseguimos llegar al agua tras perforar 520 metros de profundidad. El rizo no se dejó rizar y el acuífero estaba más bajo y eso de alguna forma me decía que tenía más agua, más abajo, el problema era que no estaba tan alta; pero el sondeo aunque seco no fue en vano, me dio la pista para buscarla por debajo, como luego veremos, con la galería de El Altito o de Valle Gran Rey. En esta zona alta de la isla, desde Chipude a Las Hayas, los bombeos tendrían que ser inevitables puesto que la población de los núcleos altos se asienta por encima de los mil metros de altitud, no obstante diseñamos una serie de depósitos como son los de Los Manantiales y Juego de Bolas, para que, llenándose del agua de los nacientes en invierno, nos ahorraran bombeos en verano.

Planta de la isla con la infraestructura hidráulica construida con las obras definidas en el Avance del Plan Hidrológico de 1995 y  que consistieron en perfiles con sondeos (puntos azul oscuro), redes de transporte (trazado en morado), depósitos (círculos en azul claro) y dos galerías (trazados rectos en azul oscuro). Siguen incompletas la red de transporte de La Negra y la galería de El Altito. Con ambas terminadas se dispondría del doble del agua que se necesita actualmente en la isla y siempre con agua subterránea mucho más barata que la desalada, de mejor calidad y sin dependencia de petróleo para su producción y en algunos casos tampoco para su transporte.-

Los nueve sondeos pusieron agua y paz en La Gomera, la urgencia y el desabasto dieron paso a una mayor tranquilidad. Al final conseguimos que la isla de La Gomera tuviera la mejor calidad de agua, la mayor cantidad por habitante, el precio más bajo de todas las islas y siempre preservando los ecosistemas que generan los manantiales del Parque Nacional del Garajonay. Fue la primera vez que un Plan Hidrológico defendió un Parque Nacional. Además, la agricultura, al dejarle para ella las presas, se consiguió que el agua agrícola fuese gratis. Habíamos convertido a La Gomera en la primera isla sostenible del archipiélago en materia hidráulica y la mejor resuelta del archipiélago.

el Cabildo Insular de La Gomera, el Consejo Insular de Aguas y la Consejería de Transición Ecológica, han abandonado estas obras, dejando 14 kms de tubería, tres estaciones de bombeo con sus depósitos, bombas y válvulas y una galería, abandonados para embarcarse en pedir desaladoras que tendrán, según dicen, las dos primeras, un coste de 11’8 millones de euros. Con ellas se producirán hasta 6.000 m3/día al nivel del mar, que luego deberán bombear hasta 200 metros para cubrir la zona de demanda, agrícola y urbana.

La década siguiente, la primera del siglo XXI, la empleamos en construir más depósitos para almacenar agua de nacientes, siempre los hacíamos enterrados o simulando casas de campo para que pasaran desapercibidos y no impactar en el paisaje, hay que tener en cuenta que algunos, como los de la zona de Enchereda, se encontraban en parajes de una excepcional belleza donde un depósito o una sala de bombeo podría estropear la estética del entorno. A la vez los tendidos de cables eléctricos los colocábamos enterrados junto a las tuberías, aunque estas últimas y por expreso deseo del Consejo Insular, preferían en algunos casos colocarlas a la vista para controlar así las posibles fugas. Además decidimos reforzar la solución aumentando el caudal que se extraía y así prever aumentos de demanda en el futuro. Esto lo hicimos mediante dos acciones: la primera fue en las líneas de sondeos realizados años antes que eran Enchereda, Lodolión, Guarimiar y La Negra, y consistió en aumentar el número de sondeos existentes, dejándolos preparados para instalar bombas y hasta que hicieran falta, convertidos en piezómetros de control de niveles de agua; la segunda actuación consistió en perforar dos galerías, El Altito en Valle Gran Rey e Ipalán en San Sebastián que explicaré en el párrafo siguiente y otra infraestructura más, la ya adelantada de construir una red de transporte que mediante 16 kilómetros y tres estaciones de bombeo, cada una con sus depósitos y cuartos de bombas, fueran capaces de transportar 45 l/s desde los sondeos de La Negra hasta el depósito de Los Manantiales, el más alto de la isla, en las inmediaciones de Chipude, y así sustituir definitivamente el sondeo de Erques porque estaba afectando al naciente. Desde allí se podría abastecer, con la red de tuberías que realizamos la década anterior, a cualquiera de los seis municipios de la isla. Esta obra denominada “Mejora del Abastecimiento de la isla de La Gomera” fue adjudicada por el Ministerio a la empresa Satocán por 10 millones de euros.

