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Fragmentos anticoloniales: el nacionalismo revolucionario de Mariátegui

José Carlos Mariátegui es, sin duda, uno de los referentes del marxismo latinoamericano y, obviamente, del marxismo indoamericano. Mariátegui representa la lucha contra la dependencia y el coloniaje. El revolucionario peruano trata de entender y desentrañar la compleja realidad del país, y su respuesta no podrá ser otra que la de señalar los elementos orgánicos e ideológicos que deben ser puestos en movimiento para peruanizar al Perú, o, lo que es lo mismo, emancipar a las clases explotadas y desposeídas.

El texto que elegimos en esta ocasión es un fragmento de “Nacionalismo y vanguardismo”, de 1925 (compilado en Peruanicemos al Perú). Un texto que encuadra perfectamente el socialismo de Mariátegui. Un socialismo que no puede ser “anti-nacional”, puesto que sería un sinsentido en aquellos pueblos -explotados y dependientes- que luchan por su emancipación. Por el contrario, el gran Amauta del Perú defiende un socialismo que sea indigenismo revolucionario y patriotismo revolucionario de los pueblos en lucha. Un socialismo que se exprese como nacionalismo revolucionario en oposición al ideario nacional-eurocéntrico de la oligarquía peruana:

Para sentir a sus espaldas una antigüedad más respetable e ilustre, el nacionalis­mo reaccionario recurre invariablemente al artificio de anexarse no sólo todo el pasado y toda la gloria de España sino también todo el pasado y la gloria de la latinidad. Las raíces de la nacionalidad resultan ser hispá­nicas y latinas. El Perú, como se lo repre­senta esta gente, no desciende del Inkario autóctono; desciende del imperio extranje­ro que le impuso hace cuatro siglos su ley, su confesión y su idioma”.  

Nacionalismo y socialismo

La vanguar­dia propugna la reconstrucción peruana, so­bre la base del indio. La nueva generación reivindica nuestro verdadero pasado, nues­tra verdadera historia. El pasadismo se con­tenta, entre nosotros, con los frágiles recuer­dos galantes del virreinato. El vanguardismo, en tanto, busca para su obra materiales más genuinamente peruanos, más remota­mente antiguos.

Y su indigenismo no es una especula­ción literaria ni un pasatiempo romántico. No es un indigenismo que, como muchos otros, se resuelve y agota en una inocua apo­logía del Imperio de los Incas y de sus faustos. Los indigenistas revolucionarios, en lugar de un platónico amor al pasado incaico, manifiestan una activa y concreta solidaridad con el indio de hoy.

Este indigenismo no sueña con utópi­cas restauraciones. Siente el pasado como una raíz, pero no como un programa. Su concepción de la historia y de sus fenóme­nos es realista y moderna. No ignora ni ol­vida ningún de los hechos históricos que, en estos cuatro siglos, han modificado, con la realidad del Perú, la realidad del mundo

Cuando se supone a la juventud seducida por mirajes extranjeros y por doctri­nas exóticas, se parte, seguramente, de una interpretación superficial de las relaciones entre nacionalismo y socialismo. El socialismo no es, en ningún país del mundo, un movimiento anti-nacional. Puede parecerlo, tal vez, en los imperios. En Inglaterra, en Francia, en Estados Unidos, etc., los revolucionarios denuncian y combaten el imperialismo de sus propios gobiernos. Pero la función de la idea socialista cambia en los pueblos política o económicamente coloniales. En esos pueblos, el socialismo adquiere, por la fuerza de las circunstancias, sin renegar absolutamente ninguno de sus principios, una actitud nacionalista. Quienes sigan el proceso de las agitaciones nacionalistas riffeña, egipcia, china, hindú, etc., se explicarán sin dificultad este aspecto, totalmente lógico, de la praxis revolucionaria. Observarán, desde el primer momento, el carácter esencialmente popular de tales agi­taciones. El imperialismo y el capitalismo de Occidente encuentran siempre una resistencia mínima, si no una sumisión completa, en las clases conservadoras, en las castas dominantes de los pueblos coloniales. Las reivindicaciones de independencia nacional reciben su impulso y su energía de la masa popular.

Uno de los fenómenos más interesantes, uno de los movimientos más extensos de esta época es, precisamente, este nacionalis­mo revolucionario, este patriotismo revolu­cionario. La idea de la nación —lo ha dicho un internacionalista— es en ciertos perío­dos históricos la encarnación del espíritu de libertad. En el Occidente europeo, donde la vemos más envejecida, ha sido, en su origen y en su desarrollo, una idea revolucionaria. Ahora tiene este valor en todos los pueblos, que, explotados por algún imperialismo extranjero, luchan por su libertad nacional.

 

José Carlos Mariátegui

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