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Los Carneros de Tigaday. Los carnavales tradicionales en la isla de El Hierro

Esta manifestación cultural del municipio de La Frontera[1] en la Isla de El Hierro se representa cada domingo y martes de Carnaval, desde tiempos que se escapan de la memoria de los más viejos del lugar. En ella un grupo de personas, normalmente algunos jóvenes del pueblo que suelen ser siempre los mismos, corren por las calles enfundados en una característica vestimenta realizada prácticamente al completo con pieles o zaleas de carneros u ovejas cuya y única confección consiste en curtirlas al sol, cortarla para darle forma adecuada y atarla con tiras de cuero o cuerdas. Nos centramos principalmente en Los Carneros de Tigaday que han mantenido su actividad hasta la actualidad, aunque muchos informantes nos recuerdan que esta representación fue común en otros lugares de la Isla. 

Los Carneros llevan unas cabezas secas de carnero con enormes cornamentas. La impresión que causan, a quien no conoce esta tradición, es de horror, de pánico y de asombro. Máxime cuando, con los cencerros que llevan atados a la cintura, van haciendo escandalera a cada paso o cada salto. Persiguen a la muchedumbre que huye aterrada, embisten, empujan, agarran, derriban y topan con sus cuernos pero no hacen daño premeditado a nadie. Ahora bien, aquel que es embestido por el ‘rebaño’ queda aterido de un nauseabundo hedor a piel curtida, nada aseada y tal vez casi podrida,  y manchado con el tizne o betún que cubre los cuerpos de las bestias.     

Los Carneros salen de la conocida como Casa del Miedo, su lugar habitual desde que retomó la tradición don Benito Padrón Gutiérrez. Esto sucedió hacia 1940 cuando regresó de la guerra civil y vio que ya los anteriores protagonistas, ya mayores, no salían.

El material empleado para la confección de las ropas de Los Carneros es fundamentalmente de pieles de oveja o carnero. El ganado lanar es abundante en la Isla y lo ha sido mucho más en los siglos pasados. Conseguir buenos pellejos de carnero no ha sido una tarea demasiado difícil en El Hierro, lo es en la actualidad. Las zaleas se obtienen del ganado y no necesitan tratamiento especial más que el de curtirlas con agua salada y tenderlas al sol. Además de las zaleas, se emplean cabezas enteras de oveja o carnero con sus cuernos. A estas no se le hace otro tratamiento que extraerle los sesos y secarlas a la intemperie. Las correas empleadas para atar otras prendas, como el cinturón de los cencerros, se obtiene de la misma piel sin descartarse vergas o cordones.

El sujeto que se viste de carnero comienza por ponerse una especie de camisón compuesto por dos zaleas de carnero curtidas que cubren desde los hombros hasta las rodillas, una por delante y otra por detrás. No lleva mangas ni pliegues sino una abertura a la altura del cuello para meter la cabeza y otras dos para introducir los brazos. Las zaleas mantienen la lana, que se pone hacia fuera. El color más usual es el de oveja o carnero blanco pero también el negro, al dar una imagen más diabólica, es muy buscado.

Las zaleas antes las poníamos enteras, no les quitábamos las patas (sin pezuñas), ¡cómo se hacen las zaleas!. Tampoco las cosíamos por los lados, nos las poníamos sueltas, una por adelante y otra por atrás. Al ponernos los cascabeles, atados por la cintura, ya las zaleas quedaban sujetas con la misma cuerda. Así quedaban mejor, eran más feas con las patas abiertas pa los lados.[2]

A continuación se pone un capote de piel sobre los hombros y la lana también hacia fuera. El capote presenta solamente el hueco por donde queda ajustado el cuello, y es atado por uno de los laterales con cuerda,  tiras de cuero o enganches de alambre. Este capote permite que se cubran los hombros, de los que sobresale ligeramente, y quede la vestimenta más ajustada al cuello. Este capote puede sobresalir sobremanera de los hombros del Carnero, lo que le da un aspecto más imponente, más grande,  y le dan apariencia de mayor fortaleza.

Actualmente llevan calzados sus pies con botas, tenis, alpargatas o similares. Hasta mitad del siglo XX llevaban los tradicionales “majos”, que era el calzado habitual de los habitantes de El Hierro, como describe José Padrón Machín en su libro La Séptima Isla.

El calzado más cómodo que podía utilizarse, al tiempo que más higiénico, era el majo cuya confección contaba con hábiles artífices. (…) Cada uno se hacía sus propios majos aunque no todos con el mismo gusto y perfección”.

