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Coronavirus y el colonialismo en Canarias (II)

El Gobierno de Canarias, cabildos insulares y ayuntamientos no disponen a día de hoy de los medios de producción necesarios para cubrir tan siquiera los mínimos del sustento poblacional”

En la primera parte de esta serie de artículos analizamos como la crisis pandémica del Covid 19 ha desnudado el complejo sistema colonial y neoliberal que impera en el Archipiélago, y lo hicimos desde ejemplos en el sector sanitario y turístico. Ahora nos proponemos proseguir, poniendo el foco en el sector primario y secundario, vitales para el buen funcionamiento de cualquier país del mundo y que en Canarias sufren el abandono y desmantelamiento a cotas extremas.

Estas semanas se ha comprobado que la dependencia alimentaria del Archipiélago es un hecho incontestable. Con más de 2.100.000 habitantes, las industrias primarias no cubren ni la mitad de la demanda. Este hecho no es nuevo ni desconocido, pero en las duras se reflejan mejor las evidencias, cuando el «pan» escasea y el «circo» está cerrado.

La gravedad del asunto, sin embargo, no parece, ni ha parecido, importar a las administraciones públicas. Indaguemos un poco más en ello:

Agricultura, Ganadería y Pesca: Canarias goza de unas condiciones medioambientales exquisitas para desarrollar ampliamente estos sectores. Incluso la siempre citada «falta de aguas» para el regadío (algo bastante discutible pero que no es cuestión tratar ahora) no debería ser impedimento serio para cualquier país que genere la cantidad de beneficios como los que genera Canarias.

Sin embargo, en pleno siglo XXI, el Archipiélago sigue padeciendo un régimen colonial que impide cualquier desarrollo decente en este aspecto.

El monocultivo y las inexistentes planificaciones agrarias son «el pan nuestro de cada día». Lo que antaño fue cochinilla o tomate, hoy es plátano. Si a las islas no pudieran llegar suministros foráneos por alguna circunstancia generada por la pandemia, por ejemplo, lo que tiene para ofrecer a la población es plátano. Plátano y lo que buenamente ofrezcan los «pequeños» y maltratados agricultores.

El Gobierno de Canarias, cabildos insulares y ayuntamientos no disponen a día de hoy de los medios de producción necesarios para cubrir tan siquiera los mínimos del sustento poblacional. Las tierras comunales, por tanto, son casi inexistentes. El campesinado canario no obtiene casi ayudas para su correcto desarrollo. Las partidas presupuestarias que vienen dadas desde Bruselas (ellos dictan, nosotros acatamos) no solo no están cubriendo estas deficiencias severas sino que en su mayoría acaban en manos de los terratenientes de turno que perpetúan este subdesarrollo.

Estos hechos son perfectamente extrapolables a la ganadería o la pesca. Estos dos sectores han sido desmantelados de tal manera (y antaño su explotación no estuvo tampoco nada bien repartida) que a día de hoy no representan prácticamente nada en el PIB de Canarias.

El colmo de la absurdez: Un archipiélago oceánico, en uno de los bancos pesqueros más sustanciosos del planeta, no tiene ni flota pesquera ni industria de conservas.

Desde Madrid y Bruselas se han cerrado acuerdos pesqueros con Marruecos y Canarias ha salido perdiendo de ellos. Incluso dentro del estado español hay flotas que obtienen beneficios de las aguas que rodean las islas, más a Canarias se le ha desmantelado la que tenía y abandonado a su suerte.

La manzana, el pescado y el bistec que comemos son producto foráneo

Hace unos días los medios informativos sacaban a relucir que habían llegado unas partidas de papas de Israel, contaminadas con bromuro metilio. ¿Hace falta traer productos de tan lejos? ¿Entre pretender que todo lo que consumimos se produzca aquí a esta excesiva dependencia no hay un sano término medio?

¿El dinero de importar papas de Israel no se puede invertir en el campesinado canario y su mejora de vida y producción?

Lamentablemente, las instituciones del país están al dictado (y tranquilamente sumisas) de lo que se decida en despachos de altos cargos de la Unión Europea y empresariado multinacional, especialmente el de la metrópolis, donde en último término se encuentra la oligarquía de las islas. No se ha roto con la coloniedad: Se decide fuera, se ejecuta dentro, a travésde un complejo entramado clientelar dirigido por unas pocas manos y las teóricas administraciones públicas son utilizadas para camuflar y apuntarla todo ello.

El sector secundario, como comentamos anteriormente, también adolece la problemática.

Estas semanas hemos asistido a un aumento en las ventas de productos tales como el papel higiénico, aceite de oliva, desinfectantes y mascarillas. Si leemos la etiqueta de todos esos productos podremos comprobar que prácticamente ninguno se produce (ni embotella, envasa o etiqueta) en Canarias.

El Gobierno de Canarias ha tenido que recurrir de nuevo al exterior para adquirir material de protección; un material que se podría producir aquí si se invirtiera, no dejara «volar» la gran mayoría de ingresos generados a otros lares de la UE y, por último, se tuviera verdadera autonomía.

Se demandó, de manera muy protocolaria, al gobierno estatal que se pudiera utilizar el superávit de Canarias para la compra de dichos materiales. Se tuvo que esperar respuesta. De haber contado con los medios de producción aquí, ¿podemos asegurar que no se controlaría también su uso y distribución desde la metrópolis? Por tanto, ¿qué tipo de autonomía es esa? Es evidente que sólo se goza de «autonomía» cuando se está en consonancia con lo dispuesto desde el Estado y/o la UE, cosa que no es recíproca, claro está: Canarias no tiene poder administrativo, legislativo o judicial que fiscalice lo decidido fuera.

Ha llegado un momento crítico en forma de pandemia y no se cuenta con industria alguna que pueda evitar la compra sistemática de materiales al exterior. Dependencia alimentaria, productiva y extractiva. Cuando el estado de alarma pase, ese hecho seguirá estando día a día hasta que se cambie, y con la coloniedad por bandera eso no cambiará.

La única industria que no se ha desmantelado y se potencia es el turismo (y sus ingresos quedan en pocas manos) y el sector inmobiliario (idéntica problemática).

Industrias, además, que practican el neoliberalismo exacerbado y tienen cero respeto por la clase obrera canaria. En el sector inmobiliario unos han continuado sus obras aún sin ser de primera necesidad y otros aprietan para reactivarlas cuando todavía quedan entre 20-25 días de estado de Alarma, sino se decide ampliar. Por su parte, la industria turística, aparte de lo comentado en el anterior artículo, se ha dado un nuevo baño de gloria cuando, ni cortos ni perezosos, la patronal hotelera ha realizado un ofrecimiento formal para que Canarias sea sede de los últimos partidos de la liga de fútbol profesional española. En plena crisis pandémica, sin consulta popular que les autorice ni administración pública que les fiscalice. Sobra decir que la mayoría de los ingresos generados irían a parar a los promotores de dicha propuesta. En otros países, incluso algunos que no gozan de plena autonomía interna, esta y otras situaciones generadas estas semanas, con el sector turístico como protagonista, hubieran supuesto un escándalo de grandes proporciones a nivel popular y un serio aviso administrativo, sino incluso la intervención efectiva y real del sector. En Canarias, con su régimen híbrido entre colonialismo y neocolonialismo y, por ende, neoliberal exacerbado, ni una ni otra.

Alejandro José

Militante de Ahul!-Juventudes Ahora Canarias




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