OpiniónSociedad

Todos los días son domingos

Esa sensación, la que abarca todo nuestro cuerpo cuando sabemos que la pausa se acaba y la actividad empieza. Cuando nuestro último día de descanso se ha acabo, para así empezar con la rutina. Esa mezcla de emociones que parece ser proveniente de un coctel agridulce, por el no saber decir adiós desde al atardecer a un día especial cómo ese. Antes de que sea domingo, disfrutamos del descanso proporcionado por ese fin de semana que se convierte en la apertura de otra. Es el día entrante el que nos hace deambular por la pereza y el apego de las actividades venideras.

Es domingo, día de descanso. Puedes estar en la playa, en tu casa tumbado frente a la televisión, con tu esposa, o con tus hijos… Son tantas las oportunidades que éste nos da que el infinito y los universos paralelos escasean de espacio para abarcar todo lo que un solo día es capaz de producir. Más grande son las emociones que éste tiene. Puertos, aeropuertos, coches, trenes, hogares… son todos los terrenos de una despedida del que queramos que sea un solo día. Ese malestar en nuestros corazones por pensar en que vendrá mañana, mientras lo único que quieres hacer es aprovechar el domingo, fumando junto a la ventana, disfrutando de una tarde en familia, frente al ordenador buscando un orden del desenfrenado aburrimiento…

Para cada uno de nosotros, es un día diferente, ¿pero me equivoco si digo que no nos produce cierta melancolía existir durante ese día? Es la controlada calma la que nos hace pensar sobre lo que somos, haremos y seremos capaces de hacer. Un estado de hostilidad interna cuando dejamos de actuar cómo máquinas programadas a ciertas actividades.

Hay que para algunos, todos los componentes de la semana son domingo, y no por el descanso anteriormente dicho. Es por el que hacer ante los hechos cotidianos, sobre nuestra espiritualidad, sobre quiénes somos y a donde vamos. ¿Quién nos exige saber quiénes somos, a que realmente no decidamos por nosotros mismos? ¿Por qué siempre buscamos el momento ideal, preguntándonos cuando llegará? ¿Por qué nos formulamos algunas de estas preguntas?

En las puertas de nuestras limitaciones encontraremos la pregunta, y si la encontramos, sabremos la respuesta que nos llevará a la acción correspondiente. Pero esa limitación es la que se produce cuando nos doblegamos a los reveses de la vida que han nacido por nuestras acciones, por las que reflexionamos inconscientemente todos los domingos.

Es como estar desamparado, y serlo es cómo si un niño buscase a su madre. Esa sensación, de silencio al no poder verla, escucharla, sentirla… es la misma que tenemos con la culminación de la semana, cuando nuestras preguntas exiliadas al futuro recorren nuestras mentes. Pero al igual que los días, la vida no dura para siempre. Así que el intento de sobrepasar todo con la mejor armonía espiritual es la solución. Entender que las pausas son buenas, que el sentir significa que estás vivo, aunque por desagradables que sean las emociones, es una muestra de cómo nuestro corazón es capaz de latir y decidir cuánto bombea en cada instante. Porque al fin y al cabo, pensamos lo que nuestra mente es capaz de analizar. Pero en ocasiones, es mejor dejar de hacerlo por un tiempo, y disfrutar de los atardeceres de todos los días, porque al final, todos los días se acabarán convirtiendo en domingo.

 

 

Felipe N. González

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