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“El comunismo es un fenómeno de conciencia…”

“Yo aspiro a que después de cuarenta y cinco años de socialismo en Cuba, y ya en pleno comunismo, no se fusile a nadie por robar: y eso todavía sucede en la Unión Soviética”

55° aniversario del asesinato del Ernesto Che Guevara en la escuelita de La Higuera (Bolivia)

Desde nuestro punto de vista el comunismo es un fenómeno de conciencia, y no solamente un fenómeno de producción. No se puede llegar al comunismo por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos puestos a disposición del pueblo. No se puede llegar a lo que Marx define como comunismo si el hombre no es consciente, si no tiene una conciencia nueva ante la sociedad. Para ello tenemos que separarnos lo más posible de los estímulos materiales sin dejar de reconocer los estímulos materiales como necesarios en estos momentos, sin plantearnos una situación ideal o ilusa. Tenemos que reconocer esa herencia capitalista como un mal y este es el punto fundamental en el que disentimos del llamado “estimulo económico” en el cálculo económico. Para nosotros el interés moral es la cosa básica y el interés material un mal reconocido. Los efectos económicos del trabajo voluntario no deben medirse por los efectos económicos de la cantidad de horas extra para dedicarse a la producción, y que de esta forma se produzca aquello de la “compulsión moral”. Nosotros hemos sido partidarios de estímulos de tipo colectivo, no monetarios, sino de prestaciones sociales para las empresas y las unidades que tuvieran mejores condiciones. Yo aspiro a que después de cuarenta y cinco años de socialismo en Cuba, y ya en pleno comunismo, no se fusile a nadie por robar: y eso todavía sucede en la Unión Soviética.

“Esos problemas de algún lado vienen”

Otra cosa que da que pensar son los problemas agrícolas que la Unión Soviética tiene hoy. Esos problemas de algún lado vienen. Y esto no puede deberse a las calamidades naturales, porque las calamidades naturales tienen que estar ya previstas en un país socialista de la fuerza y la pujanza que tienen la Unión Soviética. Algo anda mal en el sistema. A mí se me ocurre, instintivamente, que eso tiene que ver con la organización de los koljoses y de los sovjoses, con la descentralización, con el estímulo material, con la autogestión financiera, con el poco cuidado, en fin, que se ha dado allí al desarrollo de los estímulos morales, sobre todo en el campo, obsesionados por la infinidad de problemas que tenían.

No es cuestión de hacerles una crítica, sinceramente; pero son problemas que nosotros tenemos que ver. Eso tiene que ser pensado y analizado. Algo hay detrás de eso, algún concepto equivocado. Puede que sea sólo un problema tecnológico y no un problema económico.

“El dirigente revolucionario”

La vida de un dirigente revolucionario es realmente una vida que, si no tuviera la compensación que uno puede lograr por la existencia de una obra que se construye, sería realmente algo decepcionante. Es el precio que en las condiciones actuales hay que pagar, creo yo. Es evidente: uno no tiene prácticamente familia. Muchas veces lo hemos dicho (sin que medie ninguna sospecha): los hijos míos les dicen «papá» a los soldados que están ahí, que los ven todos los días, a uno no le ven nunca. Estamos siempre en una situación tensa, sabiendo que le van a mandar a uno de viaje y, además, con bronca. Hay, digámoslo así, una compensación sublimada en el reconocimiento que en grandes masas se puede hacer por el trabajo. Todo esto se puede saber sin ser un gran psiquiatra ni un gran fisiólogo: la vida que llevamos es una vida que consume. El organismo humano está más o menos adaptado para llevar determinada vida y un esfuerzo tan constante quita años de vida. Por eso requiere un gran esfuerzo: las condiciones en que en Cuba se construye el socialismo son muy difíciles, aunque hay una relativa abundancia en comparación con otros lugares; pero la situación es muy difícil porque precisamente esta abundancia es menor hoy que antes: hay que luchar contra el recuerdo de una abundancia mayor objetivamente hablando, por la vecindad del imperialismo y por la deficiencia de nuestros cuadros. Eso es parte de lo que podríamos llamar la “mística del socialismo” si ésta no fuera una palabra un poquito peligrosa, pero que tiene que existir. Un dirigente no puede ser una persona normal en las condiciones actuales de anormalidad. Lo que tenemos que evitar es que la maquinaria se rompa al octavo día. Lo que tenemos que hacer es cuidar a los de abajo: el esfuerzo individual de un obrero no va a hacer cambiar el cuadro general del país y ni de muchos obreros en distintos lugares, pero tenemos que cuidarles la salud y hacer que se sientan bien y que irradien esa sensación de sentirse bien.

 

Fragmentos de las actas que recogen intervenciones de Guevara en distintas reuniones de cuadros en octubre de 1963 y diciembre de 1964. Tomados de Carlos Tablada, El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, Ediciones de la Casa de las Américas, La Habana, 1987.

 

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