Resistencia internacional

Fusión Bayer-Monsanto o el crimen perfecto de la burguesía

La élite financiera le deja el pelero a sus políticos empleados y firma su propio TTIP

 

Con 66 mil millones de dólares sobre la mesa Monsanto y Bayer conformarán la corporación agroquímica, semillera, farmacéutica y mercenaria más grande del mundo. La fusión más grande de la historia de la burguesía.

William Serafino septiembre 27 de 2016, 8:55 AM

Historia a vuelo de pájaro

Tanto Bayer como Monsanto se forjaron al calor de la guerra.

El 22 de marzo de 1915 es considerado como el primer ataque químico a gran escala de la historia de la humanidad, cuando el ejército alemán roció sobre las líneas francesas gas de cloro en la batalla de Ypres.

Este gas experimental fue desarrollado por la corporación Bayer, lo que la convirtió en la principal proveedora de armas químicas de la maquinaria de guerra nazi. Las innovaciones y los experimentos de Bayer inauguraban la era de la guerra química.

Por su parte Monsanto recibió jugosos contratos durante la guerra de Vietnam por parte del aparato de defensa estadounidense para desarrollar el famoso y trágico gas naranja. 80 millones de litros, según reseña el investigador Steve MacMillan, fueron rociados durante la guerra en Vietnam, dejando secuelas imborrables para la población y el territorio de ese país.

Más allá de la fusión y de los transgénicos

Pero la fusión de Bayer y Monsanto no ha sido la única en el sector del agronegocio. El 11 de febrero de este año la empresa china  y ChemChina se fusionó con Syngenta el pasado 21 julio Dow Chemical con DuPont. Según la investigadora Silvia Ribeiro, estas tres empresas controlan el 100% del mercado global de las semillas transgénicas y de los agroquímicos, privatizando para sí un gigantesco poder sobre el precio, calidad, distribución y patentes de los alimentos a nivel mundial.

Ese mundo supuestamente comunista de control excesivo y dictatorial de unos pocos sobre la vida de millones, inflado durante décadas por la industria de la propaganda occidental, está siendo bordeado por la empresa privada y el mercado.

Pero sería caer en los lugares comunes de ONG ecologistas y medios corporativos afirmar que sólo se trata de una fusión con respecto al agronegocio global. Va mucho más allá. Bayer, al comprar Monsanto, no sólo está adquiriendo sus patentes y contratos en más de 25 países con cultivos transgénicos intensivos, sino que también está comprando una de las principales compañías mercenarias del mundo -Academi, antigua Blackwater, propiedad de Monsanto-, la cual ha incursionado en las guerras de Irak, Afganistán y Yemen.

Más que la unión de dos monstruosas empresas del agronegocio global, lo que encubre la fusión es la capacidad que tienen las corporaciones para comprar países, poblaciones, territorios y los ejércitos mercenarios que defenderán sus negocios en una simple transacción bursátil.

Quienes enferman suelos, aire, ríos, océanos y poblaciones, venden también la cura a altos costos

La vida de millones de pobres convertida en algoritmo matemático y en tumulto estadístico para su libre comercialización por parte de organizaciones criminales. Todo se vale, cualquier innovación para el exterminio está legalizada, como durante y después de la primera y segunda guerra mundial. Quienes enferman suelos, aire, ríos, océanos y poblaciones, venden también la cura a altos costos. Un crimen perfecto.

Los mismos dueños

Un breve repaso por el índice Nasdaq nos ofrece una radiografía de qué capitales y fondos de inversión están detrás de estas dos empresas. Los principales accionistas de Monsanto son Vanguard Group y State Street, entre otros. Por su parte, la estructura accionaria de Bayer está distribuida entre capitales radicados en Estados Unidos (27,7%), como el fondo de inversión Cullen Capital, así como en Reino Unido (18,9%) y en Alemania (20,6%), a través de otros fondos de gran tamaño como Fisher Asset.

