Defensa del territorioLiteratura

Ponernos las pilas

Toca ponernos las pilas,

de ellas penden nuestras vidas.

Quinientas mil vidas bajo la espada de Damocles

anualmente, madereras millonarias

y pobres de solemnidad lanzados a la selva

por la nueva marioneta brasileña, mediocre

segador de vidas, segador de hectáreas;

la granjería avanza dejando tras de sí calvas,

la granjería avanza dejando tras de sí lagunas ocre.

Y la lucha continúa,

lucha de clases desesperada

contra el poder Gargantúa.

El progreso social creó su antítesis antiprogresista,

un sector acomodado sin conciencia

es el enterrador de su propio creador,

ahora reina la producción, producción por producción,

bosques destruidos, charcos infestados hasta donde ve la vista,

falsa conciencia la de un dios, ser vengador;

mientras tantos mueren en la indiferencia,

me pregunto ¿por qué nuestra razón perdió el corazón?

Toca arrancar motores,

dice nuestra infraestructura,

han pasado muchos soles,

la máquina está desnuda

y habremos de hacerlo con el doble, el triple de fuerza,

extraer el triple, mover el triple, vender el triple,

reforzarnos ante los germanos tributarios,

obligarles a comprar el triple, endeudarse y pagar tanto

como aguanten nuestros ejércitos; es la ley del rifle,

ley fijadora, rayo que evita un mundo a la inversa,

acuerdo comercial indefectible, número inmune al llanto,

dolor y espanto, congelado en el calendario

de esta bagauda moribunda semipermanente,

la Tierra es nuestra propiedad privada, privado adelanto

que pone marcas, esclaviza geografía y gentes.

Toca arrancar los motores,

lucha de clases desesperada

con pilas nuevas y renovadas;

toca ponernos las pilas

contra muros y horrores,

toca ponernos las pilas

y luchar,

manchar lagunas tranquilas.

Toca ponernos las pilas,

pilas de un futuro

sin hidrocarburos.

Pablo Daniel Ramos Infante 




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