La primera luz sobre la estación rupestre del Calvario (Santo Domingo de Garafía, isla de La Palma)
En la costa de Santo Domingo de Garafía, entre los acantilados de Bujarén y los barrancos de Fernando Porto y La Batata-La Castellana, se extiende una amplia tablada transformada en huertas y muros abandonados, vestigios de antiguas prácticas agrícolas. Sin embargo, retrocediendo en el tiempo, fue un espacio frecuentado por los awara, un amplio santuario al aire libre, con presencia, actualmente, de más de 20 estaciones de grabados rupestres geométricos, un antropomorfo, un triángulo, varios naviformes y la mayor concentración, por metro cuadrado, de petroglifos de tipología lineal e incisos de toda Canarias.
La estación rupestre del Calvario es la más emblemática del lugar; se localiza a unos 273 m s n m y es conocida por la comparecencia de estelas decoradas con motivos geométricos. En el mismo conjunto existen cuatro petroglifos más de tipología geométrica y medio centenar de rocas con motivos lineales. Unos metros por debajo, se observan otros cinco motivos geométricos, dos de ellos estelas desplazadas de su ubicación principal y otros tres sobre soporte fijo.
El centro de la estación rupestre lo conforman siete estelas, cinco hincadas y dos acostadas. Destacan los motivos de círculos concéntricos, semicírculos, meandros y espirales, elaborados con técnica de picado profundo y con gran estética. La estela de mayores dimensiones alcanza los 90 cm de alto, siendo otras más anchas que altas. La mayoría contienen algunas cúpulas (pequeños orificios en la verticalidad de la roca).
Los primeros testimonios sobre los grabados del Calvario se los debemos Pedro de Las Casas Pestana, Antonio Pestana y Diego Jiménez de Cisneros. En 1955, Hernández Benítez pensó, acaso imaginó, la existencia de una pirámide que unificaba todos los bloques colocados escalonadamente.
Este relato llega a oídos del arqueólogo palmero Mauro Hernández Pérez quien, en 1972, revaloriza el sitio e insiste en la presencia de una pirámide de grandes dimensiones, hoy destruida, pero conocida por el padre de Ramón Rodríguez Martín. Es muy embarazoso mantener esta hipótesis cuando los primeros que aluden al lugar nunca mencionan dicha pirámide. Y por otro lado, si realmente hubiera existido dicha pirámide, los grabados rupestres estarían atiborrados de rayas y magulladuras; hecho que no sucede. Por ello, confirmamos que los petroglifos del Calvario siempre estuvieron en la misma posición que hoy podemos admirarlos, con las caras grabadas mirando al naciente, por donde sale el primer sol del invierno.
El origen que demuestra la ubicación exacta de la estación rupestre es la manifestación de una hierofanía (la revelación de lo sagrado) lumínica. No entenderíamos el espacio sin la presencia de la primera luz del amanecer, durante el solsticio de invierno, cargada de misterio y simbolismo. Esta penetra en el santuario generando una escenografía primordial. La luz triunfa sobre la oscuridad para instaurar el fundamento que convierte un espacio profano en religioso.
En diciembre de 2021, captamos el prodigio lumínico por primera vez y fue la mayor revelación que podíamos imaginar de un misterio oculto durante 500 años. Contemplar la fenomenología de la proyección de la luz solar fue algo asombroso, tanto que no alcanzábamos a expresarlo con palabras; al revés, los que subscribimos este discurso nos quedamos hipnotizados, sabedores de la trascendencia ideológica del espacio sobre el que se asientan las estelas y resto de símbolos tallados sobre las rocas.
En los días del solsticio de invierno, al amanecer, el sol despunta por las montañas sobre Santo Domingo de Garafía. Cuando todo está a oscuras, de repente, un haz de luz (actualmente se manifiesta sobre las 9,00 horas) comienza a iluminar las estelas de la estación rupestre y se va extendiendo por todo el conjunto. Mientras este milagro natural sucede, el resto del entorno sigue sumido en sombra. Son bastantes minutos en que el sol se detiene sobre el templo exhibiendo la mayor de las hierofanías. La manera en la cual los awara se situaron en el espacio (petroglifos del Calvario) y el tiempo (solsticio de invierno) es fruto de un conjunto de mecanismos simbólicos (especialmente, en este caso, la primera luz).
La fundación de un espacio sagrado de esta dimensión trata de recrear la creación del mundo por medio de símbolos cosmológicos de imágenes arquetipos. De este modo, el espacio se diferencia, se organiza y se ordena con el primer amanecer. Se diferencia del resto del entorno que sigue siendo común o mundano. Una vez reconocido el eje o punto central se reconoce la manifestación de lo sagrado que se renueva cíclicamente cada año cuando la primera luz enciende el recinto. El Calvario se convierte en un axis mundi (centro del mundo) para los awara de la zona.
«Et lux in tenebris lucet” (la luz brilla en las tinieblas) contiene las claves para los propósitos más profundos de este concepto. Representa el nuevo comienzo cuando, durante el solsticio de invierno, el sol viejo y cansado muere y renace como un sol joven y vigoroso.
Las nociones de vida y muerte, nacimiento o renacimiento vinculadas al sol tienen su raíz en los solsticios, especialmente el del invierno. Es una creencia casi universal intemporal, base de los calendarios cíclicos. El mundo mediterráneo, incluyendo el norte de África, recoge numerosas muestras de lo expuesto. Incluso fue imitado por griegos y romanos (Dies Natalis Invicti Solis) y por la misa cristiandad (Natividad del niño Jesús).
El simbolismo cósmico lo recoge la estructura del santuario donde la luz, como elemento distinguido de la organización espacial y mensajera de lo divino, asume la creación de lo divino.
No todo termina aquí; por otro lado, se produce otra circunstancia de especial relevancia sagrada focalizada sobre la cúspide de la destacada Montaña de Fernando Porto. Cada 18 o 19 años, se produce uno de los acontecimientos cosmológicos más extraordinarios: la salida de la Luna llena del Lunasticio de verano en su parada Mayor Sur. La última vez sucedió el 9 de julio de 2006, la próxima visión se producirá el 22 de junio de 2024.
Por último, pegado al conjunto principal, existe un grabado rupestre meandriforme y círculos concéntricos, de unos 15 x 10 cm que se orienta hacia el sur. Pues bien, hace unos años por la noche, J. Antonio González Hernández estaba realizando una sesión fotográfica en la zona y advirtió, en el horizonte sur, un foco de luz que venía de la estrella Canopo. Apenas despuntaba por encima del relieve y, muy pronto se volvió a ocultar.
Comprobamos con los programas informáticos y reproducimos el cielo que veían los awara. La satisfacción fue enorme al comprobarlo sobre el terreno y demostrar que la estrella Canopo era visible desde el Calvario tan solo unos doce minutos, durante el crepúsculo del día del equinoccio de primavera. Una señal cósmica que no pasó desapercibida y así lo expresaron los awara orientando un petroglifo en esa dirección.
“El «verdadero Mundo» se encuentra siempre en el «medio», en el «Centro», pues allí se da una ruptura de nivel, una comunicación entre las dos zonas cósmicas. Siempre se trata de un Cosmos perfecto, cualquiera que sea su extensión” (Mircea Eliade).
Miguel A. Martín González
Lucas Rodríguez Vassou
José Juan Rodríguez Rocha