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¡A viaje, amigo!

¡Que cojan ellos la maleta! Los invasores de la paz canaria…”

Sin maleta, con una mano delante y otra detrás, nos vamos. Ya no tenemos maletas, no tenemos nada que llevarnos ni que dejar; los que llevaron su pobre maleta a la perla del Caribe, si la lograron traer de vuelta, la volvieron a preparar para Venezuela; y si, la lograron traer de nuevo como indianos victoriosos para empezar de nuevo en su terruño, ven ahora a sus hijos o a sus nietos y bisnietos, leer los mapas buscando una nueva tierra de promisión. “¡Que cojan ellos la maleta! Los invasores de la paz canaria…”, decía el poeta que alertó de las hordas bárbaras de latrocinio y destrucción que asolarían nuestro paisaje ante la pasividad del que está tristemente acostumbrado a obedecer, a aguantar y a no levantarse en defensa de lo que ya no considera suyo.

El desarraigo y el desapego empieza en las escuelas cuyos maestros no conocen la historia y condenan a sus alumnos y alumnas a repetirla; en las casas en las que olvidamos nuestras tradiciones; en las fiestas que cambiamos por las nuestras; en las conversaciones con las palabras de nuestro acervo que perdemos porque no nos entienden los burócratas; en mi país canario hay una esperanzadora juventud que se deja morir de hambre o se ata a grúas infames por salvar lo que conocimos unos pocos como el paraíso; y hay una esperanzadora gente de edad madura que enarbola la bandera de las siete estrellas verdes, y la mantiene, y la defiende. Hay en mi país canario muchas ganas de volver a la huerta, al mar, al Teide y a leer los cielos, pero no para irse, sino para hacer las cabañuelas y quedarse plantando cuando mejor convenga en una tierra fértil y protegida del avaricioso cemento. Hay en mi país canario gente hablando otra vez del gánigo, de la magua y de los baifos sin traducir lo intraducible; esta esperanzadora gente canaria alza su lucha silenciosa porque están cansados de aguantar el maltrato; se manifiestan porque la gente sin alma, los desalmados, traen gente a hacer nuestros trabajos; porque convierten nuestro paisaje en cemento para beneficio de unos pocos; porque el comercio local lo convierten en franquicias; porque la pobreza estructural canaria, no se engañen, la perpetúan aquellos que se auto proclaman defensores de la canariedad.

Todo lo acaba la malandanza”, dice el texto inaugural de la literatura canaria y que cada uno lo interprete como tenga a bien; pero yo como siempre, desde la primera lectura que hice de esta endecha, la interpreto como el ultraje a la tierra conquistada que no se ama, sino que se posee y de la que se sirven sin ningún cuidado; a la que desprecian y tratan con desdén y superioridad por haberla sometido; penosamente, la gente avasallada secularmente sigue callando su destino, se deja morir, se queda inerte, con la paciencia del que ya conoce que no tiene nada que hacer; porque sigue siendo el “silencio amordazado“ con el que el vate gomero arenga a nuestro pueblo a salir de este “laisser passer” tan interiorizado en él, porque ha sido tan abusado, que no es capaz de quejarse ni de protestar; vemos llegar la muerte de las Islas Canarias en ráfagas de avaricia y estulticia insoportables; en este caos absurdo y anunciado como la crónica del gran escritor del realismo mágico, nos reconforta ver que aparecen voces y ecos de insurrección que rompen este bucle desgraciado, este “eterno retorno” nietzscheano; proclamas para salvar el terruño, nuestro patrimonio tangible e intangible; nuestras costas, nuestro silbo gomero; jaculatotias de “defensa y no venta de las islas” para rebelarnos “todos a una” como inmortalizó el dramaturgo de la época dorada de la literatura. Que manden a coger la maleta al que rompa nuestra tierra, hay que ponerles la maleta en la mano y hay que darles una palmadita en la espalda y decirles: ¡A viaje amigo! Que con una mano delante y otra detrás, por la pobreza que nos estigmatiza y condena y de la que lucharemos por salir con la fuerza de nuestros ancestros, nos QUEDAMOS, que no vamos a volver a riscarnos al grito de ¡Atis Tirma! ; que estamos alzados; que todavía hay esperanza.

Adassa

Imagen de cabecera: El País Canario.

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