Estos fondos de inversión también son propietarios de grandes acciones en medios de comunicación como The New York Times y corporaciones petroleras y financieras como Chevron y Citibank.

Es decir, los capitales que se fusionan y crean este monstruo agroalimentario, farmacéutico y mercenario, también controlan parte del aparataje mediático, financiero y petrolero, acrecentando por esta vía el poder de este complejo sobre la vida del planeta en sus rasgos más decisivos y sensibles: alimento, energía y opinión pública.

El signo político encubierto: la insurrección de las corporaciones

Las patentes sobre organismos modificados genéticamente y en general los productos de Monsanto se ubicaron como el principal obstáculo para frenar -en la opinión pública- las negociaciones del megatratado de libre comercio entre Estados Unidos y Europa, conocido como TTIP. Incluso el saliente presidente Barack Obama es acusado de ineficiente por los medios corporativos por no haber logrado una de las principales exigencias del capital corporativo: integrarse -aún más- a Europa y evitar que funja como puente para la expansión económica, financiera y geopolítica de China y Rusia.

Pero lo que no pueden hacer sus empleados, el mercado lo resuelve por la vía más agresiva. Esa disputa se resolvió en las bolsas de valores y ahora en Europa, bajo el sello de Bayer, se comercializarán los tóxicos productos Monsanto sin el beneplácito de Angela Merkel y sin la ansiada victoria que esperaba Barack Obama.

Esa insurrección de las corporaciones se explica por el simple hecho de no tener ni la más mínima intención de esperar por sus políticos para firmar su versión del TTIP. Es un acto de desobediencia contra el Estado y sus instituciones, justo en el vientre que lo vio nacer: Europa.

En sólo tres países de dicho continente Monsanto tiene operaciones (España, Portugal y República Checa), distinto a Estados Unidos y regiones periféricas/mineras (Latinoamérica, África y Asia) donde mantiene un extendido control territorial y económico.

Monsanto llegó a Europa por la veloz autopista de la dictadura financiera. Bienvenidos.

Controlar el alimento de Europa y de otras regiones es estratégico para los capitales corporativos

El signo geopolítico y la guerra alimentaria

Esta fusión no puede analizarse sin comprender cómo se ubica dentro del conflicto global actual, determinado por la contención de China y Rusia como potencias emergentes por parte de las potencias occidentales.

Ahora que China controla una buena parte del agronegocio global, se prendieron las alarmas. El capital occidental cierra filas. Porque es Europa, precisamente, puente y terminal de los proyectos de expansión económica de China y Rusia a través de grandes proyectos de infraestructura -Rutas de la Seda- y nuevas plataformas comerciales y financieras que plantean cambiar sustancialmente el balance de la geopolítica mundial.

Controlar el alimento de Europa y de otras regiones es estratégico para los capitales corporativos de occidente en busca de contener dicha expansión.

Hoy que las guerras cambian en sus formatos y tácticas de aplicación, el comercio alimentario se integra a su extendido portafolio de estrategias financieras, cibernéticas, mediáticas y judiciales.

El semejante poder que ahora tiene Bayer-Monsanto profundiza los cauces para que la manipulación de los precios de los alimentos sirva como arma de extorsión comercial a nivel global, útil para contrarrestar los nuevos bloques de poder y para chantajear a países que busquen alternativas fuera de ese oligopolio, amenazándolos con bloqueos y asfixia económica.

Un nuevo alicate aparece en la caja de herramientas de la guerra global, y como carajito en Navidad el nuevo monstruo Bayer-Monsanto no tardará en usarlo con una sonrisa en el rostro.

Y este plan no tiene fisuras, forma parte de un mundo cultural diseñado y planificado para que no las tenga. Las denuncias poco y nada hacen, pues estamos hablando de organizaciones criminales a las que poco les importan.

Pensar un nuevo mundo cultural, entonces, es la única opción que tiene la especie para escindirse de una tragedia impuesta y muy bien blindada. Esa oportunidad, que ni es eterna ni tampoco ideológica en términos de garantías infalibles, está en Venezuela. Hoy.

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