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La vivienda y la clase obrera en Canarias: «Hasta ahora, todo va bien»

En La Haine, la brillante película noventera de Mathieu Kassovitz que nos traslada a la vida de tres varones jóvenes de un suburbio parisino, se habla de un hombre que está cayendo desde un edificio muy alto mientras se dice a sí mismo “hasta ahora, todo va bien”. Esta situación paradójica nos será extremadamente útil para ilustrar algunos problemas y contradicciones de nuestras sociedades contemporáneas. “Hasta ahora todo va bien”, decía el señor, porque hasta ese momento seguía sano, vivo. Pero al mismo tiempo estaba cayendo dirigiéndose hacia el colapso, la muerte, el fin. ¡Qué mejor forma de describir nuestra sociedad dominada por el yugo del capital!

Hasta antes de 2008 nos decíamos (y nos decía la prensa, los políticos, la banca, etc.) que “hasta ahora, todo va bien” aunque en realidad estábamos, como el señor de La Haine, cayendo de un enorme edificio llamado burbuja inmobiliaria que, al llegar al suelo, nos iba a estallar en la cara y provocaría miles de desahucios por ejecuciones hipotecarias. En ese momento, cuando el capital entró en un ciclo de crisis, amplios sectores de la clase obrera, que se creyeron de verdad que “hasta ahora todo va bien”, conocieron el auténtico rostro del capital: el lucro y el negocio están por encima cualquier derecho, incluido el del acceso a la vivienda. Muchas familias, tras haber sido desahuciadas y desposeídas de (algo tan crucial como) la vivienda con violencia policial, tuvieron que pasar por la humillación de seguir pagando la hipoteca de una casa que ya no tenían mientras vivían en un coche (o en otra vivienda de familiares o amigos, o en la calle), y recordemos que algunos procesos de desahucios terminaron en suicidios de padres de familia superados por el auténtico terror que desplegó el capital contra la clase trabajadora.

Una vez la banca y posteriormente los fondos buitres se hicieron con miles de viviendas (tras expropiar violentamente a unas 700.000 familias de clase obrera en todo el Estado) necesitaban volver a colocarlas en el mercado para continuar con el negocio y el lucro, que al fin y al cabo es lo único que importa, pero encontraron un obstáculo: resulta que la crisis había empeorado significativamente las condiciones laborales y de vida del proletariado. Los jóvenes de esta clase ya no se hipotecaban, pues no podían permitírselo, así que vivían del alquiler y muchas veces compartiendo. ¿Qué solución buscaron la banca y los fondos buitre para poner de nuevo en movimiento el negocio inmobiliario? Dejar en un punto secundario las hipotecas, llevar (y centrar) la especulación inmobiliaria al mundo del alquiler. Desde ese momento nos hemos subido a otro edificio del que ya nos empujaron y estamos cayendo: la nueva burbuja inmobiliaria (esta vez de alquiler). Y otra vez, como si no hubiéramos aprendido absolutamente nada, mientras caemos decimos “hasta ahora, todo va bien”. Este hasta ahora todo va bien, desde luego, es el mensaje de los ganadores de la partida: la gran banca privada y los fondos buitre que están ganando millones y millones con la especulación de la vivienda. Lo terrible es que el mismo mensaje lo escuchamos hasta en boca de progresistas pequeño-burgueses que están tratando de sumarse a la ola del negocio rentista para vivir del cuento: “esto del alquiler vacacional es genial, permite ‘democratizar el turismo’. Antes, sólo los grandes hoteles ganaban con éste, ahora cualquiera puede hacerlo”. Esta es la radiografía del nuevo “hasta ahora todo va bien”. Y me temo, esta vez el edificio del que estamos cayendo parece bastante más alto. La banca y los fondos buitre están llenando sus bolsillos a costa de excluir del derecho a la vivienda a millones de personas en el mundo, y Canarias no es una excepción en este sentido. Es más, como territorio capitalista turistificado a más no poder somos un pueblo especialmente afectado, pues los canarios pagamos el alquiler más caro de toda España teniendo los salarios más bajos. De ahí que muchos jóvenes no puedan emanciparse, pues se dejan alrededor del 94% de su salario en pago del alquiler.