El ‘majo’ era un calzado utilizado en la Isla de El Hierro, como en otras de las Islas Canarias, realizado en cuero a modo de sandalias con la suela de neumáticos de coches. La palabra parece aborigen.  Antes de poderse valer de los neumáticos de los vehículos se hacían con la suela también de cuero. Sobre el calzado se disponen una especie de polainas, también de cuero de carnero u oveja, que cubre los pies y las pantorrillas hasta casi las rodillas, algo parecido a las ‘juirmas’ de los aborígenes canarios. Van sujetas a las piernas con trozos de cuerda o tiras de cuero. Como en las piezas anteriores, el cuero es curtido y se viste con la lana hacia fuera. Durante el segundo cuarto del siglo XX tenemos testimonios de que no se usaban estas polainas ni calzado de ningún tipo.

 Los viejos no llevaban polainas, sino los pies descalzos que yo recuerde, tiznados todos, o a veces majos o cualquier cosa, y siempre así amarrados a su pastor[3]”.

La cabeza del hombre carnero va cubierta totalmente con un gorro del mismo material, dejando una única abertura ovalada para ambos ojos, de unos diez por cinco centímetros o tal vez algo más. El gorro de zalea va asido a un “cesto” de mimbre o molde para la cabeza que en nuestros tiempos es sustituido por elementos más cómodos y fáciles de conseguir, como cascos de obras de la construcción e incluso los he visto con cascos de motoristas, lo que no deja de ser una excepción. Antiguamente eran literalmente cestos realizados a la medida de la cabeza forrados con material acolchado. Sobre el “cesto” cubierto de cuero se coloca una cabeza seca de carnero que esté provisto de una buena cornamenta. Esto, en opinión de don Benito Padrón Gutiérrez, no lo hacían así los carneros que él conoció antes de la guerra civil española.

Los recuerdo, de niño, que huíamos por la calle hacia Malnombre y por ahí, de loma en loma. Entonces no llevaban en la cabeza de ellos cabezas de carneros con sus cuernos sino como un gorro de piel[4]”.

Preparar las zaleas no lleva mucho tiempo si hace sol y calor.“En verano las zaleas se curten en una semana más o menos, pero una cabeza tarda un mes, en invierno tarda un poco más. A la cabeza hay que quitarle la lengua y los sesos[5]”.

Cualquier parte del cuerpo de quien se viste de carnero que sobresalga de las zaleas es untada con “tizno”, es decir, con el hollín obtenido de las calderas cuando se quemaba con carbón. En la actualidad se usa lo que pueda hallarse más a mano y sea más cómodo de untar, como betún, ceras, carbón, etc. Las partes que quedan descubiertas y se tiznan son las piernas, desde media pantorrilla hasta medio muslo; los brazos, desde los hombros, antebrazos y  manos;  y la cara,  para que  por el hueco que queda para ver no pueda verse la cara ni saberse quién es el carnero.

Finalmente, se colocan a la cintura unas tiras de cuero cargadas de ‘cascabeles[6]’ o cencerros de grandes proporciones, hasta de unos veinte centímetros de largo. Cada carnero lleva atados a la cintura seis, ocho o  más “cascabeles”. El estruendo es característico al correr tras la muchedumbre.  Los “cascabeles” se pueden conseguir en cualquier ferretería. Antes los hacían los chatarreros “ahora los hace un hombre de aquí. Un cascabel puede costar unas dos o tres mil pesetas”.

Los Carneros de Tigaday salen cada domingo y martes de Carnaval desde la Casa del Miedo pero no recorren las poblaciones cercanas, Bergara, Las Lapas, El Unchón, Malnombre, Los Mocanes, Merese, La Erita o Artero como antaño … tras los chiquillos y las mujeres jóvenes. El miedo que levantan no es como el de antes e incluso, a veces, los niños les dicen “estos carneros son todavía borregosy frases parecidas porque ya no les tienen miedo. Antes si, coño, se desparecían huyendo[7]. Con sus cuerpos tiznados se restregan contra los viandantes, los acometen, les embisten tirándolos al suelo y les hacen huir.

hacían como si comiesen tallos de calcosas (vinagreras), excavaban con las patas como si fueran a acometer”

El pastor ha sido clave en la economía de El Hierro desde tiempos preeuropeos hasta la actualidad, en que su actividad va en declive. Ha mantenido el control de los ganados, tiene aún a su alcalde de los pastores, mantienen una enorme importancia social en la Bajada de La Virgen de los Reyes -dirigiendo a los bailarines y apartando al gentío, etc.-. Por ello, cuando se trata de una nueva manifestación cultural en la que está implícito el ganado, la actividad del pastor toma nuevamente protagonismo.

