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Rescatando la rebeldía del piberío

El problema de la juventud de hoy en día, y por lo tanto de todo el planeta, es que está  absolutamente despolitizada, o inconsciente, como nunca en ninguna anterior época había pasado. Y con esto no quiero decir que lxs jóvenes se tengan que identificar ni en la teoría ni en la praxis con el anarquismo, el marxismo… o ninguna otra ideología. No necesariamente. Pero si tener cierta conciencia de su situación, de la de su entorno, que está pasando a su alrededor, y cierto ímpetu y ganas de cambiar las cosas. Y eso, hoy en día, no sucede. Los jóvenes autodenominados rebeldes, «inconformistas»,  «antisistema», punks, o de cualquiera otra subcultura urbana «alternativa» han confundido eso, el ser rebelde, el estar en contra del sistema, incluso ser anarquicxs o similar, con una estética, con una etiqueta autoimpuesta y poco más, con un peinado, con emborracharse, drogarse… Es decir, piensan, «ufff, soy súper rebelde y alternativo, o pertenezco al nihilismo activo y de confrontación. ¿O es que acaso no vez mi peinado, mis ropas, o como me coloco todos los fines de semana?¿O es que acaso no vez que no voy a discotecas si no a raves?…» Están, justamente donde los quiere el Sistema. Juega con ellxs como auténticos zombis títeres. Y aunque estos perfiles siempre en todas las épocas se han  dado, es ahora, en la actualidad, cuando el porcentaje ha aumentado enormemente.

En este grave problema de desarticulación de la juventud como amenaza para el Sistema imperante, hay varios factores que han sido determinantes. Por un lado, la gran campaña de marketing que tienen las drogas, el alcohol, y ciertos ambientes vendidos como «alternativos», que obviamente no lo son, sino todo lo contrario, son la cosa más «pro-sistema» que puede haber. Por otro lado, el vaciar de contenido y conciencia ciertas subculturas urbanas, así como muchas etiquetas que se limitan a eso, a simples etiquetas, quedando estas subculturas y términos como una simple «pose» y haciendo que esto sea más que suficiente para decir yo soy esto, y yo soy aquello, sin necesidad de nada más. Por otro lado, los partidos y politicxs «de siempre», pero con un lavado de cara, presentándose como novedad, para vendernos lo de siempre: controlar cualquier atisbo de rebeldía o inconformismo, encausar el cabreo contra el Sistema, para no solo volverlos a meter en este, sino encima, para usarlo al servicio del propio Sistema que dicen combatir. Esta herramienta del Régimen actual, los partidos y politicxs que dicen traer novedades y representar a «lxs de abajo», no solo han conseguido su objetivo de vaciar las calles, y evitar así cualquier amenaza al Régimen que pudiera hacer tambalear sus privilegios, sino que han puesto a lxs supuestos «anti» a trabajar de manera «pro» Sistema, señalando y condenando a todo aquel que intente salirse del mismo o buscar unas herramientas de luchas reales y eficaces, defendiendo a su partido y líderes, como si de una nueva secta se tratase. «¿está cabreadx, que no estás de acuerdo en cómo se están haciendo las cosas, que ya no puedes más, que se necesita un cambio? No se preocupe, defiende con uñas y diente el régimen parlamentario del que se quejas, señala y condena a todo aquel que lo critique o busque vías alternativas, y siga consumiendo drogas, sin molestar…».

Todas estas cosas, drogas, alcohol, simple estética como sinónimo de alternativo o antisistema, partidos «de izquierdas» como controladores sociales, miedo ante unos altísimos niveles de represión. Han conseguido, como dije al principio, que actualmente tengamos un gravísimo problema como antes nunca lo habíamos tenido, y a una juventud inconsciente, desinteresada. Pero, si no hay un relevo generacional, ¿que nos queda?

En cambio, «al otro lado», si están sabiendo leer los tiempos. Vemos a una juventud comprometida con sus ideas, con conciencia de lo que defienden, preparándose, con sus discursitos. Es decir, mientras en este lado ser «rebelde» significa tener una estética determinada, emborracharte, drogarte, ir a raves, quedarnos en lo superficial de nuestras luchas, mas basada en eslóganes y frases hechas, en combates virtuales, al otro lado, ser rebelde empieza a significar tomarse las cosas más en serio, formarse, hacer activísimo, dar la cara. Si esto sigue así, ¿qué nos depara el futuro? Obviamente estoy hablando en líneas generales, y no digo que esto sea siempre así, pero tengo más de 30 años, y lo que veo, no me está gustando nada, ni creo haber vivido algo parecido antes.

Con esto no estoy haciendo un llamamiento a engrosar los colectivos, organizaciones… en masa. No, ni muchísimo menos. La manera de hacer activísimo, o de ser consciente de nuestro entorno y enfrentarnos a él ya queda en el terreno de la decisión personal. Y como ya he dicho en otras muchas ocasiones, el activismo, lo que eres y haces, no tiene tanto que ver con el asamblearismo y la participación en este o esta otra actividad colectiva, sino en tu día a día, en tu vida personal, individual, en convertirte a ti mismo en una célula contracorriente. Lo demás es secundario. Es ahí donde marcas las diferencias y pones sobre la mesa tus luchas más allá de folclorismos y autocomplacencias.

Tampoco es cuestión de tirarle la pelota a lxs más jóvenes y ya. No. Los que ya no lo somos tanto, pero tenemos cierta conciencia, tenemos la responsabilidad de estar al lado de estxs jóvenes, desde unas posturas de absoluta igualdad y horizontalidad, lejos de cualquier tipo de paternalismos o vanguardismos que más que acercar, aleja y crea rechazo, como no podría ser de otra forma. Estar al lado, en la cotidianidad, codo con codo, es la mejor herramienta para expandir el virus de la conciencia, de la rebeldía combativa en nuestros espacios y vidas. Juntxs, insisto que de manera absolutamente horizontal e igualitaria, desde la base, es la mejor manera de que haya un trasvase generacional, así como un aprendizaje mutuo. Porque ellxs también tienen mucho que enseñarnos. Entre otras, a saber leer e interpretar los tiempos.

 
 
 

Seben Rodríguez

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