Literatura

Una noche gris

Él se preguntaba sin parar qué ocurría y ella, viendo sus húmedos ojos, le dio un beso en la mejilla…

Era una tarde normal que solo sugería entrar en alguna tienda, comprar cerveza y quedar con los amigos para reír hasta la madrugada, o una tarde excepcional para pasear por donde la realidad no hiciese otra cosa que avivar la nostalgia del espíritu de uno.

Él siempre prefirió la luz, el día sobre la noche. Ella se escondía de la luz del día para poder sonreírle a la luna. Sin embargo, ambos debían encontrarse.

Era la tarde, entre el día y la noche, en la que ambos se dejaban acariciar el pelo por el viento y ninguno reparó en tener algo específico. Ella decidió simplemente caminar, aunque con una oscura congoja en el pecho, y el decidió llamar a sus amigos para disfrutar del viernes que les quedaba por delante.

Ella no solía salir sin propósito y él no solía comprar cerveza, pero era una tarde excepcional. Uno salía de la tienda y la otra de su casa. Uno contestaba a una llamada de teléfono y la otra decidía explorar una vez más su puente favorito. Caía la casualidad de que para llegar a la casa del amigo de él debía cruzar el puente que tanto odiaba, pues tenía vértigo y miraba fijamente el suelo para olvidarse que estaba en suspensión. Mientras, el puente era el punto favorito de ella, ya que le encantaba sentarse sobre la barandilla y ver los coches pasar, y cuando se aburría de ellos, se daba la vuelta y veía pasar más coches, pero esta vez de frente.

Ya había oscurecido y ella estaba sentada, seria y abstraída en una especie de vacío y ansiedad. Él llegó al puente, cogió aire y empezó a cruzarlo como hacía de costumbre, solo que centrándose ahora también en el tintineo de las botellas que cargaba en la bolsa, pero cuando llegó a la mitad notó dolor.

Levantó lentamente pero con valentía la mirada y giró la cabeza a su derecha. Era ella. Él no comprendía el porqué de sentirse tan dolido, pero vio en los ojos de ella una vela que parecía estar a punto de apagarse, que tintineaba como si el viento desease su fin. Él se enamoró de aquella belleza al instante pero ella seguía mirando a los coches, sin ver al joven que tenía justo delante, observándola.

-¿No tienes miedo?- preguntó él.

– Ella salió de su meditación y se fijó en el muchacho.

-¿Por qué habría de tenerlo?- respondió ella.

-Está muy alto y el viento sopla fuerte. Podrías caerte- dijo con fuerte preocupación él, empezando a sentir verdadero temor por ella.

-¿No has considerado que algunos queremos caernos?

Él se preguntaba sin parar qué ocurría y ella, viendo sus húmedos ojos, le dio un beso en la mejilla. Ahora él lo entendía, y mientras una lágrima caía al suelo, ella caía al mismo tiempo al vacío. Juntos, tocaron el suelo, y tanto él como ella murieron, de una forma u otra.

 

 

 

 

Elvis Stepanenko

 

 

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