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El derecho a tener historia

25 de Mayo, Día de África. Amílcar Cabral (1924-1973), ingeniero agrónomo y escritor nacido en Guinea-Bisáu de origen caboverdiano. Máximo dirigente en la lucha independentista de la Guinea portuguesa y Cabo Verde, fue asesinado por agentes portugueses -el 20 de enero de 1973- sin ver concluido el proceso de liberación nacional. Nos legó un conjunto de textos que contienen extraordinarias reflexiones sobre los procesos de liberación y el importante papel de la cultura en la lucha anticolonial. Este fragmento forma parte de la conferencia que pronunció el 20 de febrero de 1970 en el primer Memorial dedicado al Dr. Eduardo Mondlane en la Universidad de Syracusa (Estados Unidos).

El estudio de la historia de las luchas de liberación demuestra que, en general, son precedidas por una intensificación de las manifestaciones culturales. Éstas se van concretando progresivamente en una tentativa, victoriosa o no, de afirmación de la personalidad cultural del pueblo dominado como acto de negación de la cultura del opresor. No importa cuáles puedan ser las condiciones de la sumisión de un pueblo al dominio extranjero, ni la influencia que puedan tener los factores económicos, políticos y sociales en dicha sujeción; en general, el germen de la contestación se sitúa en el hecho cultural, y es desde la cultura como se desarrolla el correspondiente movimiento de liberación.   

A nuestro entender, el fundamento de la liberación nacional reside en el derecho inalienable que tienen todos los pueblos a tener su propia historia, más allá de las fórmulas adoptadas desde la perspectiva del derecho internacional. El objetivo de la liberación nacional es, por lo tanto, la reconquista de ese derecho usurpado por la dominación imperialista, o sea, la liberación del proceso de desarrollo de las fuerzas productivas nacionales. Así pues, hay liberación nacional cuando, y sólo cuando, las fuerzas productivas nacionales son completamente liberadas de cualquier tipo de dominación extranjera. La liberación de las fuerzas productivas y, consecuentemente, la facultad de determinar libremente el modo de producción más adecuado para la evolución del pueblo liberado abren necesariamente nuevas perspectivas en el proceso cultural de la sociedad en cuestión, confiriéndole su capacidad de generar progreso.

Un pueblo que se libera del dominio extranjero no será culturalmente libre a no ser que, sin complejos y sin subestimar la importancia de las contribuciones positivas de la cultura del opresor y de otras culturas, retome la suya propia. Ésta se alimenta de la realidad viva del medio y niega tanto las influencias nocivas como cualquier subordinación a culturas extranjeras. Vemos así que, dado que el dominio imperialista tiene como necesidad vital la opresión cultural, la liberación nacional será necesariamente un “acto de cultura”.

 
 
 

Amílcar Cabral




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