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Miremos a Cataluña, mirémonos a nosotros

En apenas un mes hemos pasado de ver los resultados de unas elecciones generales donde poco cambió, a observar un escenario inédito, abierto por Cataluña, que amenaza la existencia de España tal y como la conocemos ahora.

 

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Ha sido Cataluña la que ha condenado a la marginalidad al Partido Popular y al PSOE en las urnas, la que está decidida a tener su propia República, la que quiere un proceso constituyente, la que ha sido capaz de llegar a un acuerdo plural donde además de su soberanía no se olvidan de la necesidad de enfrentar la pobreza y de unas políticas sociales dignas. Cuando en el resto del Estado el descontento se canalizaba por una vía electoral que se encuentra ahora bloqueada, en Cataluña millones de personas han seguido saliendo a la calle a reivindicar sus derechos nacionales y sociales. En definitiva, es Cataluña quien le está plantando cara al régimen del 78, mientras todo el arco político español, en especial la izquierda estatal que moderó su discurso y sus demandas, se muestra desconcertado ante los resultados de la movilización, la organización y la voluntad catalana.

Más allá del desenlace del proceso independentista catalán, al conjunto de la sociedad le ha quedado claro que existe una vía alternativa a la transformación de España: salir de ella y construir un país mejor para la ciudadanía.

En Canarias, salvando las distancias, haríamos bien en preguntarnos si es también ésta una vía a explorar, y sobre todo, si merece la pena recorrerla. Avanzar en un proceso similar, que sirva a la movilización y organización del pueblo canario, ya significaría todo un éxito para presionar por unas políticas adaptadas a nuestra realidad, para resolver los problemas y necesidades de una de las comunidades más afectadas por el paro, la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, no nos suena nada mal que al final de ese camino también nos encontremos un proceso constituyente realizado entre todas y todos, una República Canaria y políticas sociales avanzadas.

 

 

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