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El golpe de Estado del 18 de julio en las Islas Canarias

Extractos de los capítulos XVI y XVII de libro “…Y Franco salió de Tenerife” de Ramiro Rivas García

La noticia de la rebelión de las tropas en Marruecos se recibió en la Comandancia Militar de Santa Cruz de Tenerife antes de que diera comienzo el día 18 de julio”

La salida de las fuerzas rebeldes en ambas capitales fue sincronizada. Bajo la dirección de los jefes y oficiales designados de antemano, según los planes previstos, se pusieron en marcha los operativos, cumpliendo las órdenes dictadas por Franco desde Las Palmas”.

A las 11 de la mañana del viernes día 17 de julio el general Francisco Franco, junto a las principales autoridades civiles de Gran Canaria, presidió el sepelio del general Amado Balmes Alonso, que recorrió las calles de Las Palmas en una enorme manifestación de duelo con la presencia de miles de personas. El comandante militar del archipiélago estaba protegido constantemente por la escolta que le había acompañado desde la capital tinerfeña, a la que se agregaron otros tantos oficiales de la guarnición de Las Palmas para completar la seguridad del general en este acto. En el cementerio, mientras se realizaba la autopsia al cadáver de Balmes, Franco departió con las autoridades civiles y militares que le acompañaban.

Terminado el acto, Franco y su familia dieron un corto paseo por los alrededores de la ciudad. El comandante militar de Canarias instaló su despacho en el Gobierno Militar, donde a las 3 de la tarde recibió al cónsul británico, que entre otras cosas protestó por la actuación de los oficiales del aeropuerto de Gando por la retención, desde hacía tres días, de un avión británico. Se refería, evidentemente, al Dragon Rapide. 

Luego de almorzar en familia dio un largo paseo en coche por los alrededores de la ciudad. Franco acudió en la tarde del 17 de julio a una finca de Tafira Alta. Se trataba de Las Magnolias, propiedad del comerciante y masón Tomás Lozano Nebot, que había sido consejero del Cabildo Insular por el partido Republicano Federal. En ella mantuvo reuniones con los conspiradores locales, la cabeza de la trama civil en la isla de Gran Canaria. Entre otros destacaban el empresario y cosechero de tomates Antonio Bonny, su hermano Juliano y los más significados representantes de las derechas grancanarias (todos ellos ya de veraneo en sus mansiones de Tafira y Santa Brígida) –tanto republicanos como republicano conservadores- que se pusieron a disposición incondicional de la autoridad militar desde las primeras horas del golpe. El gobernador civil Boix Roig transmitió a Madrid que la tranquilidad era absoluta en la isla y que el general Franco se retiró temprano al Hotel Madrid para pasar la noche:

            […] luego, se retiró al Hotel Madrid, donde se alojaba también Orgaz, y departió con         algunos jefes militares y con el cónsul italiano Ruggero Martini Marchi. Además de la      escolta militar que acompañaba a Franco, velaron por su seguridad algunos falangistas:            Abreu y Apolinario, que montaron guardia en los alrededores del hotel, y otra persona   que permaneció en el interior de un coche, armada con una ametralladora corta.

Franco se disponía a pasar una plácida noche, ya que no sabía que el general Mola había enviado a Tenerife aquella mañana del 17 un último mensaje cifrado en el que anunciaba que el golpe se iba a producir en la primera fecha acordada (en Melilla, el 17 a las 17). Dicha comunicación no fue descifrada ni reenviada a Las Palmas, lo que explica que Franco en vez de acuartelarse en el Gobierno Militar se quedase en el Hotel Madrid.

El preludio del golpe militar en Canarias

Los coroneles Teódulo González Peral y José Cáceres Sánchez, jefe de Estado Mayor de la Comandancia Militar de Canarias, el primero, y comandante militar interino de Tenerife, el segundo, a la vez que coronel jefe del regimiento de Infantería Tenerife nº 38, dirigieron la reunión de los mandos la noche del 17 de julio. A primeras horas de la noche, el autonombrado comandante general de la circunscripción militar de Melilla, general Capaz, había informado por medio de un radiograma a la Comandancia Militar con sede en la capital tinerfeña del inicio triunfante de la rebelión. En él se afirmaba:

            Este Ejército levantado en armas se ha apoderado de todos los resortes de mando de este   territorio. La tranquilidad es absoluta. Viva España. 

La noticia de la rebelión de las tropas en Marruecos se recibió en la Comandancia Militar de Santa Cruz de Tenerife antes de que diera comienzo el día 18 de julio. Los allí reunidos decidieron esperar más de una hora, por razones de seguridad, para comunicar la nueva a Las Palmas con objeto de hacer llegar la noticia a Franco.

El coronel González Peral, desde Tenerife, comunicó a Franco que únicamente se podía retardar tres horas el inicio de la sublevación en la isla, debido al riesgo que suponía un retraso excesivo de la acción. Tenía información de que en el Gobierno Civil, esa misma noche, se estaban produciendo diversas reuniones y el gobernador Vázquez Moro había mantenido una conferencia con Madrid en la que se advertía de la posibilidad de una rebelión militar.

Efectivamente, el gobernador había recibido la advertencia. Su respuesta consistió en que, en lo que afectaba al archipiélago, estaban todas las previsiones adoptadas. Madrid entonces respondió que sería pertinente desvanecer a través de la radio los rumores de levantamiento militar. El gobernador civil le indicó al subsecretario que la emisora de San Roque, en La Laguna, era militar, y que no estaba bajo su control, como creían las autoridades centrales.

Más allá de este aviso, se sucedieron otras señales de alarma. Algo extremadamente grave estaba ocurriendo. A los dos gobernadores civiles, los avisos de que la rebelión había comenzado en Marruecos les llegaron a través de la central telegráfica de Santa Cruz de Tenerife.

Ante las noticias que llegaban desde Tenerife, Franco se trasladó al Gobierno Militar, situado en el parque de San Telmo, con su familia y el general Orgaz. Allí estableció su cuartel general y se mostró claramente sublevado contra el Gobierno. Una vez comunicaron al general Franco la noticia de la rebelión de las tropas en Melilla, hacia las dos y cuarto de la madrugada, se mantuvo de forma ininterrumpida la conexión entre la Comandancia de Tenerife y Las Palmas y se inició de inmediato una gran actividad. La salida de las fuerzas rebeldes en ambas capitales fue sincronizada. Bajo la dirección de los jefes y oficiales designados de antemano, según los planes previstos, se pusieron en marcha los operativos, cumpliendo las órdenes dictadas por Franco desde Las Palmas. Rodeado por sus principales colaboradores, el general Orgaz, su ayudante el teniente Franco Salgado-Araujo, Martínez Fuset, Hernández Francés, Pinto de la Rosa y Fontán, entre otros, Franco se ocupó directamente de impulsar el golpe en Las Palmas tratando que la Guardia Civil y las fuerzas de Asalto se sumasen a la insurrección, lo que al final consiguió, no sin dificultades.  

Extractos de los capítulos XVI y XVII de libro “…Y Franco salió de Tenerife” (Laertes, 2018) de Ramiro Rivas García




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