Antiguamente salían siempre con sus Pastores. Cada Carnero era llevado atado por la cintura con largas cuerdas que éstos llevaban en sus manos, enrolladas, para no dar más libertad de la precisa. En otras ocasiones, un pastor llevaba a un grupo de Carneros pero, “como se hacía verdaderamente, -nos dice don Benito Padrón- era que cada Carnero tenía su Pastor”. El Pastor lleva una talega de lana, montera del mismo material, asta o palo de unos dos metros para valerse por los rudos caminos de la Isla, sogas, majos, y todo lo habitual en un pastor. Va dando silbos y gritando a su ganado. Llevaban un pañuelo en la cara con agujeros para ver, de modo que su rostro no se viera. Si el carnero hacía por embestir a alguna persona, el pastor agarraba la cuerda fuertemente sin dejar que se escapase. De este modo el aspecto de fiereza se aumentaba. Por momentos, el pastor no era capaz de controlar la fuerza del carnero y le iba cediendo cuerda o incluso se llegaba a soltar. En otras ocasiones, el carnero rodeaba al embestido para enrollarlo por los pies con la cuerda y, con la colaboración del pastor, derribarlo y arrastrarlo por el suelo.

En la actualidad los Carneros suelen salir sueltos, sin pastores. Corren así tras la gente lo que, paradójicamente, resta temor. Muy pocos permanecen amarrados con sogas. Aunque no es tradicional en las últimas décadas junto a los Carneros sale un hombre vestido como pastor con una careta que porta un machete. Se le conoce como ‘el loco’ e iba arrastrando el machete con el suelo lo que provocaba chispas y un fuerte sonido metálico. Actualmente pueden verse varios ´locos´ pero no llevan machetes sino palos de pastor.

 Recuperar la tradición: don Benito Padrón Gutiérrez.

Don Benito Padrón Gutiérrez (1914-2005) tenía a mano todo lo imprescindible, además de a sí mismo con su voluntad y su capacidad. Supo advertir la importancia de lo propio de su cultura. En su vida profesional se dedicó durante mucho tiempo a comprar ganado para vender su carne. Llegó a comprar y sacrificar, desde Febrero hasta el día de Los Reyes (24 de Septiembre) rebaños enteros. Siendo un muchacho disfrutó de la fiesta y, sin duda, también corrió despavorido ante la embestida de los Carneros por todos los lomos de su Valle del Golfo. Ante la paulatina desaparición de aquellas personas que habían mantenido la tradición heredada, que fallecieron en los años treinta del siglo veinte, don Benito Padrón se sintió heredero y obligado a no permitir que ésta se perdiese.

Al llegar de la Guerra Española comprobó que ya nadie sacaba Los Carneros a la calle y sintió que la deuda iba consigo hasta que un día, seguramente orgulloso y emocionado, comenzó a fabricar sus propias ropas con las numerosas zaleas que manejaba por su oficio. Probablemente no le resultó demasiado difícil buscar un pastor que le llevase amarrado por la cintura, llamó a su ahijado  Luciano Padrón Fleitas  y “pegó” a correr de nuevo los Carneros por Tigaday.   

Con diecisiete años me fui a Venezuela y vine en el año treinta y ya no salían”.

Don Benito Padrón arrojó lejos de sí los temores, las incomprensiones que pudieran tener los vecinos y ejerció durante muchos años de único carnero, junto con su pastor Luciano Padrón. La actividad en solitario de don Benito y su pastor duró varias décadas hasta que logró buscar un buen relevo a su actividad. Es de resaltar que don Benito no recuerda Carneros en otros lugares de la Isla.

Hay quien dice que había Carneros en otros pueblos de El Hierro. Yo de eso no recuerdo nada, sino aquí abajo. ¿Cómo lo recuerdan otros y yo no?. Además en carnavales venían todos aquí debajo de mudada.”         

Protagonistas antes de 1940.

Los datos de que disponemos sobre las personas encargadas de salir a correr los carneros son exiguos para antes de la guerra civil española. Fieles a lo narrado por don Benito Padrón y otros informantes cualitativos sobre el Golfo tenemos los nombres de algunas personas que han contribuido a mantener la tradición. Antes de la guerra civil española salían:

Juan Domingo González (El Lomo)

Juan Fleitas  (Isora, se mudaba a El Lomo)

Lucas Fleitas (La Ladera, sobre Tigaday)

Amadeo Fleitas -pastor- (Cruz Alta, Tigaday)

Estos podrían tener entre cuarenta y cincuenta años por los años 1924 o 1926. Cuando nuestro principal informante los cita lo hace siempre diciendo “los viejos”. Se refiere a ellos como unos viejitos de los que él huía aterrado. Es evidente que la perspectiva que tiene un joven de diez o doce años sobre un hombre viejo es un tanto relativa. Sin embargo, los datos coinciden con la descripción de otros entrevistados de mucha edad. Don Venancio Armas Lima añade algún nombre más a la lista: don Ambrosio Fleitas y don Aureliano.

…mire, vestían zaleas Lucas, Amadeo, Ambrosio Fleitas, Aureliano,… unos doce, más no. Llevaban una bolsa con sangre y en la plaza hacían como capar al carnero y hacía bee, bee, bee,… y echaba esa sangre al suelo. De pequeño iba a verlo y me embestían, y yo a correr como los chicos[8]”.

Don Felipe Armas, otro informante atento a los detalles de las tradiciones, añade un nuevo nombre a los ya conocidos: Bernabé Barrera.

