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“No odiamos a Greta Thunberg, odiamos a quienes la usan: la misma burguesía que contamina la Tierra”

Una lectura diferente del problema del cambio climático. Una crítica contundente contra los defensores del “capitalismo verde”. “No odiamos a Greta Thunberg, odiamos a quienes la usan: la misma burguesía que contamina la Tierra” 

En tan solo un año, la imagen de Greta se ha hecho popular a escala mundial, a diferencia de los cientos de líderes asesinados en África y América por defender la Tierra de las transnacionales. Cabe preguntarnos quién es y cómo una niña con tan solo 16 años de edad ha adquirido tanta fama en tan poco tiempo. Pero sobre todo, a qué clase pertenece y los intereses de qué clase representa. ¿Significa realmente una esperanza de cambio cuando estamos al borde de un colapso ecológico gracias al sistema económico, donde los más pobres seremos los que suframos las consecuencias?

Vivimos en un planeta en el que científicamente existen recursos suficientes para diez mil millones de personas administrados racionalmente y en armonía con el Planeta. Sin embargo, tan solo somos 7mil millones y el Planeta está a punto de colapsar en el 2030.

Cabe aclarar, antes de nada, que el origen de clase no define una posición de clase. Sin embargo, consideramos necesario primero analizar el origen económico y geográfico donde se desarrolla Greta, en tanto condiciones materiales de existencia, para luego analizar lo que lo define todo: la posición política que toma, consciente o no, a favor de las élites dominantes.

Greta Thunberg nació en Suecia, un país que ocupa el puesto 33 en el ranking de las mejores economías mundiales, y cuyo desarrollo depende sobre todo del sector secundario (industria automovilística: por ejemplo, Volvo, Saab, Scania) y del sector terciario (telefonía móvil: Ericsson), razones por las cuales ocupa la posición de país DOMINANTE y desarrollado en la división internacional del trabajo, sobre los países como el nuestro: dominado, primario exportador, semicolonial y semifeudal.

Por estos motivos, Suecia, como país dominante, con su industria en creciente desarrollo, ofrece a su clase trabajadora (aristocracia obrera) sistemas de salud y educación sofisticados, por sobre los nuestros.

Es en estas condiciones materiales que se desarrolla Greta Thunberg, una niña que hace un año dejó de ir a clases los viernes para desarrollar la “Huelga por el Clima”, mientras en los países llamados del “tercer mundo” la cifra de niños sin educación y en el completo anonimato bordea los 25 millones. Ni qué decir de los 900 millones de hambrientos.

Es en este contexto que la iniciativa de Greta “Viernes para el futuro” comienza a ganar popularidad entre los jóvenes sobretodo europeos y norteamericanos. En este punto, cabe preguntarnos también por qué en aquellos países cobra tanta popularidad el tema verde, mientras en los nuestros, “tan atrasados”, los que salen son pocos.

Precisamente para responderlo volvamos a las condiciones materiales de unas clases y de otras, de unos países y de otros, y del papel que cumple cada cual en las relaciones de producción a escala local y mundial.

En otras palabras, mientras en Europa o Norteamérica, donde las necesidades básicas de cobijo, alimentación, salud y educación están, en su mayoría, satisfechas para la mayoría de la población –a costa de nosotros- las personas salen masivamente a protestar por el clima. En cambio, en nuestros países, oprimidos por aquellos, donde las necesidades de la misma naturaleza están tremendamente insatisfechas, la reivindicación ecológica, como es obvio, no cobra aún fuerza, no porque la gente sea inconsciente sino porque está preocupada, por ejemplo, por llegar a fin de mes, conseguir trabajo o sobrevivir en condiciones laborales precarias, sin salud ni educación, a pesar de que la gran mayoría de comunidades campesinas cumplen un papel de defensores de la Tierra sin ser reconocidos como “ecologistas” por nadie e incluso, como ya lo dijimos, con cientos de líderes populares asesinados en el anonimato por las transnacionales extractivistas, luego de luchas de años y de décadas. Luchas, de igual modo, reconocidas por nadie.