La diferencia es que ahora muchos cómplices de este crimen forman parte de “la izquierda”, de los movimientos sociales, y toda esa amalgama de espacios heterogéneos en que muchos participamos para luchar por un cambio. En realidad, se trata de un sector especial de la clase obrera que se ha acomodado o aburguesado (la famosa aristocracia obrera) y la pequeña y la mediana burguesía que accedieron a tener más de una vivienda en propiedad. Estas personas no fueron despojadas de esas viviendas durante la crisis de 2008 y ahora usan una o varias para obtener rentas lo más altas posibles. De hecho, a día de hoy muchos de los propietarios de viviendas son precisamente miembros de este sector de la clase trabajadora. Este es el edificio del que caemos: millonarios de la banca y fondos buitre especulando de un lado; y trabajadores aburguesados con varias viviendas en propiedad, empresarios pequeños, medianos y no tan medianos especulando por otro. Y ojo, ¡que encima tenemos que dar gracias porque a más se extienda la especulación inmobiliaria mejor, porque más progresista y democrática se vuelve! Sí, debe de ser muy progresista que el que te suba el alquiler hasta las nubes y te ahogue económicamente ya no sólo sea la gran banca, sino también tu vecino (el funcionario, pequeño empresario o trabajador) que tiene varias casas.

El panorama al que estamos llegando es aterrador. En unos pocos años, no sólo se han reducido las viviendas de alquiler para estancias largas (donde vive la clase obrera), reconvirtiéndose en las famosas viviendas vacacionales, sino también aquellas que tenían un precio de alquiler razonable en relación a los salarios. Es decir, hay menos casas para vivir y las que quedan están mucho más caras (no vaya a ser que los caseros no lleguen a fin de mes…) mientras el salario real –por  mucho que el gobierno “progresista” presuma de aumentos salariales– no para de caer y cada vez hay más personas con empleo que son pobres, además de que en Canarias, siendo poco más de 2 millones de habitantes, tenemos a unas 630.000 personas pobres según el último informe FOESSA. Y ya no hablemos de las condiciones que te piden para entrar en una vivienda de alquiler (empleo fijo, nómina, dos o hasta tres mensualidades para entrar a vivir, que no tengas animales, etc.) y de la falta de vivienda pública y social. Lo peor es que, al mismo tiempo, hay miles de casas vacías (en muchos casos sin terminar de construir) en manos de la banca o de fondos buitre. En Canarias son unas 150.000.

Pero como dicen los voceros del Capital –y sus secuaces– hasta ahora todo va bien. Mientras la burbuja no pare de subir “España va bien”, como decía el PP de Aznar durante la burbuja hipotecaria y el boom del ladrillo. Ahora no necesitamos que lo diga un reaccionario de la talla de Aznar, ya lo dicen todos los defensores del “derecho a hacer con mi casa lo que quiera”, incluso esos que van de progresistas mientras llenan sus bolsillos sin importarles lo que pasa a su alrededor.

Que el negocio no pare: la criminalización de la clase obrera

Sin embargo, con toda esta cruda realidad que estamos exponiendo, donde a la clase obrera no sólo la ahoga esa banca (de la que durante el 15-m no quería ser mercancía) sino también todo aquel (desde el aristo-obrero hasta el burgués mediano) que tiene varias viviendas y quiere subirse al carro de la democrática y progresista especulación inmobiliaria (y muchos de ellos forman parte de “nuestros” movimientos sociales, de ahí que estén dominados por visiones pequeñoburguesas que desechan cualquier horizonte emancipador), es ella, la clase obrera, la que es demonizada.

La clase obrera está desesperada, no tiene referentes ideológicos claros y cuenta con escasa organización. Además, muchas familias obreras se ven realmente solas ante la barbarie capitalista y el peligro de perder su vivienda y caer en la exclusión social severa. Esta clase está acorralada, ya no sabe qué hacer para sobrevivir y en muchos casos se ve obligada a ser “okupa” por mera subsistencia. Pues esa clase es, según la propaganda, la mala de la película. En muchos casos hasta sus propios vecinos y conocidos le dan la espalda. Como ya sabemos “las clases peligrosas” son siempre las oprimidas. Los malvados okupas parásitos vividores, que nos dice la prensa y los nazis de Desokupa (que, por cierto, gozan de subvenciones públicas canarias y tienen publicidad en campos de fútbol y aeropuertos como el de Fuerteventura, bajo el gobierno del cambio –el pacto de las flores–). Pues, por lo visto, es completamente criminalizable que la clase obrera tome una vivienda vacía en sus manos y auto-gestione su vida para hacer frente a la dictadura de terror del Capital que no deja de oprimirla y aplastarla. Ella es el problema. ¡Que el negocio inmobiliario no pare!