…desde que yo me acuerdo los carnavales eran divertidos, iban tras los muchachos por Tigaday y cogían y liaban con sogas a los conocidos, jugando… se vestía cualquiera que tenía humor y a correr por ahí. Bernabé Barrera, padre de Amós, del Golfo y muchos, Amadeo Fleitas es más nuevo[9]”.

Carneros en otros pueblos de El Hierro.

Para otros lugares de El Hierro son también citados algunos protagonistas que Corrían los Carneros. Ya hemos dicho como algunas fuentes niegan esta posibilidad, probablemente por el aislamiento al que sometían las dificultades del desplazamiento. Doña Sara Castañeda González, de Belgara (El Golfo), dice que “en otros pueblos nunca, era aquí abajo y por Belgara, que sepa yo. Nunca oí que se saliera en otros pueblos por ahí. Eso lo inventaron ellos”. Es evidente que la lejanía de unos pueblos a otros, la difícil orografía y el correr de los años motive que se perdieran de la memoria o nunca fuesen verdaderamente conocidos esos otros Carneros en algunos informantes de crédito.

Posiblemente los Carneros corrieron las calles de pueblos como Isora, Sabinosa, El Pinar y otros hasta las primeras décadas del siglo XX, perdiéndose antes de la tercera década del siglo. Es difícil que puedan ser recordados en otros pagos. Hemos tratado de buscar opiniones relevantes al respecto y podemos reforzar esta afirmación. Una de ellas es relativa a una población antigua del municipio de Valverde, Isora.

En Isora salían, cuando yo era pequeño, Juan Fleitas, Pedro Acosta (“Pedro Flor”), Francisco Acosta, Pedro Zamora. Ya murieron todos. Tendrían cincuenta años o menos. Sería hasta 1935, después del 35 sólo en Frontera[10]”.

Sabinosa, dentro del mismo municipio de La Frontera, es otro de los enclaves en los que Los Carneros tuvieron protagonismo hasta las primeras décadas del siglo veinte, como veremos combinados con otros que se vestían con Máscaras de Cochinos Negros.

Yo me acuerdo, de chica, corriendo (los Carneros) y metiéndome en casas ajenas, que las chicas se orinaban. Aquí en Sabinosa salían hombres que se han muerto, Felipe León, Aniceto Quintero, Clodualdo Machín Casañas… eran mayores y nosotros chicos[11]”.

Otras aportaciones aluden al pueblo de El Pinar, entonces perteneciente al municipio de La Frontera.

A veces estaba arriba en Isora, allí había también. En toda la Isla. En El Pinar Bartolo “el malo”, Eligio Hernández –el abuelo del político-,… los humoristas, los que hacen esas cosas, es que tienen humor. Benito era humorista, le gustaban esas cosas. En Sabinosa Gerardo y Valentín Hernández…, no los vi pero me lo decían[12]”.

Tras el paréntesis de la guerra Los Carneros ya dejaron de salir. Solamente en Tigaday comenzó a salir tímidamente un Carnero que sostuvo la tradición varias décadas con un Pastor. A partir de este momento coinciden todos nuestros informantes en que queda perdida la tradición en los demás pueblos de la Isla a excepción de El Golfo, los de Tigaday.

Desde el año 1936 hasta 1939 ya ellos no salieron y en el cuarenta pegué a salir yo. Vine de la guerra y pegué a salir yo sólo y mi ahijado Luciano, que iba de pastor[13]

Sumamos a esta lista de protagonistas a otras dos personas:

Benito Padrón Gutiérrez (Las Toscas, Tigaday).

Luciano Padrón Fleitas (Cruz Alta, Tigaday) como pastor.

Don Benito marchó nuevamente a Venezuela en el año cincuenta. Según su hijo Tito Padrón Cejas “No salía nadie por ese tiempo, no había bailarines ni nada; algunos… cuando vino de Venezuela en el cincuenta y dos o cincuenta y tres salía con los de Sabinosa(se refiere con los tocadores y bailarines), con Valentina, pa Tenerife… uno con la radio puesta al oído, y bailan tango, baile la Virgen, pegan gritos seis u ocho bailatrines… y el de la radio dice no se vayan que me parece, me parece… y les dieron un premio, una bola dorada con un Teide porque ganaron un premio importante”.

La siguiente generación de Carneros, a finales de los cincuenta y en los años sesenta, fueron vecinos y amigos de Benito Padrón Gutiérrez animados por éste, “sí, en aquellos años salían Cenobio Padrón (fallecido en 1999), José ‘el herreño’ (de Merese), Honorio ‘el justicia’ (de San Andrés), Félix Quintero Morales, ‘Félix duque‘, Juan Febles García, ‘Juan el de las morenas’ y no sé si alguno más

Entre los años sesenta y setenta, comenzaron a salir también otros protagonistas, jóvenes del lugar, como “Filo, José Fernández (‘Pepe el Municipal’), Mongo Morales, Tinucho, José González García (Pepe ‘Gache’) y algún otro que no recuerdo bien[14]. Mongo Morales incluso llevó la iniciativa de salir durante unos años ya metida la década de los ochenta. Tomó las zaleas que pidió prestadas a don Benito Padrón y organizó las salidas, guardándolas luego en Los Gramales, en un furgón viejo. Pero la actividad cesó y estuvo nuevamente en peligro de salir en carnavales.