CAPITALISMO VERDE y los negocios alrededor de Greta: a Greta la han  relacionado ya con magnates como el sueco Ingmar Rentzhog, gran representante del capitalismo verde y su cadena de multinacionales ecológicas, quien ha financiado los lobbies de Thunberg, y con George Soros, la 60 persona más rica del mundo y uno de quien mueve los hilos de los estilos de vida mundiales. Y es que es habitual leer en redes sociales cosas como  “ella ha hecho más que tú por el planeta”. Claro, los videos de enorme calidad de sus propagandas, los viajes y el posicionamiento mediático no se pagan solos, ni fueron producidos de la nada, solamente por la buena voluntad de Greta. Toda esta publicidad tiene toneladas de inversiones atrás y eso resulta evidente hasta para el ojo más miope. Por otro lado, está el libro que su madre (vegana repentina) lanzó siendo un obvio best seller y recibiendo grandes regalías por sus ventas. Además del auspicio de BMW, la familia real de Mónaco y un Banco Suizo para el barco en el que Greta atravesó el Atlántico para tener un viaje de 14 días “libre de huella de carbono y amigable con el medio ambiente”, y así no viajar contaminando en un avión.

Más allá de la obvia huella –no de carbono sino de dinero- que está generando la imagen joven de Greta, sobre todo debemos cuestionar cuál es su discurso y el discurso que sus seguidores en todo el mundo están difundiendo, y si éste en realidad ataca la raíz del problema de la crisis ecológica planetaria. Discursos totalmente vacíos de contenido y de posibilidad praxis como: “pedir que los gobiernos hagan algo”, cuando son ellos los representantes directos de las clases dominantes que contaminan y que no harán nada, es decir, apelar en la ONU al sentido moral del opresor o de los representantes diplomáticos de los opresores y reales contaminadores en cuyas manos no está ningún cambio. Un error infantil que se lo perdonamos a Greta por su edad y por su evidente falta de formación política, pero no a mayores de edad que han tenido el suficiente tiempo de estudiar para comprender el mundo y no lo hacen. Otras cosas que se escucharon en el plantón de Quito, por ejemplo: “No son solo los políticos. Somos nosotros también, al  levantarnos cada mañana, ir a la tienda y pedir una funda para el pan”, es decir, ¿culpar a la gente que compra el pan en funda y pasar por alto a las grandes empresas que destruyen la Tierra de forma sistemática e impune? Y el último entre tantos: “Nosotros, a través de las palabras del Papa Francisco, llamamos a tomar conciencia climática”, lo que nos habla de qué tan horriblemente diversas son esas huelgas llenas de consignas espontáneas y totalmente carentes de un programa político consciente, emancipador, concreto y realizable.

 La cuestión es que siempre es importante ver las cosas de forma crítica y hurgar en las causas, en las raíces de los problemas. Y en base a análisis materialistas y objetivos, lejos de toda romantización, emprender acciones para cambiar el mundo de base, sin auspicios, sin injerencia de las ONGs, sin politiqueros oportunistas, en una palabra, sin burgueses, terratenientes o imperialistas. 

Vivimos en un planeta en el que científicamente existen recursos suficientes para diez mil millones de personas administrados racionalmente y en armonía con el Planeta. Sin embargo, tan solo somos 7mil millones y el Planeta está a punto de colapsar en el 2030. ¿Gracias a los hábitos de consumo de la mayoría de la gente o al modo de producción que los determina? ¿Gracias al mito filofascista de Malthus, hace décadas desmontado de la sobre población? No olvidemos que en las filas de la Huelga por el Clima hay muchas personas que literalmente culpan a los pobres por “reproducirse como conejos”. Cómo ven, el discurso bien construido: los pobres, culpables del calentamiento global; y los ricos, los inocentes, la esperanza en cuyas manos está todo el mundo. ¡Cuando lo que debemos hacer es arrebatarles el mundo de sus manos!

En la misma línea, discurso de Greta y sus seguidores es echar la culpa “a los mayores” por no haber tomado conciencia y cambiar sus hábitos de consumo, y obligarle a ella a “dejar de jugar y estudiar”. Aquí cabría hacer una distinción de clase, puesto que la lucha no es de generaciones o de edades, sino de clases. Greta, con su discurso, está echando la culpa directamente a las mayorías trabajadoras por “consumir desmedidamente”, en lugar de al 1% más rico de la Tierra, que son los que amasan aproximadamente el 80% de toda la riqueza mundial (riqueza obtenida de la explotación directa de los trabajadores y la Naturaleza): la burguesía, los capitalistas, los dueños de las grandes transnacionales y medios de producción que, con su producción anárquica, desmedida e irracional, contaminan la Tierra, la deforestan, incendian nuestras selvas, ensucian nuestros ríos y mares, nos matan de hambre y de enfermedades, y producen todos los desechos sólidos, líquidos y gaseosos que están acabando con todo a su paso. Ellos, los capitalistas, quienes tienen el timón del imperialismo orquestado principalmente por USA, China, Rusia y la Unión Europea, y todas sus disputas interimperialistas que siguen produciendo guerras en todo el mundo, son los que tienen, además, en sus manos los grandes aparatos ideológicos (medios de comunicación, centros educativos, editoriales, iglesias) a través de los cuales oscurecen la verdad, ocultan las muchas genuinas y honestas, obstaculizan el avance de la ciencia (una ciencia que está lista para recuperar la armonía perdida con la tierra, pero que en manos del gran capital solo sirve para la contaminación, el atraso, la dominación y la muerte), y catapultan a personalidades “inofensivas” a la fama para que sus intereses queden intactos.