La galería de Ipalán en San Sebastián no era una galería propiamente dicha, era más bien un túnel de cuatro metros de ancho y cuatro de alto y de 2 kilómetros de longitud. Esas dimensiones tan grandes eran para que una vez finalizada la perforación, entrar dentro con las máquinas de sondeo y perforar siete sondeos verticales de 200 metros de profundidad a lo largo de la traza del túnel. De los siete se colocaron bombas en cuatro de ellos, los tres restantes, situados entre los que tenían bombas, servirían de reserva y mientras tanto se utilizaran, como piezómetros de control. Esta obra nació en forma de túnel debido a la orografía de la isla, ya que hacer sondeos en esa zona en la que sabíamos que había agua por los datos obtenidos en La Hurona y en Enchereda, equivalía a colocar los sondeos en un terreno inaccesible, inhóspito y a la cota 700, cuando nuestra pretensión era sacar agua para abastecer San Sebastián que se ubicaba desde el mar hasta la cota 200. La solución de la galería de Ipalán a la cota 200 permitió ahorrar la elevación de 500 metros, además de evitar la afección de manera muy acusada a un paraje totalmente virgen. Perforando el túnel y sin buscarlo, encontramos agua al interceptar una célula del acuífero formada por dos diques verticales, volcánicos separados poco más de cien metros. Con idea de preservar esas aguas se construyó un cierre de hormigón armado, gracias a  este cierre y al afloramiento de agua, llenamos las presas de Los Chejelipes que debido a una sequía llevaban varios meses secas, con lo que salvamos la agricultura del barranco de La Villa. Poco tiempo después el caudal de agua de este pequeño afloramiento fue mermando en cantidad hasta quedarse reducido y estabilizado a 5 l/s, un macho de agua como dicen en la isla. Además de este caudal que aflora sin bombear, los cuatro sondeos equipados con bomba son capaces de extraer de manera continua 8 l/s cada uno, de acuerdo con el ensayo de bombeo realizado, por lo que esta galería de Ipalán es capaz de dar 37 l/s que es el doble del caudal que necesita el abastecimiento urbano de San Sebastián. De esta forma, en la línea de Trasvase del este, la de Enchereda y La Hurona, se independizaba el municipio de mayor consumo y se dejaban los dos perfiles de sondeos para Hermigua y Agulo.

Una vez conseguido duplicar el caudal de agua necesario para la mitad nororiental de la isla, y con cargo a la obra de la Mejora, pasamos a duplicar el caudal de agua en el trasvase suroccidental, esto es a reforzar el abasto de Vallehermoso, Alajeró y Valle Gran Rey.

Los dos primeros municipios y la parte alta de Arure, se conseguiría la duplicidad del caudal mediante esa conducción de 16 kilómetros y tres estaciones de bombeo, salvando un desnivel de 1.200 metros, solo que esta obra quedó incompleta y a falta, como luego se expondrá, de tan solo dos kilómetros, los que saliendo de la estación de bombeo de La Negra salvarían el barranco y llegarían hasta la Llanada de Los Almácigos, donde deberían conectarse a la estación de bombeo ya construida que la conduciría, tras 14 kms y otra estación de bombeo, al depósito de Los Manantiales, una vez que enlazara con la tubería que venía desde los sondeos del barranco de Lodolión y Guarimiar afluente del Benchijigua.

Por otra parte y para aportar el suministro de agua para la población y el turismo de Valle Gran Rey en su zona baja, se perforaron sondeos a lo largo de la orilla izquierda del barranco y se perforó una galería en la proximidad del pozo de El Altito. Esta galería debería tener una longitud de 2 kilómetros, en verdad esta longitud estaba pensada para asegurarnos no afectar al naciente de Guadá, por eso era tan larga, para dejar entre la zona de afloramiento del agua y el naciente, la mayor cantidad posible de diques que preservasen e independizaran un agua de otra. Esta obra con una longitud de unos 1.600 metros y cuando tocó el agua en el hastial izquierdo, quedó parada a la vez que la ya comentada de La Negra y así han quedado las dos desde hace ahora diez años.

De lo expuesto se deduce que actualmente con la galería de Ipalán el caudal de agua que dispone la mitad de la isla, la que corresponde a los términos municipales de Agulo, Hermigua y San Sebastián, tienen a su disposición, sabiéndolo gestionar, una infraestructura que aporta el doble del agua que demanda esa mitad insular. La otra mitad, la correspondiente a los municipios de Valle Gran Rey, Vallehermoso y Alajeró, satisface también la demanda, excepto quizás en periodos de sequía en los que se deberían colocar bombas en los sondeos que se dejaron como reserva para solucionar precisamente esos momentos. En situaciones normales, no existe ningún problema de abastecimiento en toda la isla y la demostración está en que la infraestructura realizada tiene una antigüedad que oscila entre diez y treinta años, se han superado varias sequías y nunca se ha quedado un núcleo de población, en estas tres décadas, desabastecido.