Yo ya no puedo salir –le dije-, pa que tú te entiendas con Los Carneros. Pero luego me encontré con las zaleas en la bodega, bueno, las mejores no, me trajo las demás… ¿cómo es eso? –le pregunté-, pero dijo que ya no podía salir más[15]

Así que don Benito sacó de nuevo fuerzas no ya para salir de carnero, sino para buscar nuevas personas, jóvenes y ansiosas, que sostuviesen la tradición. Aglutinó un grupo, ahora más numeroso, compuesto por personas vinculadas al grupo folclórico Tejeguate, cuyo director como decimos es su hijo Ramón Padrón Cejas, y preparó de nuevo ropas suficientes. Las ropas recuperadas no eran bastantes y no eran las mejores. Este grupo amplio de jóvenes, que forman parte del rebaño en la década de los noventa, son Iván Padrón Febles (Merese), Samuel Padrón González (Tigaday), Héctor David Armas (Tigaday), Alberto Armas Morales (Las Toscas), Alberto Valido Machín (Malnombre), Juan Luis Quintero (Las Toscas), Norberto Barbuzano, José BernardetCasañas, Diego Acosta, Marcos Barrera, Esteban Barbuzano, Rosendo Luis, Luciano (Chanín) Padrón, Aday, Juan Luis Casañas, Siro Castañeda, San Juan, Néstor Padrón Castañeda, etc.[16]

Manuel Lorenzo Perera abunda en la información de Los Carneros en otros pueblos de El Hierro[17]. Señala que «en diferentes pueblos de la Isla de El Hierro como Isora, Tigaday, El Pinar, Sabinosa, El Barrio,… se celebraba el acto denominado correr el carnero o los carneros«. Recurre igualmente dicho etnógrafo a la tradición oral citando a informantes como don Juan Quintero Morales[18], al que entrevistó en agosto de 1985 «ya van más de treinta años que esa costumbre se perdió. Después de la guerra civil ya no hubo más nada aquí (El Pinar). Aquí se han perdido muchas tradiciones«.

Los pastores podían llevar un solo pastor, tal y como se ha recogido en El Pinar, quien llevaba una borracheta inflada con la que con frecuencia golpeaba a los carneros y a la concurrencia; o un pastor por carnero, al que llevaba atado, consideración recogida en la parte de El Golfo.

«Y chacoliaban que eso daba miedo. Estábamos aquí y en ese mentidero se oían claritos. Caminaban todo el pueblo. Entonces venían a pedir los jierros a los pastores y le apretábamos bien los collares pa que no se perdiera alguno. Entonces casi todo el pueblo tenía ganado y zaleas sobraban, las usábamos también pa sacudir centeno. La bulla era lo más que le gustaba a la gente[19]»

El lugar de mayor expectación eran las plazas «en partes del Gusano, los de Taibique, los de Las Casas, reunirse se reunían en la plaza; allí también el alcalde reunía a los vecinos pa arreglar una calle…»[20].

El retroceso de la tradición que nos ocupa de correr los carneros, a excepción de lo descrito para Tigaday, en El Golf,o que ha tomado un auge inusitado, guarda relación, señala Lorenzo Perera «con el cúmulo de prohibiciones en que se vió envuelto el carnaval tras la finalización de la guerra civil española (1939), contando además la circunstancia en determinados pueblos del fallecimiento de los promotores y actores de tal muestra[21]«.

En cuanto al origen de hacer correr Los Carneros, en la Isla de El Hierro, hemos de advertir que nos adentrarnos en terrenos complejos. No quedan documentos en los registros oficiales de la Isla donde se los mencione. Quede constancia que los registros de documentos del Cabildo se han perdido para siempre como causa de un incendio en Valverde el siglo pasado. No son una manifestación cultural aislada en Canarias, ya que conocemos la existencia de Los Carneros del noroeste de Tenerife, pero se han convertido en un símbolo de identidad herreño y, particularmente, de Tigaday donde se han conservado. Trataremos de indagar lo más posible en otros lugares donde se encuentren manifestaciones parecidas que nos den alguna pista de su origen.