Esta criminalización de la clase obrera va así. Lo primero que se hace es presentar un perfil reduccionista, simple y burdo de los sectores obreros que ocupan viviendas. Para ello la prensa escoge rigurosamente casos aislados y excepcionales de personas problemáticas que viven ocupando una vivienda para causar una opinión negativa de todos los okupas. Básicamente se busca crear un rechazo social generalizado (de modo que si eres okupa o defiendes la okupación como legítimo mecanismo de autodefensa de la clase seas tildado de ladrón o defensor de ladrones y vividores) y se nos dice que “todos los okupas son así”: delincuentes, ladrones, drogadictos, etc., (por lo visto, estas personas no tienen derecho a la vivienda). Al mismo tiempo, se nos da a entender que en realidad los okupas (junto a los migrantes y las mujeres, claro) son los grandes privilegiados de nuestra sociedad (y tú pensando que eran Felipe VI, Amancio Ortega o Jorge Marichal, pero resulta que esas personas son gentes humildes que llegan a fin de mes de puro milagro, ¡igual hasta hay que darles el Ingreso Mínimo Vital!): los okupas, al parecer, tienen un montonazo de dinero, pero se niegan a pagar alquiler porque son así de carotas. Vean cualquier reportaje televisivo sobre la okupación y encontrarán esto, así como en cualquier vídeo de Desokupa.

Un ejemplo sencillo para ilustrar lo que comentamos: “El perfil de los okupas en España es el de personas que se dedican a invadir viviendas y muchas veces forman parte de grandes bandas organizadas, incluso algunas pertenecen a familias adineradas. Antes tenían un perfil de vulnerabilidad social, pero hoy en día eso ha cambiado y muchos de ellos no tienen ningún tipo de necesidad” .

Grandes Mafias (¡ni Al Capone!) y familias adineradas (creo que Lopesan tiene varias okupas autogestionadas en mi barrio, sí). Una pena que tal guion de ciencia ficción se desmonte con dos minutos de búsqueda en Google: “las familias vulnerables suponen el 90 % de las ocupaciones”. Era hace años cuando muchas de las okupaciones eran fruto de personas que lo hacían motivadas por una serie de reivindicaciones políticas sin que tuviera que haber necesidad de por medio (aunque en muchas ocasiones también la había), y aun así no pertenecían a familias adineradas y mucho menos a mafias. Ahora, sin embargo, debido al incremento disparatado de la miseria (especialmente desde que llegó el coronavirus) es que “es más social. Son personas que muchas veces no pueden acceder a la vivienda” (del artículo de El País). Es decir, “se trata de familias jóvenes en precario, sin trabajo o con sueldos muy bajos” (ídem).

Pero eso no es todo. También se nos dice que la mayoría de okupaciones se dan en casas de particulares mientras éstos están fuera de casa haciendo cosas como comprar el pan. En primer lugar, entrar en una casa habitada es allanamiento de morada, un delito por el que se te desaloja en un periodo de tiempo muy breve y puedes acabar en prisión. Y, en segundo lugar, el 75% de las okupaciones son de viviendas vacías en manos de empresas multimillonarias, bancos y fondos buitre como bien evidencian los datos. Es decir, estas viviendas son casas que las “entidades se quedaron en plena crisis financiera. No han sido vendidos porque están en malas condiciones y las propias entidades desconocen su estado y, muchas veces, ni conocen su localización” (del artículo de Crónica Global). De ahí que, debido a su mal estado, con frecuencia los okupas tengan que arreglar la vivienda (o incluso terminarla), amueblarla, conseguir agua y luz, etc. Y, muy importante, a menudo estas casas son vendidas a algún particular con familias (“okupas”) que están viviendo en ellas. Suele ser este tipo de casos en los que grupos empresariales parapoliciales (estilo Desokupa) son contratados por el nuevo propietario (sea una persona física o una persona jurídica –empresa, fondo buitre, etc.–) para desalojar las viviendas y disfrutar su uso.

Finalmente tenemos la deshumanización pura y dura. Las familias obreras más golpeadas y empobrecidas por el capital directamente pierden su cualidad de seres humanos, son completamente excluidas (de hecho, las personas que viven en una vivienda okupada deben ocultar su modo de vida, especialmente en entrevistas de trabajo, para tratar de evitar el prejuicio, el señalamiento y la discriminación) y son convertidas en animales e incluso objetos. No son seres humanos como tú o cualquier hijo de vecina. Son algo inferior, así que podemos hacer con ellos los que nos plazca, incluso matarlos, como ocurrió hace algunos años en Morro Jable. Aunque el señor que asesinó al “okupa” (fíjense como este ser humano queda reducido a “okupa”, es decir, no fue un ser humano el que murió violentamente asesinado, sino un “okupa”… muy similar a lo que está pasando con el término “mena”) fue condenado a prisión, en Fuerteventura se vieron muchos comentarios, especialmente en las redes sociales (aprovechando esa libertad que da el anonimato cibernético), aplaudiendo al asesino (“defendía lo que era suyo”). Creo que esto dice mucho de lo alto que es el edificio del que estamos cayendo mientras decimos “hasta ahora, todo va bien”.