No obstante y para el futuro, terminando los 2 kms de tubería de La Negra y acabando la galería de El Altito en Valle Gran Rey, se conseguiría solucionar la demanda de agua teniendo disponible una producción hídrica del doble de la necesaria actualmente, con lo que no solo se garantizaría satisfacer la demanda del agua del futuro, sino dejar hecho el camino para aumentarla si fuera necesaria con solo prolongar galerías o aumentar los sondeos. Y siempre manteniendo que el agua de la agricultura sea gratis, única manera de preservar una agricultura cada vez más precaria y con señales de abandono. El coste de terminar el tendido de tubería desde La Negra hasta Los Manantiales, a falta de esos 2 kms, y acabar la galería de El Altito perforando unos pocos centenares de metros, sería de alrededor de 3 millones de euros, presupuesto insignificante después de todo lo realizado.

Sin embargo, el Cabildo Insular de La Gomera, el Consejo Insular de Aguas y la Consejería de Transición Ecológica, han abandonado estas obras, dejando 14 kms de tubería, tres estaciones de bombeo con sus depósitos, bombas y válvulas y una galería, abandonados para embarcarse en pedir desaladoras que tendrán, según dicen, las dos primeras, un coste de 11’8 millones de euros. Con ellas se producirán hasta 6.000 m3/día al nivel del mar, que luego deberán bombear hasta 200 metros para cubrir la zona de demanda, agrícola y urbana. Fíjense ustedes en el cambio que van a provocar, comparándolo con los sondeos de la galería de Ipalán, estos pueden aportar la mitad de ese caudal con menos de la sexta parte de ese coste, con lo que se obtiene que en coste de instalación de las obras, Ipalán cuesta la tercera parte de las desaladoras a precio de hoy día. Y eso que esta es, con mucho, la obra más cara de todas las que extraen agua subterránea de la isla, debido a tener que perforar ese túnel para que entrara la máquina de sondeos. Si ahora lo comparamos con los sondeos de La Negra, en la que los sondeos se hacen al aire libre, tendremos que tres sondeos de cien metros de profundidad aportan 45 l/s (3.888 m3/día), con un coste de 150.000 euros; por tanto, las desaladoras que van a colocar en la isla cuestan 50 veces más caras que los sondeos de La Negra, o si lo quieren ustedes, haciendo cinco sondeos más en el barranco, obtendríamos el mismo caudal que las desaladoras pero nos ahorraríamos 11’4 millones de euros.

¿Y todo esto por qué? ¿Cuál es la razón de que teniendo solucionado el problema del suministro de agua, con la posibilidad de duplicar la dotación con una pequeña y rápida inversión, se haya abandonado todo esto por la instalación de desaladoras?, solo cabe una respuesta: la codicia y la ignorancia. Para confirmar la primera solo hay que leer las noticias, donde continuamente están saliendo procesos de corrupción asociados a la implantación de desaladoras y sus comisiones ilegales

Esta barbaridad de diferencia de coste entre sacar agua subterránea y producir agua desalada, es solo en cuanto a costes de instalación, o sea estamos comparando perforar sondeos o galerías contra instalar desaladoras. Pero también hay que comparar el coste de producir el agua. Este coste es muy importante porque no es el de una sola vez, sino el de pagar un coste continuo y durante toda una vida. En el caso de la desaladora este precio de producción se descompone en dos partes similares: una mitad es el consumo eléctrico que generalmente es mayor de 3 KWh/m3, y la otra mitad de gastos de producción, mantenimiento, operarios, etc. Eso supone, calculando con el precio de hoy de 0’17 euros el KWh, que el coste solo en electricidad es de 0’51 m3, más los costes de mantenimiento, se nos pone entonces en 1 euro el m3 y no hay que olvidar que tenemos el agua en la desaladora, o sea al nivel del mar. Para dar el abastecimiento a San Sebastián o llevar el agua a la cabecera de riego, hay que bombear 200 metros de altura, que es lo mismo que hay que bombear para extraer el agua desde los sondeos de Ipalán. Por tanto, cada metro cúbico desalado que usen en San Sebastián, los usuarios gracias a la nueva política hidráulica definida por el Consejo Insular de Aguas, tendrán que pagar un euro más por cada metro cúbico que si fuera de agua subterránea. Esto acontece al día de hoy porque en el futuro y viendo la evolución de los precios de la electricidad, podemos esperar cualquier cosa. Y esto último sirve también para la agricultura, que dejará de ser gratis para pagar a más de un euro el metro cúbico, con lo que solo le faltaba esto para darle el toque de gracia. Aquellos que deciden poner desaladoras no les importan nada estos costes, los primeros, los de instalación, porque el dinero es público, como dijo una política: “este dinero no es de nadie”, y les es igual pedir ocho que ochenta. En cuanto a los costes de producción, que ya de entrada el metro cúbico es un euro más caro, tampoco les preocupa que suba con la electricidad y que una vez instalada la desaladora vamos a tener que pagar esa agua, porque para eso los políticos subvencionan el agua desalada para que pueda competir con las otras aguas, tal y como se está haciendo en las restantes islas de este archipiélago, endeudando a las administraciones y derivando dinero a subvenciones de agua en detrimento de hospitales y escuelas.