Hay manifestaciones similares a la de los Carneros en distintos lugares del norte de Africa. Hemos de significar el caso de Marruecos donde se encuentran los Bilmawen, pero también en el norte de España y en lugares como Cerdeña (Italia) o el Cáucaso existen representaciones similares. Tal vez, como comparten distintos autores, entronque directamente con las fiestas del carnaval de los antiguos romanos que representaron un ritual de fecundación y de fertilización para los campos, el ganado y las mujeres. Estamos plenamente de acuerdo en la relación entre unos y otros pero estamos convencidos que en esta relación habría que incluir a otras culturas anteriores a la romana.

En cualquier caso la comparación con Los Diabletes de Teguise, en la Isla de Lanzarote, y otras manifestaciones olvidadas o marginales de Canarias parecen inevitables, con las diferencias claras que hay entre unos y otros. Los Diabletes de Teguise han sustituido la indumentaria antigua, confeccionada con pieles de cabra, por las de muselina pintada a rayas y llevan una careta en forma de cabeza de toro, y no de macho cabrío como antaño llevaban. Estos cambios han quedado constatados por el investigador Francisco Hernández Delgado, quien incluso cita a la persona responsable del cambio de la indumentaria y la fecha concreta en que se produjo en una monográfico sobre los Diabletes de Teguise, en 1996. Otras manifestaciones pueden ser relacionadas por sus similitudes como los Diablos de Las Libreas de El Palmar, Buenavista, Las Angustias, El Tanque, Carneros de Las Portelas, Diablos de Erjos, El Bicho de los altos de La Orotava, Diablo de La Aldea, Diablete de Haría, etc.

La tradición pastoril en El Hierro se remonta a mucho antes de la llegada de los conquistadores europeos como reflejan las crónicas y los restos arqueológicos. El Hierro siempre fue tierra de ganados. Tras la conquista también tuvo una gran importancia el ganado, especialmente el lanar, de manera que por la cumbre de la Isla se han visto grandes rebaños y continúa viéndoselos en la actualidad, aunque ahora de escasa consideración. En el siglo XVII se embarcaban desde El Hierro hasta cuatro mil cabezas de ganado anuales.

Por ello, era y es muy fácil tener a mano los instrumentos necesarios para la confección de la vestimenta de los Carneros: zaleas, cabezas de carneros, palos o astas de pastor, cencerros, monteras, talegas y cuerdas, tanto antes como después de la conquista de la Isla, con la salvedad de la diferencia de razas, pues las ovejas que había eran sin lana.

Muchos son los topónimos que conservan alusiones a los rebaños de ovejas, a las ovejas, a los carneros o a sus pastores como reflejan Maximiano Trapero y otros en  ‘Toponimia de la Isla de El Hierro. Corpus Toponymicum’: Hoyo de los carneros, camino de las ovejas, Raya de los carneros, cueva la ‘guanila’ (ganado “guanil” = ganado criado en estado salvaje), Alar de la apañada, Andén de corderos, cercado cordero y otros.

También el ganado lanar ha dejado su huella en distintos cantares tradicionales en una isla donde el folclore es abundante y ha sido bien estudiado.

Quítate de ese terrero

patas de oveja lanuda,

quítate de ese terrero

antes que el carnero suba.”

Si quieres saber mi nombre

y de la raza que vengo,

yo me bajo los calzones,       

verás que carnero tengo[22]”.

Hayan llegado con los posteriores colonos, sean una reliquia aborigen, de origen africano o producto de la imaginación más o menos lejana de un habitante de la Isla, lo indudable es que El Hierro ha sido un tremendo caldo de cultivo para perpetuar una tradición pastoril como ésta. No nos inclinamos por ninguna de esas posibilidades aunque hacemos constar que la influencia romana en el norte de África es notoria antes del poblamiento de las islas.

La posibilidad de que llegasen en los inicios del siglo XV con los conquistadores se nos antoja poco probable. Los hombres que vinieron con Juan de Bethencourt para apoderarse de El Hierro continuaron con el navegante europeo. Las primeras familias que se avecindaron en la Isla, traídas por Bethencourt, procedían de Normandía, noroeste de Francia. La posibilidad de que hayan sido estos franceses quienes trajeran consigo los Carneros desde su país la consideramos mínima.

Como veremos más adelante, nosotros entendemos que el origen primigenio de Los Carneros debe remontarse a los ritos de fertilidad de las culturas clásicas. A la antigua Grecia, más incluso que a las carnestolendas romanas como defienden Manuel Lorenzo Perera (Estudio Etnohistórico…) o Alberto Galván Tudela (Las Fiestas Populares Canarias) y otros autores. Así serían los romanos quienes heredarían este rito de los griegos y, una vez asimilado, lo expandieron por todo su imperio de dominación. El imperio romano comprendió casi toda Europa, incluyendo la actual Francia, Portugal y también España, países de procedencia de la mayoría de colonos que fueron llegando a El Hierro desde principios del siglo quince.

De este modo, no se nos hace preciso buscar en los archivos algún extraño apellido, procedente de  remotos y desconocidos países como pretenden algunos (Documento audiovisual del programa Senderos Isleños, de TVE). Nos bastaría con encontrar apellidos de colonos procedentes de cualquier punto del norte de España o Portugal, lugar de procedencia de un gran número de emigrantes europeos a las Islas.

