Opinión

Las Tres Españas y la Transición pendiente

Machado hablaba de dos Españas y nos advertía que una nos acabaría helando el corazón. Y no sé si lo tengo helado o más bien al contrario, lo cierto es que a mí me salen ahora tres Españas, como mínimo, y quiero hablar un poco de ellas, a propósito de lo que sucede en estos tiempos de exaltaciones patrias y aires separatistas, a saber, en qué España andamos cada uno. 

I.- Parece claro cual es una de estas Españas, y es que españoles que no se sienten nada españoles los hay en otras muchas ciudades y pueblos más allá de Cataluña. La primera España que vengo a definir viene dada por un marcado desapego a la idea tradicional y centralista de España, sumado a un nutrido número de elementos adyacentes, que pasan por una cultura y unas tradiciones de algún modo diferenciadas, que cuando no lo son tanto son buscadas y fabricadas desde las escuelas con intenciones claras. En la  conformación de esta España ayuda a marcar diferencias el tener un dialecto o idioma propio (catalán, mallorquín, valenciano, gallego, euskera), cuando no la lejanía (Canarias). El resto, lo ponen nuestros queridos dirigentes políticos, unos convertidos en verdaderos caciques territoriales clamando ad infinitum que España -o Madrid- roba a su Comunidad Autónoma, y otros en Madrid haciendo una política tan corrupta y alejada de las personas que no puede más que generar repulsa allá donde haya un ser humano con algo de conciencia. Con este cóctel no es de extrañar que buena parte de los catalanes quieran independizarse de España y muchos otros españoles y españolas en otros tantos lugares estén viendo el llamado procés, soñando con que quizás algún día les llegue también a ellos la hora de independizarse. Una característica propia de esta España es el desprecio, la repulsa y a veces hasta el odio, a todo lo que tradicionalmente ha sido y es España. Lo hemos visto bien en Cataluña en estos días, con ese acoso feo, feo, muy feo a niños en los colegios por ser hijos de guardias, a los propios guardias y policías cuando son simples mandados, y también a cualquiera que se le ocurriera sacar una bandera de España en según qué sitios. Tampoco se libran de este sectarismo radical los que muestran alguna diferencia, fascista te llamarán también, por no decir amén con todas sus proclamas.  Es triste y me duele decirlo, pero es así. 

II.- La otra España también la conocemos todos, es la España de siempre, la de las tradiciones, la de toda la vida. No me atrevería a decir que es la España mayoritaria, aunque tal vez sí lo sea. La gente que conforma esta segunda España son en su mayoría españoles y españolas a los que les va bien, o no les va tan mal, o les va mal pero piensan que les podría ir aún peor, y respetan y gustan de las tradiciones, y creen que las cosas son como son por algo y no se deben cambiar. A estos españoles de pequeños les dijeron que eran españoles y esta era su bandera, este su país, estas sus tradiciones y esta su patria, y han crecido con esa idea y con el paso del tiempo ya es muy difícil identificarse con otra cosa o no identificarse con la idea tradicional de España, eso quedaría mal, podría ser excluido, apartado, marginado, o incluso peor, señalado como antiespañol de los de la otra España. Digamos que el ser humano tiene la imperiosa necesidad de pertenecer a algún grupo, y aquí lo más fácil es pertenecer al que parece el grupo más poderoso, del mismo modo que la gente es mayoritariamente del Real Madrid porque es el equipo más rico del mundo y el que tiene los mejores jugadores, así, también es anímicamente más cómodo afiliarse a esta idea de España y no hacerse muchas preguntas. Cierto que estos españoles también saben de la corrupción generalizada de nuestra clase política y de sus malas artes, pero les va bien así, y si no les va son de los que creen que cualquier otra cosa sería peor. El problema de esta segunda España es que tiene una fuerte raigambre emocional, las tradiciones, la patria, la historia, el honor, el orgullo de ser algo grande, son valores todos que corren muy cerca del fanatismo y empujan en no pocas veces a esta España a usar maneras muy alejadas de cualquier forma de relación pacífica y dialogada. Tristemente, también lo hemos visto en los últimos días en Cataluña, y lo llevamos viendo en España desde hace tiempo en muchos asuntos a los que se les han aplicado recortes en derechos, por obra y gracia de los que nos gobiernan.  También es una característica de esta España el desprecio, la repulsa y a veces hasta el odio, a todo lo que suene a romper o cambiar con el orden establecido.  

III.- Y la tercera España, la que hoy asoma a la sombra de las otras dos, es la Tercera Vía, la que Machado no contó, quizá porque no estaba, son muchos miles de españoles y españolas que difícilmente irán nunca a una manifestación por la patria repleta de banderas rojas y amarillas, y no por ningún sentimiento anti-español, sencillamente porque han asumido que la bandera de España por desgracia está muy asociada a la derecha más reaccionaria, y no se sienten, y no nos sentimos identificados. A los de esta tercera España, más que las banderas, el pedigrí o las fronteras les importan sobre todo las personas, y su dignidad, y cómo van las cosas en esta tierra que nos ha tocado habitar, preocupados no tanto por el aquí y ahora y sí mucho por lo que les vamos a dejar a las generaciones futuras. Y da la casualidad que por aquí hace mucho tiempo que muchas cosas van y se hacen muy mal, no habiendo motivo para exaltaciones ni orgullos vacuos. Los de esta tercera España no suelen tener sentimientos extremos de desprecio u odio hacia ninguna corriente o bando, quizá porque la mayoría se formaron en una conciencia más integradora y universalista, o tal vez por muchos otros motivos. Sobra decir que muchos de los de esta tercera España son los que ahora frente al problema de Cataluña son llamados -y criticados por- equidistantes, por pedir diálogo, reformas, generosidad y política con mayúsculas, sin no decantarse por ninguna de las otras dos Españas enfrentadas. 

Y en estas estamos hoy, en un momento crítico de la historia reciente de este país, creo que se intuye en qué España me sitúo yo. Tal vez por ello me atrevo a afirmar que es necesario y urgente avanzar hacia una segunda transición que deje atrás definitivamente a la primera y a una Constitución que se hicieron al dictado de lo que interesaba, cambiando algunas cosas pero asegurando que lo importante siguiera estando más o menos como estaba, quizá porque pretender algo más habría sido una temeridad. Así, sin desmerecer a los artífices del 78 y agradeciendo siempre sus servicios, creo es hora de ser valientes y abrir un nuevo proceso constituyente o reforma constitucional, que pase por hacer de la nueva Carta un verdadero compendio de Derechos reales, cosa que hoy no es nuestra Constitución convertida en papel mojado en todo lo que al ciudadano concierne, que sólo se invoca a ser efectiva cuando interesa a la clase privilegiada, como ahora con Cataluña o como cuando se cambió en 2011 por orden de Alemania, con agostidad y alevosía. 

En este camino, una nueva Ley Electoral más representativa y moderna (listas abiertas, proporcionalidad real, paridad), la reforma del Senado convertido ya en un adorno muy caro, la habilitación de espacios de participación ciudadana donde la voz de los españoles cuente también más allá de las Elecciones, el blindaje de los Derechos Sociales Básicos, la Sanidad, la Educación o el Medio Ambiente, o la revisión del Estado de las Autonomías avanzando quizás hacia un Estado Federal que recoja mejor todas las sensibilidades de este país, son algunos de los cambios que se me antojan imprescindibles para que estas tres Españas a veces enfrentadas e irreconciliables puedan ser algún día solo diferencias normales que enriquecen y mejoran.  

Eloy Cuadra 

 

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