Pero si económicamente poner desaladoras es una ruina, desde el punto de vista de la calidad de las aguas desaladas, tampoco es para echar cohetes, podríamos decir que resultan sino perjudiciales al menos no recomendable para los dos usos: urbanos y agrícolas, sobre todo si tenemos otras. En ambos casos, tal y como se expuso en congresos recientes tales como Smagua en Zaragoza 2023, se están llevando a cabo unos estudios financiados por la UE para intentar disminuir los contenidos en boro que las desaladoras se ha demostrado que solo son capaces, como mucho, de bajar a la mitad (2’5 mg/l) y que siguen siendo contenidos no recomendables para los humanos (la Organización Mundial de la Salud recomienda menos de 0’5 mg/l) y con efectos negativos en la productividad vegetal además de quedar en los productos vegetales. Los estudios realizados aconsejan tratamientos terciarios que sin ser totalmente efectivos, todavía encarecerán más el coste del agua. También y este para el uso urbano, ha aparecido un nuevo problema, este es el de los microplásticos presentes en el agua de mar y que no dejará de sorprendernos en el futuro cuando se averigüe el verdadero daño que genera en el ser humano y quizás en las plantas. Para el caso de usar aguas desaladas para regar, hay que considerar de entrada que es solo España quien las usa, ningún país lo hace y no solo por el aspecto económico sino también por los problemas que causa en los vegetales debido a que, aunque presenten poca salinidad, estas aguas tienen el contenido en sodio desproporcionado respecto a los otros cationes, provocando que el índice S.A.R. (índice de absorción del sodio) aumente, afectando a las raíces de las plantas. La solución que se usa para evitarlo es darles un tratamiento terciario, lo cual como hemos visto encarece el coste del agua desalada aún más, o mezclarlas con otras aguas lo que implica nuevos depósitos y captaciones.

Pero aún hay más inconvenientes para las aguas desaladas y estas nacen de la dependencia que generan haciendo que el agua dulce exista mediante un procedimiento industrial que necesita emplear energía eléctrica y en La Gomera esta procede de quemar petróleo. La instalación de desaladoras para esos caudales va a provocar un aumento de la potencia eléctrica instalada en la isla, un aumento del consumo de petróleo y sobre todo una dependencia muy preocupante agua-petróleo que es de todo punto innecesaria y que puede originar en el futuro problemas de abastecimiento. Incluso cabe añadir que con la desalación se está abandonando la captación de aguas subterráneas, con lo que se asume una tecnología ajena al archipiélago en detrimento de una tecnología, la de pozos y galerías, en la que en esa sí somos expertos a nivel mundial: no existe ningún lugar en el mundo donde se hayan hecho tantas obras de este tipo y con resultados tan espectaculares.

Resulta asombroso que la Consejería que aporta estas desaladoras sea la del consejero Valbuena, la titulada como de Transición Ecológica y Lucha Contra el Cambio Climático. Parece una broma que habiendo agua subterránea de sobra, pues según afirman los Planes Hidrológicos de los últimos veinte años hay cuatro veces más agua que se infiltra cada año que agua se necesita en toda La Gomera y usando tecnología canaria, esta Consejería lleve ya instaladas o apalabradas en estos cuatro años doce desaladoras en cuatro islas. Porque las desaladoras no solo generan más dióxido de carbono al quemar petróleo, también arrasan el litoral con los vertidos de salmuera, piensen que por cada litro de agua desalada se vierte en el fondo del océano otro litro de salmuera, agua con el doble de la salinidad del mar que arrasa todo lo que pilla en su discurrir por el fondo, que siguen sin saber cómo diluir, y es este mal el responsable de la muerte de fauna y flora del Mediterráneo y de varias de las islas Canarias. Ahora La Gomera, gracias a Casimiro y a Valbuena, se incorporarán a este desastre.

