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Canarias y el síndrome de Estocolmo

«Nuestro secuestrador nos tiene raptados, pero nos quiere vivos, por eso nos alimenta al mismo tiempo que destroza nuestra casa y la saquea mientras justificamos esa conducta sin reparar en el daño causado porque “nos da de comer, nos mantiene vivos y ahora lo son todo para nosotros”»

Lluís Serra Majem, el portavoz científico de Canarias manifestó hace unos días en TVC que “El test de antígenos tiene una sensibilidad por debajo del 60% en asintomáticos […] pero no podemos exigir a los turistas que entren a Canarias con riesgo cero, cuando en Canarias no existe riesgo cero”. El nivel de desprecio al pueblo canario está alcanzado su máxima expresión. Uno espera que Yaiza Castilla sea descarada, que Torres mire para otro lado, pero que el portavoz científico se atreva a decir que los turistas procedentes de regiones con alta incidencia puedan entrar con la misma fiabilidad que te ofrece tirar una moneda al aire, es vergonzoso. Una buena parte de la población está siendo víctima del llamado síndrome de Estocolmo. Nuestro secuestrador nos tiene raptados, pero nos quiere vivos, por eso nos alimenta al mismo tiempo que destroza nuestra casa y la saquea mientras justificamos esa conducta sin reparar en el daño causado porque “nos da de comer, nos mantiene vivos y ahora lo son todo para nosotros”. Empatizamos con nuestro agresor y llegamos a conclusiones como que “sin él no somos nadie”, porque borró nuestra identidad. Reinterpretamos sus exigencias (abaratar costes, etc.) diciendo que “nos quieren” y, por último, hasta se atreven a pedir un rescate para evitar una sangría (vean las últimas declaraciones de Marichal).

Como buenas víctimas de esta paradoja acabamos pidiendo salvar al secuestrador: “SALVAR AL TURISMO”. Piden salvar al mismo sector que nos mantiene en la precariedad y nos impide evolucionar, el mismo que a las primeras de cambio nos deja tirados, como las amenazas del año 2019 de llevarse los turistas a otro lado, o recientemente con la exclusión de corredores seguros por parte de Reino Unido. Esto último refleja el foco desviado de algunos, que prefieren señalar a Tenerife como culpable en lugar de reconocer que están defendiendo al enemigo.

El Gobierno no quiere protegernos, ni a nosotros, ni a nuestro sistema sanitario, ni a nuestro futuro. Sus acciones nos proyectan como una sociedad que produce ocio barato, en la que se debe maximizar la presencia del sector turístico y que los demás sectores deban ser permeables a este. Además, dentro de un paradigma de reducción de costes que intenta equipararse a regiones en vías de desarrollo para poder competir con estos en el mercado. Es cierto que el turismo puede suponer un aliado importante en regiones de este tipo, impulsando la economía y dando un salto de calidad de vida a la población, como ya sucedió aquí, aunque con bastante descontrol e impacto medioambiental.

El problema surge cuando ese desarrollo se materializa y entonces sale a la luz el pacto con el diablo. El aumento en la calidad de vida se traduce, para el empresario del sector turístico, en un problema. El coste de producción es mayor y no somos competitivos con respecto a otras regiones. Por esta razón es necesario crear un techo artificial que no permita a Canarias continuar su progreso y desarrollo dentro de la sostenibilidad. Y esto es muy fácil de lograr: simplemente tienes que favorecer la precariedad laboral, dirigir todo el dinero público para los gastos de grandes capitales del sector privado y tener una economía escasamente diversificada. Con estos elementos han logrado mantener una tasa de riesgo a la pobreza en torno al 30% durante más de diez años, incluyendo el período en el que la actividad turística estaba en su mejor momento. De esta manera te aseguras que la economía se estanque y el acceso a un sector de la población que aceptará cualquier condición laboral, por precaria que sea y, de paso, que te proyecten como su salvador.

J. Pablo Monzón




Un comentario en «Canarias y el síndrome de Estocolmo»

  • Magnífico artículo, cuanta verdad, totalmente de acuerdo.

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