Los rastros de similares costumbres nos conducen a lugares tan diversos y distantes entre sí como Ourense (Galicia), donde salen aún hoy a la calle, en carnavales, los Peliqueiros. También en carnaval podemos apreciar las evoluciones de los “Mamotxorros” de Alsasua (Navarra), “zamarrones” de Asturias, “zamarreros de Galicia, “guirios” y “campaneiros” de la Maragatería, Trangas en Ainsa y Bielsa (Huesca), etc. La influencia cultural galaico portuguesa en El Hierro es manifiesta. Como muestra podemos aferrarnos al dominante apellido Padrón que se repite por cada contorno de la aún llamada isla del meridiano. También al folclore musical. Por otro lado, el apellido Vergara, de procedencia navarra, coincide incluso con el nombre de una localidad de El Golfo. El pueblo herreño de Belgara que está a unos pocos kilómetros de Tigaday y pertenece al mismo municipio de La Frontera bien podría proceder del apellido Vergara. Este topónimo deja inducción de la llegada de un Vergara a este lugar de El Hierro. Pero la tradición también pudo haber llegado de cualquier otro lugar donde hubiese una tradición igual o similar que se haya o no perdido en nuestros días.

Los Carneros de Tigaday tienen su lugar de encuentro en un salón empleado parcialmente como establo para cabras. Se ubica junto a la antes conocida como Casa del Miedo y actual bodega de Ramón Padrón Cejas. Allí se guardan las vestimentas desde al menos 1990. Es el lugar en el que se siguen vistiendo los protagonistas, algunos de ellos antiguos miembros del grupo folclórico Tejeguate, otros sencillamente aficionados incondicionales y algunos curiosos que prueban y desisten en su interés tras uno o dos años. Desde allí hasta el lugar más frecuentado y donde espera la mayor parte del pueblo, ansioso por verles, la plaza de Tigaday, hay aproximadamente quinientos metros. La manada de Carneros sale en carrera, en fila de a uno por la estrechez inicial del sendero que les coloca en la carretera general. Suben por la calle San Salvador hasta Cruz Alta y bajan por la calle principal de Tigaday. Numeroso público espera desde el inicio y comienzan las correrías. Son especialmente esperados en la plaza de Tigaday y la ancha vía paralela a la misma. Ese es el espacio principal donde tratan de embestir, persiguiendo y derribando al público presente. Este escenario de mayor representación tiene un área de unos 2.300 metros cuadrados y es el que está cerrado al tráfico. Sin embargo cualquier calle, plaza o camino vecinal es escenario secundario de persecuciones. Los Carneros son hombres jóvenes, en alguna ocasión ha salido alguna mujer. Normalmente tienen entre veinte y treinta años. Aunque muchos son asiduos al grupo cada año, no suele cerrarse la participación de otros jóvenes del pueblo. El mayor límite se encuentra en el número de ropas, más bien escaso, pues son unas veinte zaleas con las que cuentan en la actualidad. Siendo alta la demanda por correr los Carneros, suelen salir diferentes personas el domingo y el martes. 

Poco han cambiado en cuanto a su vestir y proceder éstos Carneros desde que los viéramos a inicios de los años noventa. Desde primeras horas de la tarde se reúnen y se van untando con betún, colocando las pieles y, finalmente, cabezas y cuernos. Algunos curiosos afines a la manada ayudan a embetunar piernas, brazos, manos y caras. Algún medio de comunicación local entra y entrevista o captura tomas del momento. Las carreras tras los jóvenes tampoco han variado, no escapan los extranjeros o foráneos. Algunos Carneros salen amarrados por la cintura, como era tradicional en los orígenes, mayormente lo hacen sueltos. También algunos pastores hacen aparición y la figura de un personaje ajeno a los Carneros que aparenta ser un pastor con careta y porta un enorme bastón con el que golpea el suelo tras los chiquillos. Le llaman el loco y en los noventa salía con un machete que arrastraba por el suelo sacando chispas.

Los jóvenes habitantes de La Frontera no suelen perderse esos momentos de carreras. Muchos mayores asisten cada año y curiosean en las cercanías. La participación no ha de entenderse, únicamente, la de los que se visten con las zaleas ya que más de un centenar de personas son protagonistas participando en las correrías. Salir tiznado, haber sido objeto de una persecución, haber caído embestido, empujado forma parte de la fiesta. No suena música para acompañar esta manifestación, únicamente los acompasados gongoneos de los cencerros, los gritos de los perseguidos, las risas o burlas del público y los bufidos de los Carneros forman la parte sonora del festejo.

