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Turismo de masas

“Estamos matando cualquier posibilidad de futuro hasta vernos en un callejón sin salida”

En la foto de portada el esqueleto de una ballena. Viendo que tenía dientes debe ser una orca ¡No soy entendido la verdad! Me di cuenta que le faltaban bastantes piezas dentales. El vigilante «se dio cuenta que yo me había dado cuenta» ¡Válgame la redundancia! Se acercó y me dijo:

—¡Se los llevan!

—¿Los turistas? —Le dije yo.

—¡Sí, los turistas, ¡arrancan con ellos como si fueran suvenires!

Imagínense eso, encaramados ahí arrancándole los dientes. ¡Ese es nuestro turismo! Por el que apostamos, con el que nuestros políticos «se camban la peluca». Un turismo de masas. ¡El que paga menos! ¡Exige más! ¡Destruye un montón y busca miserablemente que le devuelvan el dinero! (¡Aumenten la foto con el zoom y verán cuán miserable llega a ser!)

La foto número 2 es alrededor del popular «cocodrilo». Bueno, ¡qué digo alrededor! ¡Encima! Un lugar donde hace escasos años se podía disfrutar de tranquilidad y a donde se dirige actualmente todo visitante extranjero, nacional, canario y también «oriundo». Y donde todos faltan al respeto por igual. ¡El postureo manda! Tienen que tomarse la foto encima, en medio o colgándose de ella. Cualquier día amanece rota porque se habrá «esconchao» de tanto hacer el mono.

Hay que ir haciendo conciencia. Más que nada porque las antiguas formulas están obsoletas a la par que inútiles y no se pueden aplicar en un Archipiélago donde su población se ha disparado de este modo. Me refiero a esas coletillas manidas como: «De toda la vida se ha hecho así» ¡De toda la vida cuando éramos cuatro gatos! Si ahora todos llevamos al uso esas costumbres de siempre, a este territorio le quedará un telediario. O “aflojamos un pisco, señores» o cortamos el grifo de gente que viene a residir aquí.

Tarde o temprano el canario tendrá de un modo u otro que aceptar que vive en islas y por lo tanto en territorios que son extremadamente limitados y frágiles. Que no nos pertenece únicamente a nosotros, también hay que compartirlo con los verdaderos herederos. Los que estaban aquí antes que nosotros y están verdaderamente adaptados y especializados únicamente a él. Ellos son el verdadero tesoro.  El indicador que nos va a decir el nivel de presión que es capaz de soportar la isla. ¡No nuestro ojo! ¡Nosotros no somos capaces de ser objetivos! Me refiero a la vida animal.

Solamente con las infraestructuras que están ahora mismo en ejecución vamos a ser testigos en esta década de la extinción para siempre, en Fuerteventura, del guirre, la hubara, la ganga o el corredor sahariano entre otros. El canario tendrá que hacerse cargo de la situación. O somos consecuentes y ponemos un control de residencia y medidas ecológicas o bajamos la demanda de camas hoteleras porque «¡aquí ya no hay cama pa’ tanta gente!», y lo que es inaceptable es un “¡aquí vale todo!”

Deberíamos de esculpirla con nuestras propias manos como Pigmalión y, sin embargo, el trato de desprecio que le infringimos a nuestra madre tierra es descorazonador. Se ve desbordada demasiado a menudo por un incontrolable afán de masificación. Yo creo que los canarios tenemos una actitud, filosofía de vida y proyección de futuro «tercermundista». Aceptamos de buen grado que nos expolien y nos conformamos con las migajas. No nos preocupamos de potenciar de manera positiva nuestros puntos fuertes, sino que nos doblegamos y dejamos que otros cojan la sartén por el mango.  En actitud genuflexa argumentamos que el daño y deterioro está justificado porque es necesario para vivir. ¡Qué disparate! Eso no es vivir, ni dejar vivir.

Estamos matando cualquier posibilidad de futuro hasta vernos en un callejón sin salida.

 

JF Olivares

(texto y fotos)

 

 

 

 

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