Gracias a esto, ahora Greta Thunberg es una de las grandes candidatas para el Premio Nobel de la Paz. Ese mismo Nobel de la PAZ que ganó el maquiavélico de Kissinger en 1973, la farsante Teresa de Calcuta en el 1979, el oportunista de Gorbachov en 1990, la inútil ONU en el 2001 o el genocida de Obama en el 2009, para citar tan solo unos ejemplos de lo que significa ese premio, que no es más que el premio a los farsantes que más se han comprometido con supuestamente mantener la paz, esa paz que para nosotros, los oprimidos y la Naturaleza, no es otra cosa que nuestra dominación y el colaboracionismo.

Consideramos que Greta Thunberg es tan solo una niña que, lo más posible, está llena de buenas intenciones, pero que lamentablemente está siendo usada por el capitalismo verde y todo el aparataje mediático de la gran burguesía para que las cosas no cambien, sino que den un giro “ecológico” hacia sus propios intereses de clase, a costa del sacrificio de los pueblos de los países oprimidos, sus selvas, bosques, ríos y mares. A costa de un Planeta que no va a salvarse mientras el capitalismo siga al mando. Las buenas intenciones no son suficientes.

O como se dice popularmente: de buenas intenciones está adoquinado el camino hacia el infierno.

El consumo no determina la producción sino al revés: la producción es lo que determina el consumo. Por ende, culpabilizar a las masas trabajadoras por usar agua, electricidad o usar transporte mientras los ricos siguen envenenando nuestro planeta con sus transnacionales mineras, petroleras, madereras, ganaderas y tecnológicas, no es correcto objetivamente. Lo acertado, desde el punto de vista objetivo, es cambiar el modo de producción. Es decir, dejar el capitalismo atrás y organizar la producción de forma social y para todos, acorde con las necesidades de todos y no alineada con la acumulación de unos pocos. Solo así, dejando el capitalismo atrás, por la fuerza, podremos salvar al planeta, a nosotros y a las demás especies. Pero no es fácil, ni es de la noche a la mañana. Para esto no hay otro camino que organizarnos entre las clases populares del campo y la ciudad, formarnos y autoeducarnos para elevar nuestras conciencias para que nadie nos engañe, y emprender una lucha decidida y fuerte que nos permita tomar el poder en nuestras manos para así despojarlo de esa minoría parasitaria que son los ricos, aquellos que nos están llevando a todos y al Planeta a una catástrofe sin precedentes.

Es necesario trascender los discursos meramente emocionales, sentimentales, idealistas y hasta místicos que pululan en las luchas del ecologismo burgués, y comprender de forma consciente y objetiva, a través del estudio de la realidad concreta para concretamente transformarla. Desarrollar una corriente revolucionaria en el ecologismo y una corriente ecologista en el movimiento revolucionario.

No somos defensores de la Naturaleza, somos la Naturaleza defendiéndose. Y para defendernos no basta con ir a una marcha cada año y tomarnos una selfie; o cambiar nuestros hábitos de consumo desde la pasividad individual, hay que luchar permanentemente y de forma colectiva y sin descanso. Solo así, la historia y quienes habitamos este planeta veremos un cambio que necesariamente tendrá que ser revolucionario y a toda escala. Un cambio gestado y construido por nosotros mismos.

Y no, no es una cuestión de que “todo les molesta”, “todo critican”, “al menos ella está haciendo algo y ustedes no”. No podemos ser tan básicos. La cuestión es que siempre es importante ver las cosas de forma crítica y hurgar en las causas, en las raíces de los problemas. Y en base a análisis materialistas y objetivos, lejos de toda romantización, emprender acciones para cambiar el mundo de base, sin auspicios, sin injerencia de las ONGs, sin politiqueros oportunistas, en una palabra, sin burgueses, terratenientes o imperialistas. Sino de forma independiente y autogestionada. El camino que seguimos para muchos les resultará extraño o inexistente, pues no contamos con los medios de difusión que tiene la burguesía, ¡pero sí que somos muchos y cada día más! ¡Y cada vez más activos!

¡Nuestro camino es luchando, no votando ni junto a la ONU!
“Hay que ser tan radical, como la realidad misma.”

Frente Ecológico Natura Insurrecta




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