Mientras los avatares de la modernidad han acabado con otras manifestaciones zoolátricas canarias, los Carneros de Tigaday han sobrevivido monótonos, anuales, iguales, durante décadas y quién sabe cuántos siglos por estos rincones de la geografía herreña. Los Carneros de Tigaday son organizados actualmente por Iván Padrón Febles que se encarga, junto a Ramón Padrón Cejas, de convocar a los muchos jóvenes que se van a vestir. “Estos años hemos tenido que dividir en dos grupos a los que quieren vestirse, han venido hasta cuarenta, pero no tenemos tantas ropas así que salen veinte el domingo y otros veinte el martes[23]”. Se visten hombres jóvenes del pueblo y algunas mujeres también han querido salir “pero no hay ropas y para dejar a unassí y a otras no, hemos decidido que mejor ninguna[24]”.

Pese a haber sido una actividad masculina desde esos primeros años treinta del siglo veinte, en 1995 se viste Elsa García Méndez. Tenía diecisiete años y repitió dos años más. “Yo sí que me vestí, tenía cundo eso diecisiete años y luego seguí dos años más hasta los diecinueve. Más adelante, con treinta y cinco años, porque fue sobre 2013, me volví a vestir porque me entrevistaron para una televisión, pero no me dejaron salir a embestir, solamente para la entrevista[25]”.

Como ha sucedido desde los años treinta los Carneros siguen saliendo por los lugares habituales. El rebaño sale junto a la llamada Casa del Miedo y sube por la avenida de San Salvador para alcanzar la Cruz Alta y desde allí por la calle Tigaday hacia la plaza del núcleo urbano. Los Carneros corretean por los aledaños sin alejarse demasiado del centro de atención en el que se reúnen varios cientos de personas. Tras varias horas de persecuciones se van retirando, no sin volverse de cuando en cuando para arremeter contra aquellos que les siguen hasta su guarida. Estas últimas décadas se ha hecho tradicional una embestida final cuando ya parece que se van todos en manada y se vuelven todos juntos en una persecución por toda la calle. Cansados de perseguir al público se retiran al anochecer. 

Ricardo Fajardo Hernández

Suficiencia Investigadora en Antropología por la Universidad de La Laguna

[1] El municipio de La Frontera cuenta con una población de 4.104 habitantes en 2012 según el Instituto Nacional de Estadística. El núcleo con mayor población es Tigaday.

[2] Información facilitada por don Benito Padrón Gutiérrez en Tigaday el 1 de enero de 1999.

[3]Información facilitada por don Benito Padrón Gutiérrez en Tigaday el 15 de agosto de 1998.

[4] Información facilitada por don Benito Padrón Gutiérrez el 15 de agosto de 1998.

[5] Información facilitada por don Benito Padrón el 1 de enero de 1999.

[6] Así se denomina en muchos lugares de El Hierro a los cencerros.

[7] Información facilitada por don  Benito Padrón Gutiérrez el 15 de agosto de 1998.

[8] Información facilitada por don Venancio Armas Lima, nacido en 1899.

[9] Información facilitada por don Felipe Armas, nacido en 1915.

[10] Información facilitada por don Benigno Acosta, nacido en 1912.

[11] Información facilitada por doña Juana García Padrón, nacida en 1912.

[12] Información facilitada por don Felipe Armas, nacido en 1915.

[13] Información facilitada por don Benito Padrón en diciembre de 1998.

[14] Información facilitada por don Ramón Padrón Cejas, nacido en 1944, en agosto de 2000.

[15] Información facilitada por don Benito Padrón Gutiérrez en agosto de 2000.

[16] Me uno a este grupo de Carneros en varias ocasiones desde 1995 como participante en Tigaday y otros lugares de Canarias, conociendo activamente la tradición. Poco después realizamos un acta fundacional de la Asociación Cultural Los Carneros de Tigaday, dándola de alta.

[17]  Personajes y Rituales del Bien y del Mal en las Comunidades Tradicionales de la Isla de El Hierro Revista Tenique, 1998. Número 4, página 372-376.

[18] Informante referido, natural de Taibique, El Pinar, nacido en 1915.

[19] Informante referido en Personajes y Rituales del Bien y del Mal en las Comunidades Tradicionales de la Isla de El Hierro Revista Tenique, 1998. Número 4, 1985:375. Fernando Gutiérrez Quintero tenía 79 años en 1985.

[20] Información referida de don Juan Quintero Morales, de Taibique, con 70 años en 1985. Lorenzo Perera, 1998:375.

[21] El Pastoreo en El Hierro. Lorenzo Perera, 2002:209.

[22] Cantar que solía cantar doña María José Hernández Casañas, del grupo folclórico Tejeguare. Tejeguate: 20 años al son del tambor. Ricardo Fajardo Hernández. Cabildo Insular de El Hierro, 1997.

[23] Información facilitada por Iván Padrón en enero de 2018.

[24] Información facilitada por Iván Padrón en diciembre de 2019.

[25] Información facilitada por Elsa García Méndez en diciembre de 2019.




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