¿Y todo esto por qué? ¿Cuál es la razón de que teniendo solucionado el problema del suministro de agua, con la posibilidad de duplicar la dotación con una pequeña y rápida inversión, se haya abandonado todo esto por la  instalación de desaladoras?, solo cabe una respuesta: la codicia y la ignorancia. Para confirmar la primera solo hay que leer las noticias, donde continuamente están saliendo procesos de corrupción asociados a la implantación de desaladoras y sus comisiones ilegales, y no es de ahora es desde hace años, recuérdese los juicios que todavía están pendientes de sentencia contra la empresa pública Aquamed, la que colocó varias desaladoras en el Levante español y que apenas dieron una parte del agua que prometieron tras la inversión de miles de millones de euros. Esto no es nuevo aquí, al comienzo del Avance del Plan Hidrológico de 1988, ya aparecieron las multinacionales ofreciendo primas del 10 % a quién colocara desaladoras en los seis municipios, hecho que provocó una reunión con todos los alcaldes para parar la creciente petición de desaladoras. Para justificar la segunda, la ignorancia, baste con decir que el actual Gerente del Consejo Insular no tuvo ningún reparo en decirme que prefiere la desalación porque desconoce las aguas subterráneas. O si quieren otra, citar que las dos obras que se quedaron sin terminar en La Gomera, colocar dos kms de tubería para salvar las laderas del barranco de La Negra y continuar la perforación de la galería de El Altito, no se continuaron porque no se encontró ningún técnico que supiera hacerlo, ni tan siquiera el que me sustituyó, cuando al que suscribe le cesó en la Dirección de Obra el consejero de Agricultura Juan Ramón Hernández Gómez en 2013, al negarme a pagar un aumento del presupuesto del 20 % a la empresa Dragados que no tenía justificación alguna. Una de esas obras estaba en La Gomera y la otra en La Palma, con presupuestos que superaban los 3 millones de euros cada una. Por cierto que el Presidente del Cabildo no movió un dedo para evitarlo y quizás “de esos polvos vienen estos lodos”.

Por último cabe decir que el argumento que usan para justificar la desalación, tanto políticos como técnicos, no solo en esta isla sino en todas, es que ya no llueve como antes. Pues bien, los Planes Hidrológicos de las siete islas aprobados por los cabildos, demuestran que comparando la serie pluviométrica más antigua que se tiene, 1940 a 2020, con la de 1980 a 2020, no se ha producido variación alguna en la cantidad de lluvia, manteniéndose la alternancia de periodos secos seguidos por otros húmedos, cabe entonces concluir que esa excusa está oficialmente injustificada por los mismos organismos que la promueven. Pero intentar justificar técnicamente la desalación ha ido aún más allá, los planes hidrológicos últimos han alterado los datos, bajando el valor del agua que se infiltra y así justificar las desaladoras. Estos planes hidrológicos realizados por la misma empresa, han bajado la cantidad de agua que se infiltra a la mitad, manteniendo la misma cantidad que llueve, y si en los cuatro planes redactados entre 1995 y 2015 se decía que la infiltración era de 65 Hm3/año en el de 2015, actualmente en vigor y aprobado por el Cabildo, se bajó a 34 Hm3/año, desde entonces se viene fraguando la instalación de desaladoras en La Gomera.   

 

Carlos Soler Liceras*

En Valle Gran Rey, a 14 de abril de 2023

 

*Carlos Soler Liceras (Madrid, 1952) es Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Especialidad Hidráulica y Energética. Primer Premio Agustín de Betencourt a la Mejor Obra Civil. Ha sido director de los Planes Hidrológicos de El Hierro, La Gomera y La Palma y director del Plan Hidrológico de Galápagos, Ecuador. Durante los años 1990 a 2000 fue jefe de Obras y Proyectos y de 2000 a 2018 jefe de Planificación, Estudios e Hidrología de la Dirección General de Aguas del Gobierno de Canarias. Desde 2002 a 2018 fue profesor de Obras Hidráulicas en la Escuela de Ingenieros Civiles de la ULL. En 1992 se le nombró Experto de la Unión Europea para Países Desérticos. A su vez es Académico Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, Hijo Adoptivo de Fuencaliente de La Palma, Socio de Honor de la Comunidad de Regantes de Los Sauces, Miembro Científico de la Reserva de la Biosfera de La Gomera y miembro del Centro de Estudios e Investigaciones Oroja (CEIO).

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