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Gaza, un silencio ensordecedor

Lo de Gaza no es algo lejano ni ajeno. Es un adelanto del mundo terrible que nos acecha”

¿Te preguntas, como yo, por qué no hay manera de poner fin al genocidio en Gaza? La respuesta es sencilla y cruel: porque no conviene, porque importan más los negocios que las vidas. Cuando la población masacrada no encaja en los estándares de la blanquitud, cuando las niñas y niños asesinados no son occidentales, entonces no hay urgencia, no hay sanciones, no hay indignación en los “países civilizados”. Gaza es la prueba más descarnada de que los Derechos Humanos no son universales y de que el Derecho Internacional Humanitario es papel mojado.

Desde octubre de 2023, Israel ha desatado sobre Gaza un horror para el que ya no hay palabras: bombardeos diarios, destrucción de hospitales, disparos contra quienes buscan comida, asesinatos de periodistas y más de 30.000 muertos, la mitad niños y niñas. Entretanto, el mundo solo ve fragmentos de lo que está pasando en las redes sociales, en los medios de comunicación. Después, vuelve el silencio. El silencio como rutina. El silencio cómplice de Estados Unidos, de la mayoría de los países de Europa… los mismos que durante años han abastecido a Israel de armas y hoy respaldan el exterminio por la vía diplomática.

Los proyectiles que caen sobre Rafah tienen número de serie europeo y están financiados por presupuestos norteamericanos. Gaza es un laboratorio de guerra: allí se prueba la tecnología de muerte que luego será vendida con etiqueta de “eficacia letal”. Este es el armamento que comprará la Unión Europea con el aumento del gasto militar que le ha impuesto el Tío Sam. Israel, el aliado estratégico de Occidente en Oriente Medio, se está convirtiendo así en un laboratorio para el genocidio en pleno siglo XXI. Y, mientras tanto, quieren que nuestro silencio sea ensordecedor.

Por eso quiero reivindicar la indignación ruidosa. Porque a pesar de las marchas y movilizaciones, lo que está ocurriendo en Gaza debe llevarnos a hacer más. Se trata de un horror real retransmitido en directo y no podemos normalizarlo, no debemos cambiar de canal. No es posible admitir que no podemos hacer nada contra la matanza (eso es lo que quieren que pensemos sus perpetradores). Tenemos derecho al escándalo cuando ante nuestros ojos crece el terror. El malestar que sentimos al ver en los rostros de las niñas y niños palestinos a nuestros propios hijos, es un malestar político, pues nos anima actuar.

El genocidio no es inevitable. Es un crimen contra el que debemos reaccionar. Lo de Gaza no es algo lejano ni ajeno. Es un adelanto del mundo terrible que nos acecha. Está en nuestras manos que la historia, cuando se vuelva a mirarnos desde el futuro, no nos juzgue por lo que callamos. Frente al silencio cómplice con el que quieren ensordecernos, reivindiquemos la fuerza de nuestra dignidad estrepitosa. Hagamos más bulla con la indignación que nos produce cada vida arrebatada. Seamos, juntas, la voz de una esperanza atronadora.

Nany Vega

Politóloga. Reunir

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