La crisis y la lucha

Sri Lanka se quedó sin petróleo dice su gobierno. Un default en toda regla. El colapso del que los ecologistas llevan décadas advirtiendo parece comenzar a asomarse por la ventana que da para el Este. Por otro lado, incremento de las tensiones bélicas en varios puntos del mundo (Líbano, Taiwán-China, Etiopía-Egipto, Rusia-OTAN, Malí, Somalia, Rusia-Japón en las Islas Kuriles, etc.), la pandemia del coronavirus, el incremento de los precios del combustible y el gas, la necesidad del primer mundo de incrementar el saqueo del tercer mundo, la oleada de migraciones del sur global a los países imperialistas del norte, la desposesión y el empobrecimiento de enormes capas de la población en España, Canarias, y resto del mundo, etc. Este es el panorama que tenemos delante, con un importante auge de las derechas en el mundo (ya no hablemos de la impunidad de los nazis de todo el Occidente que van y vienen de combatir en Ucrania con armamento pesado, lo cual ahora les da experiencia militar de primer orden tras recibir entrenamiento de la CIA y apoyo logístico de la OTAN), etc. Esta nueva crisis que ya ha comenzado va a hacer que muchos de esos que se creen que su relativamente cómoda situación es permanente se lleven una desagradable sorpresa como es la de conocer el verdadero rostro del Capital, como se la llevaron aquellos sectores obreros que se creían clase media hasta que fueron violentamente expulsados de sus casas y empujados a vivir en la calle o en un coche en la crisis de 2008. Entonces se verá que, en realidad, la mayoría de la clase obrera está más cerca de acabar como esos “okupas” que la televisión les hace odiar, que de esos grandes fondos buitre (que ganan millones en cuestión de semanas especulando con la vivienda) a los que tanto defiende.

Hemos llegado a un punto en que nadie necesita demostrar con grandes marcos y análisis teóricos que las crisis económicas del capitalismo son cíclicas. De hecho, tenemos una generación joven que prácticamente sólo ha conocido crisis económicas, lo cual evidencia que los ciclos dorados de crecimiento, bonanza y empleo cada vez duran menos y las crisis cada vez son más frecuentes, virulentas y arruinan más pequeñas empresas y familias obreras. El capital ya no da mucho más de sí y recientemente incluso vimos a cientos de países proclamando Estados de excepción y confinando a su ciudadanía, dejándola sin ningún tipo de respaldo social real, con todo lo que eso supuso. Así que ya ni podemos prever con certeza como van a actuar los Estados incluso aunque gobierne la (supuesta) izquierda, esos instrumentos que muchos siguen creyendo que son “neutrales” y que “representan el interés general de todas las clases sociales”. Lo que sí podemos prever es que jamás saldrán en defensa de los trabajadores, por algo son estados burgueses.

Ante este panorama la lucha por la vivienda va a ser central en la supervivencia inmediata de amplios sectores de la clase trabajadora, incluso de esos que se pasan el día despotricando a quienes ocupan casas y aplaudiendo a los de Desokupa hasta con las orejas. La situación de la vivienda objetivamente hablando es abusiva para los asalariados, se ha llegado a tal punto que a nadie se le escapa ya que quien es propietario puede ejercer una dictadura sobre quien es inquilino y tenerlo bajo la ansiedad de jugar con su futuro incluso más inmediato, presionándole y acosándole para hacer que se quiera ir y ponerlo en vacacional o subiéndole el alquiler cada vez que legalmente sea posible, ya sea buscando ganar más sin ponerlo en vacacional o buscando que el inquilino se vea forzado a irse por razones económicas. La libertad bajo el capitalismo es la libertad de quien tiene dinero suficiente para pagar por ella.

Por eso, en estos tiempos necesitamos –quizás más que nunca– unidad, solidaridad y lucha contra toda injusticia y opresión. Un mundo peor es posible, pero también un mundo mejor e incluso un mundo nuevo. Nosotros debemos soñar por un nuevo mundo regido por la libertad y la propiedad colectiva. Luchemos por alcanzarlo.

 

Cristian Sima Guerra

 

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